La primera jornada de Primavera Sound 2018, la del jueves, destacó por las esperadas actuaciones de Nick Cave & the Bad Seeds, Björk, Amaia Romero y The War on Drugs. También deslumbraron Sparks, Fever Ray y Chvrches, aunque Kelela, así como la banda de Adam Granduciel, no lograron convencer al 100%. Foto Kelela: Paco Amate
La jornada del jueves comenzaba con Vagabon, una de las propuestas más singulares dentro de las nuevas promesas del rock indie. Es el proyecto de Laetitia Tanko, procedente de Camerún y actual residente en Nueva York. Su voz quebrada se mezcla con algunos toques étnicos y guitarras eléctricas creando un sonido curioso, y a menudo, potente. Presentaba ‘Infinite Worlds’, su álbum debut, que aunque ofrece sonidos interesantes, aun no ha conseguido ninguna canción para el recuerdo. Es por ello que su directo, pese a su original registro vocal y el buen hacer de sus músicos, dejó algo indiferente. Probablemente en el futuro, consiga elevar su estilo y conseguir la chispa que necesita para conectar mucho más con el público. Fernando García
En uno de los escenarios principales actuó por la tarde (Sandy) Alex G, antes conocido como Alex G a secas y por canciones tan bonitas como ‘Brite Boy’. El chaval de Havertown presentó su aclamado álbum ‘Rocket’ arropado por un sol muy agradable, que conformaba el clima ideal para disfrutar de canciones de pop-rock tan relajadas y despreocupadas -aunque llenas en sus letras de angustia adolescente- como ‘Proud’, ‘Bobby’ o ‘Soaker’. Jordi Bardají
En uno de los escenarios principales, las chicas de Warpaint se encargaron sobre las 8 de la tarde de crear una atmósfera casi onírica con su sofisticado dream pop. Hicieron un setlist con las canciones más relevantes de la banda pero prestando especial atención a su álbum homónimo, del que tocaron cinco canciones. ‘Disco//Very’ sonó especialmente mágica y supuso un cierre perfecto a un concierto accidentado, ya que durante una de las canciones, uno de los altavoces dejó de funcionar (provocando un fuerte ruido). Pese a todo, se lo tomaron con humor, y sobre todo, con suma profesionalidad. Continuaron la canción de forma tan convincente, que uno no se acordaba del incidente hasta que se restauró el sonido. La gente bailaba y cantaba las canciones, y ellas no podían sentirse más cómodas en el escenario, disfrutando al máximo de esa conexión entre banda y público. Combinaron la dulzura y calma de baladas como Billie Holiday, de su primer EP ‘Exquisite Corpse’, con otros temas más cañeros y bailables como ‘New Song’. El resultado fue toda una demostración del talento y seguridad que transmiten con cada canción. Fernando García
El show de Sparks fue, de lejos, mi preferido de la jornada (y probablemente, de todo el festival). Ron y Russell mostraron su faceta más enérgica y glam-rock en un concierto en que conjugaron con absoluta maestría presente (el estupendo ‘Hippopotamus’) y pasado (hits por un tubo). Con una banda soberbia, cuyos miembros apenas debían llegar a la treintena, todos vestidos con chaquetas de color rosa… excepto Ron, que lo lucía en su corbata, impertérrito tras sus teclados. Russell, en contraste, exudaba energía, chorrazo de voz (increíble comprobar cómo sigue llegando a todos los tonos y canta como quiere). ‘What the Hell in This Time’ sonó como un tiro, ‘The Missionary Position’ e ‘Hippopotamus’, tan deliciosamente repetitiva como la original, se corearon como clásicos. Pero para despiporre absoluto, ‘The Number One Song in Heaven’ en que, de repente, el impávido Ron (sólo lo vi sonreír fugazmente una vez) se levanta de detrás del teclado, se planta en medio del escenario, nos mira desafiante, se quita la corbata, la lanza al público… y rompe a bailar a saltos ante el alborozo general. Jefazo. Y claro, la apoteosis llega con ‘This Town Ain’t Big Enough for Both of Us’, ejecutada (y cantada) a la perfección. La sonrisa de Russell cada vez es más ancha y el cierre con ‘Amateur Hour’ es ya una locura. A Russell y Ron se les nota claramente emocionados por la recepción, nosotros no podemos ser más felices. Una gozada comprobar que el carisma de los hermanos Mael continúa intacto. Mireia Pería / foto: Paco Amate
