Cine

‘La enfermedad del domingo’: el límite de la credibilidad

Estrenada en la sección Panorama en la Berlinale y despertando diversidad de opiniones, la última película del malagueño Ramón Salazar narra una complicada relación materno-filial marcada por el dolor y por el paso del tiempo. Anabel, interpretada por Susi Sánchez (que ya trabajó con el cineasta en ‘10000 noches en ninguna parte’, y en un pequeñísimo papel en ‘Piedras’) abandonó a su hija Chiara (Bárbara Lennie) cuando esta tenía apenas ocho años. Más de treinta años después, Anabel se ha convertido en una mujer de alto nivel social y económico, y ha rehecho su vida formando una nueva familia. La llegada de Chiara le pilla por sorpresa, sobre todo, por su petición de pasar diez días juntas.

Bajo esta premisa, Salazar pretende elaborar un drama solemne e intenso sobre la huella imborrable que deja la ausencia de una madre, especialmente a una edad tan temprana. Sin embargo, lo que debería ser un tenso análisis sobre las relaciones familiares, se convierte, desde sus primeros minutos, en un auténtico festival de lo inverosímil. El mero argumento en el que la película intenta vertebrarse, es de por sí, bastante difícil de creer, principalmente, porque no hay una construcción de personajes sólida que nos lleve a entender el porqué de todo esto. La película comienza poniendo en contraste las dos opuestas formas de vida que tienen las protagonistas: un ambiente rural y uno muy burgués, aunque ambos filmados con el mismo ensimismamiento y voluntad de trascendencia. Es en ese afán de sentar cátedra en cada plano, donde ‘La enfermedad del domingo’ encuentra el mayor de sus defectos, en esa búsqueda de crear belleza en imágenes cuando narrativamente no hay nada a lo que agarrarse. Por eso, la cuidada y preciosista fotografía de Ricardo de Gracia, queda eclipsada por el ego de un autor que siente la necesidad de demostrar en todo momento que está haciendo una gran película.

La imposibilidad de creerse algo de lo que sucede en pantalla deja momentos tan desconcertantes y dramáticamente impostados, que producen el efecto contrario; una risa incómoda, un “pero ¿qué es esto?”. Los notorios esfuerzos de unas implicadas Susi Sánchez y Bárbara Lennie resultan en balde, pues la película parece oprimir sus capacidades interpretativas en favor de la engolada y pretenciosa puesta en escena, impidiendo que den lo mejor de sí mismas. No obstante, se aprecia perfectamente su empeño en poner alma a esos personajes y la confianza depositada en su director, pero poco o nada pueden hacer con los limitados recursos de una propuesta formal tan artificiosa que las ahoga. Todo parece fuera de tono, como ajeno a la realidad, cuando hay una clara vocación de realismo.

‘La enfermedad del domingo’ se ve lastrada por una grandilocuencia que invade todo el metraje. Su intento de dotar de intensidad y desgarro a la historia es totalmente fallido, ya que nada funciona a nivel dramático. Esa solemnidad con la que está concebida parece estar al servicio de la nada. 4.

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Publicado por
Fernando García