Esta segunda semifinal de Eurovisión ha estado marcada por la aparición del rock en varias de sus formas. Los metaleros de Hungría han hecho uno de los shows más llamativos, recordando a aquel momento en que Lordi se hicieron con la victoria, aunque sin sus trucos escénicos. Aun así, la energía mostrada por AWS sobre las tablas se pega y su actuación ha sido una de las más entretenidas y recordables de la noche. También ha dado muchísimo la nota Moldavia. Hay que olvidarse de la canción en este caso, porque ni dice ni molesta: lo que importa es su vistosísima puesta en escena. Una matrimoniada que juega con el trío cantante y sus tres dobles detrás de un biombo con puertas y ventanas que sugieren, muestran y esconden, durante sus 3 minutos de duración. Hay quien dirá que su show es blando e ideado por José Luis Moreno, pero hey, ¿hemos visto antes una simulación de penetración en Eurovisión?
Al rock que decíamos ha contribuido Dinamarca con su show de nieve, bandera blanca y maquillaje más blanco todavía; Holanda con un tema country-rock inocuo muy Bon Jovi; y Ucrania cerrando con un show a lo conde Drácula que, la verdad, ha de pasar para arrancar a todos nuestros colegas y familiares unas risas el próximo sábado. Las tres se han clasificado.
Suecia ha llevado una puesta en escena de neones como siempre modernísima, aunque al primo pequeño de Ingrosso le falta carisma para llenar el escenario. Entre los que partían como favoritos además de Moldavia y Suecia, no ha decepcionado el otrora ganador Alexander Rybak desde Noruega, con una puesta en escena con sobreimpresiones en la estela de ‘Heroes’. Eso sí, la canción -mona, como él- se hace inexplicablemente larga. Aunque no haya pasado, notable ha sido el montaje de la balada a lo Lana del Rey de Letonia, que nos ha dado todo lo que Bélgica no quiso darnos en la primera semifinal.
Sensaciones agridulces ha dejado Australia, con un desmadre de cantante y vestido que no pegan nada con una canción que de otra manera podría resultar notable; Eslovenia y su falso final, mucho mejor hecho eso sí que el de Barei; Malta y su cubículo en rojo de locura; o Polonia. Su canción era medio moderna, pero la puesta en escena con DJ estaba muy desperdiciada y no puede ser más holgazana y reiterativa. Australia y Eslovenia han pasado, pero Malta y Polonia, no.
Entre los grandes aburrimientos y despropósitos, la fantasía de máscaras y maniquíes de Rumanía, el rollo étnico de Serbia (clasificado, eso sí), el volcán de Rusia que se habría pisado con el de Estonia, esa canción de Georgia que da ganas de abrirse un turrón o peor, unas peladillas, y la visita en canción y vestuario a Eurovisión 1989 de Montenegro. Mención especial para San Marino, un completo sinsentido con pop, rap, robots, mensaje anti-bullying y otro sobre que «el tamaño no importa»… «a veces». No dejen de disfrutarlo ya en Youtube.