Kelela aparece en el escenario Ray Ban bellísima, con un espectacular vestido blanco. Su presencia escénica es delicada pero fiera, elegante, y a la vez sensual. Lástima que su concierto no esté a la altura de su carisma, ya que resulta soso y su R’n’B satinado parece demasiado plano, excesivamente cadencioso. Una pena, porque el inicio con ‘LMK’ promete mucho. Ella y sus dos coristas, de blanco también, ejecutan una exquisita coreografía, remedando un poco las de Solange del año pasado, mientras un único DJ va lanzando las bases y la música. Los graves retumban demasiado y tampoco ayuda. La cosa parece animarse un poco hacia el final; ‘Take Me Apart’ es contestada con júbilo por parte del público y el cierre con ‘Rewind’ logra remontar el vuelo. Mireia Pería
Presentando su último y estupendo disco ‘A Deeper Understanding’, los americanos The War On Drugs comenzaron con ‘In Chains’ y continuaron con ‘Pain’, que para quien escribe esto, es una de las mejores canciones del pasado año. Sin embargo, y pese a la evidente calidad musical, algo impedía que la emoción que nos transmiten en estudio se repitiera en directo. La voz de Adam Granduciel no siempre estaba a la altura. De hecho, los momentos únicamente instrumentales funcionaron muchísimo mejor, y la clara evidencia era que la mayoría del público se animaba de repente, después de llevar unos cuantos minutos hablando sin prestar mucha atención o simplemente aburridos. Solo sonaron temas del último álbum y de ‘Lost in the Dream’, donde la que más brilló fue ‘Red Eyes’. La ausencia de ‘Holding On’ -por ejemplo-, uno de sus temas claves, no se entiende. Fue un setlist extraño y poco acertado. Y un concierto que pese a la impecable técnica, se sintió monótono y plano. Una decepción. Fernando García
Es una pena la brevedad de la gira de ‘Utopia’ de Björk, porque el espectáculo que ha diseñado la islandesa en presentación de este trabajo es digno de ver no, lo siguiente. Es, sin duda, uno de los shows más sofisticados y teatrales que ha realizado en su larga carrera, si no el que más. Asombra, en primer lugar, una puesta en escena que simula ese mundo extraño y utópico ideado por Björk, lleno de grandes flores, arbustos y el ufano cantar de los pájaros y ambientado en parte por la música de Viibra, su grupo de flautistas-ninfas, con las que Björk realiza a menudo extrañas coreografías, y un arpa. Y en el centro de todo, claro, una Björk en estupenda forma vocal que desgrana la mayor parte de ‘Utopia’ con autoridad y sobre todo una pasión desbordante y arrolladora en temas como ‘Arisen My Senses, ‘The Gate’, ‘Blissing Me’ o la conmovedora ‘Tabula Rasa’. No sorprende, por otro lado, la selección de clásicos para este show: ‘Human Behavior’ (recuperada 11 años después) e ‘Isobel’ ya tenían un punto selvático, y encajan en el repertorio de ‘Utopia’, eso sí, destacando por su carácter cien por cien pop. La única pega es que, en lugar de repasar ‘Utopia’ casi en su plenitud, Björk no prefiriera interpretar otros clásicos (sí cayeron ‘Pleasure is All Mine’ y ‘Wanderlust’) que hubiera sido un gusto escuchar con los nuevos arreglos de esta gira, como ha sucedido en conciertos previos en los que, por ejemplo, ha sonado una versión con flautas de la eterna ‘Anchor Song’. Jordi Bardají / foto: Santiago Felipe
Karin Dreijer, Fever Ray, nos demuestra que puedes montar un gran espectáculo con un palo y una caña, siempre que te acompañen toneladas de imaginación. El show es impactante a nivel visual, simplemente gracias a la interacción entre ella y las coristas (coreografías y magreos incluídos) y los disfraces que usan. Karin va de Harley Quinn de frenopático, las cantantes de apoyo, una de culturista hipertrofiada y otra de superheroína demente. La banda (completamente femenina), programaciones y dos baterías, no van a la zaga. Si ya en ‘An Itch’ se arrancan con pasos de zumba, el ‘When I Grow Up’ en clave samba es divertidísimo a la par que siniestro. Porque esa es la tónica del concierto; tropicalismo enfermizo pero jovial y alegría