Puede que no sean exactamente las más representativas, pues el libro está plagado de momentos álgidos y es complicado decidir. Tampoco hemos querido desvelar las más polémicas, pero el lector se topará con unas cuantas sin ningún tipo de remilgos sobre la familia, la política o compañeros de trabajo o fiesta, garantizando la agilidad de la lectura. Entre los contras, sí hemos echado en falta más vivencias de Los Planetas: tiene que haberlas y Eric solo pasa de puntillas o nos acerca a las más afectuosas; y también un prólogo potente: ¿cómo es posible que alguien de su entorno no se haya mojado para bien y para mal hablando de Eric desde fuera?
1. “La música, con todo lo que ha sido en mi vida, nunca me ha salvado de nada”. Eric Jiménez es contundente: desvela en la dedicatoria, repite hasta la saciedad, e incluso insiste a modo de epílogo al final, cuáles son los verdaderos motivos por los que sigue vivo: el público. Tiene claro que en otras circunstancias no habría sobrevivido a determinados episodios de su vida. Sucedió con el fallecimiento prematuro de grandes amigos cercanos, como fue la muerte de Enrique Morente, con quien establece una conexión particular y al que dedica nobles palabras.
2. “Es necesario educar al público, porque si el público te educa, caducas. Así de fácil y sencillo. Si hubiéramos hecho justo lo que el público quería en cada disco o concierto, como muchas otras bandas, estaríamos muertos”. La muerte, no solo literal, está presente en parte de los pasajes de ‘Cuatro millones de golpes’. Pero el lector puede estar tranquilo: el humor de Eric es tan basto que es imposible no soltar más de una carcajada en alto: sea cual sea la tragedia, sabes que al final vendrá la nota de color que deje buen sabor de boca. Si este pensamiento puede llevar a pensar en cierto desprecio hacia el público, nada más lejos de los sentimientos de su autor.
3. “El grupo nunca abandonó la actitud, y con tiempo y trabajo acabamos dominando la técnica del instrumento. Pero primero fue la actitud, porque por mucha técnica que tengas sin actitud estás totalmente perdido”. Eric se refiere a su trabajo con Los Planetas, pero podría aludir a cualquiera de las bandas con las que ha participado. Un mandamiento que lleva a rajatabla y queda demostrado a la hora de comprobar aportaciones tan dispares, a la par que temperamentales, como las de Enrique Morente en ‘Omega’ con Lagartija Nick o en directo con Fangoria.
4. “Muchos artistas se pasan al misticismo y prueban otras religiones. Empiezo a dudar de si lo hacen porque se han convertido o para estar más cerca de Dios y sentirse como Él. La música amansa a las fieras, pera a veces las fabrica”. En este capítulo titulado “¿Dios existe?”, en clara referencia a ‘¡Dios Existe! El Rollo Mesiánico de Los Planetas’, Eric sabe de lo que habla. Por un lado porque fue cofrade de muy joven de la iglesia de la Soledad y la congregación de las Damas Apostólicas, atraído por el influjo de los tambores de Semana Santa. Y por otro, ¿quién no recuerda la polémica con Bob Dylan? Ambos episodios tienen gran relevancia, no solo por lo polémico o por lo detallado del relato, sino porque se aprecia la reflexión que deja el tiempo transcurrido, como también sucedió con las declaraciones en el concierto homenaje a Carlos Berlanga.
5. “De hecho, desde hace cuarenta años mi desayuno es una Fanta de Naranja con tostada al gusto”. Con esta se reflejan los hábitos diarios de Eric. Las hay sobre perfumarse antes de un concierto, llorar y comer al mismo tiempo, o sobre ataques de ira influenciado por ‘El Club de la lucha’; siempre saliendo de su boca a borbotones, como un torrente, con la misma energía que golpea la batería, en un tono tan generoso como la devoción que siente por su hija Gabriela. 8.
Lista de canciones que nombra Eric en este libro disponible en Amazon, por orden cronológico: