Dejada ya bien atrás la época en la que se gastaba 2000$ por semana en drogas, el guitarrista neoyorquino establece en ‘Francis Trouble’ una extraña conexión con una especie de alter ego imaginario, que le permite desdoblarse sobre sí mismo para mirarse en una suerte de espejo confesionario. Mediante esa herramienta, por tanto, repasa varios asuntos más o menos tormentosos de su vida: desde un tipo de amor corrosivo y asfixiante del que debe haber sido víctima en la acogedora ‘Tea for Two’, en ‘Muted Beatings’, donde se respira cierta urgencia, y en una gamberra y destartalada ‘Screamer’, hasta un sentimiento de incomprensión y desconexión del mundo en ‘Strangers’, cuya morfología, paradójicamente, es ligera, despreocupada y en apariencia feliz.
También pasa, obviamente, por planteamientos nostálgicos para con su hermano, hablando de una complicidad que no existió en ‘DvsL’, otra pieza juvenil que recuerda poderosamente a ‘Lust for Life’ de Iggy Pop, y, especialmente, en ‘Stop and Go’ –“Wish we could have become friends / With cops smoking their cigarettes / (…) We made a plan but had no time”– y en ‘Rocky’s Late Night’, una preciosa canción con cadencia emocional y guitarras cálidas y envolventes en la que intenta poner cara a un vacío indescriptible. Pero el culmen de ese ejercicio de introspección y confesión llega en el último corte, ‘Harder, Harder, Harder’, donde se habla a sí mismo(s) abiertamente y mezclando primera y segunda persona sobre actitudes del pasado: “I watched you learn to live as I just rolled the dice / Never trying hard enough with such fear in failure / What’s funny is that I was worried about all the wrong things” o ese inequívoco verso que dice “No es fácil de explicar cuando estás atrapado en la vida / No es fácil explicar lo que tienes en mente”.
Luego, desde el punto de vista formal, las canciones de ‘Francis Trouble’ funcionan muy bien a la sombra del estilo inconfundible de The Strokes. Fogonazos de post-punk revival que se ajustan a nuestra piel con la comodidad y soltura de unas bermudas, una camiseta de tirantes y unas chanclas de verano. Canciones sencillas pero invencibles como ‘Far Away Truths’, directas y emotivas como ‘Set to Attack’, con los pellizcos de guitarra típicas como los de ‘Rocky’s Late Night’ o con la frescura de ‘Strangers’. Hammond no inventa absolutamente nada, pero consigue volver a hacer lo que ha hecho una y mil veces y que siga sonando refrescante. No vamos a entrar a valorar aquí el momento en el que se hallan The Strokes, sobre si merece más la pena que continúen sacando discos o que cada uno de sus integrantes siga por su cuenta. El caso es que Albert Hammond está haciendo valer su talento para que no echemos tanto de menos al mítico quinteto de Nueva York, que tan solo han publicado un EP en los últimos cinco años. A falta de unos The Strokes con el gancho de los ’00, nos contentamos con un Albert Hammond Jr. en plena forma.
Calificación: 7,2/10
Lo mejor: la emoción de ‘Rocky’s Late Night’, ‘Set to Attack’ o ‘Tea for Two’, la sonoridad de ‘Far Away Truths’ o ‘Muted Beatings’ y el ejercicio de sinceridad de ‘Harder, Harder, Harder’.
Te gustará si te gustan: The Strokes, obviamente, y toda aquella generación de bandas post-punk revival de los años ‘00.
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