queer erótico-festiva. En ‘Falling’ hay tocamientos y lascivia, bailes estupendos en ‘Wanna Sip’, conato de sevillanas chungas en ‘To the Moon and Back’, que desata los bailes del personal (y acabamos coreando lo de “I want to run my fingers up your pussy” como si no hubiera un mañana), batucada aceleradísima en ‘IDK about You’… Karin retorna un momento a los aires de su debut en ‘Red Trails’, mientras una de las coristas ejecuta bailes alados y, sobre todo, en un ‘If I Had a Heart’ simple y subyugante. Pero enseguida retornan a la cumbia y el calor en ‘Mama’s Hand’ y ‘I’m Not Done’. Un concierto divertidísimo y liberador. Mireia Pería
El alemán Nils Frahm, con motivo de su nuevo álbum de estudio, ‘All Melody’, trajo al Primavera Sound su particular electrónica. Su registro va desde el ambient más delicado a la electrónica experimental. Verle actuar rodeado de teclados y de instrumentos de todo tipo y moviéndose de un lado a otro es digno de admiración, pero lo es aun más escucharlo. En todos sus temas consigue sonidos sofisticados, elegantes y evocadores. Su ‘All Melody’ fue algo realmente espectacular, una pieza de 9 minutos en la que podría resumirse toda su música. Es un verdadero privilegio ver cómo la electrónica es capaz de reinventarse una y otra vez, porque las posibilidades son infinitas. Y Nils Frahm es uno de esos nombres imprescindibles que no dejan de sorprender con cada nuevo trabajo. Fernando García
Chvrches agradecieron a su público que se quedara en el festival hasta pasadas las 2 de la madrugada para verles, pero como para no: menudo conciertazo se marcaron los escoceses presentando su nuevo disco, ‘Love is Dead’, elevados sobre todo por el carisma de una Lauren Mayberry que a cada concierto se confirma como un icono generacional absoluto a la altura de una Dolores O’Riordan, de una Shirley Manson o de una Karen O. Sin duda, anoche nadie pudo quitarle los ojos de encima a Mayberry mientras cantaba ‘Grafitti’, ‘Recover’, ‘Leave a Trace’ o ‘The Mother We Share’ porque toda la pasión presente en estas canciones la encarnaba ella en el escenario. La fuerza y energía de estas sofisticadas canciones de synth-pop generó uno de los conciertos más vibrantes del festival, culminando, por supuesto, en ‘Clearest Blue’ y un espectacular subidón capaz de resucitar a un muerto. Jordi Bardají / foto: Sergio Albert
Aquejado de algún que otro problema técnico -a menudo su voz se oía demasiado baja, como ahogada-, Vince Staples presentó en Primavera Sound su disco ‘Big Fish Theory’, reafirmándose como una de las presencias más carismáticas y autoritarias del hip-hop actual. Es impresionante simplemente verle rapear, imponente, unas canciones que se elevan en directo como pocas y cuyas vibrantes y modernas producciones hacen bailar al personal a la vez que lo sumen en una atmósfera de tensión y amenaza. Una atmósfera reforzada, a su vez, por una puesta en escena compuesta por una proyección que muestra varios televisores encendidos y apagados, aportando un tono distópico al show. Jordi Bardají
Al contrario que en su último show en Madrid, esta vez no hubo problemas técnicos en el concierto de Bad Gyal, que con su micro de diadema funcionando perfectamente pareció anoche Christina Aguilera circa 2000 aunque, cada vez que hablaba con el autotune puesto, a quien se parecía era a Stephen Hawking. Alba Farelo presentó ‘Worldwide Angel’ y sorprendió por un show coreografiado de principio a fin, porque Bad Gyal podrá gustar más o menos, pero la tía no para en el escenario y, junto a sus bailarinas y MCs, se pega unas coreografías dignas de una clase de Zumba, cuando no de una fiesta de dancehall o de twerking. A menudo, todos estos movimientos suceden al mismo tiempo y cabe preguntarse cómo puede ser que esa “blonde weave” que llevaba Farelo no terminara volando por los aires en algún momento. Fue un espectáculo, en una palabra, atlético, ideal para la presentación de las calurosas canciones que conforman el repertorio de Bad Gyal, entre las que destacaron ‘Jacaranda’, ‘Blink’, ‘Tra’ y por supuesto la final ‘Fiebre’, ya un clásico. Jordi Bardají