‘A Silent Voice’, que se estrena ahora con bastante retraso (se pudo ver en Sitges), tiene una particularidad: es un anime hecho casi exclusivamente por mujeres. Está basado en un manga escrito por una autora (Yoshitoki Oima), adaptado por una guionista (Reiko Yoshida), dirigido por una animadora (Naoko Yamada) y producido por una compañía, Kyoto Animation, fundada por una mujer, Yoko Hachida. Teniendo en cuenta el tradicional machismo de gran parte de la animación japonesa, que sigue viviendo muy a gusto bajo la falda de una colegiala, es un dato a tener en cuenta.
Acoso escolar, depresión, suicidio. Estos temas, que jamás aparecerían en una película de animación de Hollywood, son los que articulan este melodrama sobre la angustia y la fragilidad emocional adolescente. Por medio de una narración fragmentada y elíptica, que mezcla de forma muy sugerente líneas temporales y puntos de vista (hay una voluntad de retrato generacional subrayado por ese ‘My Generation’ de The Who que suena al principio), la directora construye un relato de amor y culpa lleno de sensibilidad y sutileza; un doloroso camino de expiación y redención que, a pesar de ser un poco largo y tener demasiadas rotondas, alcanza picos de emotividad capaz de encoger el pecho hasta a un ultra de un equipo de fútbol ruso.
Como ya nos tiene acostumbrados la animación japonesa, la riqueza visual de ‘A Silent Voice’ es apabullante. La inventiva estilística que exhibe Yamada tiene su mejor ejemplo en su expresiva y poética utilización de los haces y reflejos lumínicos, y en un recurso narrativo de enorme eficacia dramática: esas cruces que tachan los rostros de los compañeros del adolescente protagonista y que irán cayendo al suelo conforme vaya subiendo su autoestima y capacidad empática. Teniendo en cuenta la edad de Yamada, 33 años, me pregunto: ¿y si el heredero del trono del anime, dejado vacante por Hayao Miyazaki, fuera una heredera? 8.