Hoy llega su tercer álbum en solitario y Gaz Coombes continúa haciendo cada vez más complejo su discurso. Influido por el hecho de vivir con su esposa y dos hijas, por el movimiento #MeToo y por el libro ‘La caída del hombre’ de Grayson Perry, ha decidido hacer un disco que reflexiona sobre la masculinidad y los roles de género, como revela desde la misma primera pista, la titular, ‘World’s Strongest Man’, en la que canta «llámame si hay fuego / pero no me llames si quema mucho», «no me llames si tu pelo se vuelve canoso / estaré estrellando el coche» o «no me llames si hay problemas / estaré en casa viendo alguna mierda en la tele».
Es curioso recordar que se dijera del álbum perdido de Supergrass que tenía influencias kraut, pero Coombes indica en las entrevistas que era en un sentido muy distinto a lo que encontramos ahora en pistas de ritmos motorik como el single ‘Deep Pockets’. Aquel divertimento de versiones perpetrado a finales de la década pasada llamado The Hotrats, con la colaboración de Nigel Godrich, productor de Radiohead, parece haberle servido de mucho a Gaz, y el acabado de estas nuevas canciones invita tanto a la intimidad, al recogimiento y a la vez al desasosiego como las producciones más hermosas de ‘OK Computer’.
Hay, además, como en aquel disco, un interés por vincular los temores personales, la crisis de la mediana edad, el encontrarte de nuevo «demasiado colocado en el asiento de atrás otra vez» porque no puedes «evitarlo» (la misma ‘Deep Pockets’); con el desencanto que genera la clase política. Así, ‘Wounded Egos’ muestra a Coombes «esperando como un idiota» a que las cosas cambien, con una mención explícita a «los psicópatas de la derecha». La angustia por la llegada de la máquina de ‘Fitter Happier’ es casi la misma que encontramos en ‘Oxygen Mask’, un título muy Radiohead que habla de drones y «coches sin conductor en Florida».
Coombes como letrista a veces es demasiado obvio y a veces demasiado abstracto, pero, a cargo de casi todos los instrumentos del disco -incluso le ha dado por aprender a tocar el violín, si bien se ha acompañado de violinistas profesionales a su vez-, sí ha conseguido dar un acabado muy poético y contemplativo desde el punto de vista de la producción. ‘Shit (I’ve Done It Again)’, guiño inconsciente a Britney Spears aparte (ojo, el humor es muy importante para él), cuenta con alteraciones vocales propias de la faceta triste de Daft Punk. ‘Slow Motion Life’, llevada por un piano un tanto Beatles, contiene ese mismo «huracán de violines» a que alude la pista anterior, muy contenidos, trasladándonos a esa altura desde la que Coombes contempla su vida con gran pesar e incertidumbre; y ‘Oxygen Mask’ es una delicia en tanto que no se limita a ser un contrapunto acústico en el disco, sino que su textura está llena de matices aportados por vientos, efectos electrónicos o palmas.
No por el carácter experimental de pistas como ‘The Oaks’ se ha renunciado al estribillo y los de ‘Deep Pockets’ o el autocoro en falsete de ‘Walk The Walk’ se quedan enseguida, mientras en la segunda mitad, con menos singles potenciales que la primera, la desbocada ‘Vanishing Act’ contrarresta el peso de la mencionada ‘The Oaks’, dedicada a su madre, fallecida hace unos años, y la final y más inasible ‘Weird Dreams’. Puede que no se note tantísimo que Gaz Coombes ha pasado los últimos tiempos obsesionado con ‘blonde’ de Frank Ocean, pero lo seguro es que, de los artistas de la generación Brit Pop, es uno de los que menos ha perdido la inquietud.
Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Deep Pockets’, ‘Wounded Egos’, ‘Walk the Walk’, ‘Slow Motion Life’
Te gustará si te gusta: Radiohead, The Velvet Underground, Stereolab
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