La historia que cuenta ‘Killing Eve’ es la misma de siempre, la de cientos de thrillers con asesinos perturbados: detective persigue a psicópata, y psicópata persigue a detective. La diferencia estriba en cómo está contado este juego del ratón y el gato. Lo primero que llama la atención es su dúo protagonista. Detectives ha habido muchas en las ficciones policíacas, con la Clarise de ‘El silencio de los corderos’ como gran referente. Pero asesinas sádicas y chifladas, pocas. Y que coincidan las dos, aún menos. El duelo –interpretativo y dramático- entre la gris y entregada agente del MI6 Eve Polastri (una estupenda Sandra Oh), y la glamourosa (atención al repertorio de vestidos) y sádica asesina a sueldo Villanelle (una magnética Jodie Comer), es uno de los puntos fuertes de la serie. La tensión sexual, intelectual y emocional que se establece entre ambas traspasa la pantalla como un cuchillo de sushi.
Lo segundo que sobresale de ‘Killing Eve’ es su estilo audiovisual. Las canciones de Julia Michaels, Cat’s Eyes, Cigarettes After Sex, el español Pshycotic Beats o Unloved (las más numerosas), ofrecen contrapuntos irónicos e inyectan densidad dramática a unas imágenes llenas de inventiva estilística y fuerza metafórica. En los asesinatos es donde se concentran las mayores dosis de creatividad en la puesta en escena. Cada capítulo ofrece uno o varios crímenes, con secuencias muy llamativas en las que se combina de manera muy armoniosa lo bello con lo siniestro, la elegancia formal con el contenido macabro.
Pero, sin duda, el aspecto que más destaca de la serie es su mezcla de tonos. Un mismo capítulo puede ser emotivo, trepidante, sangriento y cómico. Su discurso frívolo e intenso. Su narración ligera y espesa. No es fácil equilibrar tantos vaivenes dramáticos en tan poco tiempo (cada capítulo dura unos cuarenta minutos). Y Waller-Bridge lo consigue. Lo que más se resiente de esta ambición es su intriga, una trama de espionaje internacional algo desabrida. Sin embargo, lo compensa con una fabulosa caracterización de personajes (incluido los secundarios), unos giros de guión muy bien administrados y un extraordinario sentido del humor presente desde la primera a la última secuencia. Como era de esperar, la segunda temporada ya está en marcha. 8’5.