En su nuevo disco, ‘No Shame’, la cantante no ha perdido esa capacidad de traspasar una experiencia concreta y personal a la universalidad de una canción. Como ya se veía en algunos de los adelantos como ‘Lost My Mind’, su reciente divorcio ocupa parte de las letras del largo, y la canción más emocionante al respecto es ‘Apples’.
Una sencillísima y minúscula línea de guitarra eléctrica sirve para que Lily Allen recree una sensación de intimidad y confesionalidad absolutas, mientras va relatando la decadencia de su relación marital. “¿Te acuerdas de cuando estábamos en mi viejo piso y nos pasábamos el día en la cama teniendo sexo y fumando? Han pasado muchas cosas desde entonces, ojalá pudiéramos volver”, comienza diciendo, antes de excusarse en el estribillo: “es un cliché que lo diga, pero nunca quise romper tu corazón / yo tengo la culpa de toda tu tristeza”. En la segunda estrofa continúa, justificándose: “tuve que hacerlo, los dos estábamos deprimidos / al final ni siquiera teníamos sexo / tenía la sensación de que lo único que se me daba bien era firmar los cheques”.
‘Apples’ cuenta con una tercera estrofa en la que Lily Allen hace el conteo, año a año, de cómo ha sido su relación: “el primer año me diste tus llaves, el segundo me pediste la mano, el tercero nos fuimos a vivir al campo, el cuarto me diste mis preciosos bebés, pero fue demasiado para mí”. Y cuando creías que la canción no podía ser más bonita, Lily Allen termina haciendo una analogía con sus padres: “ahora estoy exactamente donde no quería estar / no soy más que como mi madre y mi padre”. Con la repetición de la última frase, el refrán “la manzana nunca cae lejos del árbol”, la artista puede estar excusándose en sus genes, pero también muestra su temor de fallar a sus hijas como ella sintió que le pasaba con su propia familia, pues su padre abandonó el hogar familiar cuando Lily tenía solo cuatro años. La mayor cumbre emocional de un álbum en el que cabe una pista en la que se pone en la piel de sus hijas, ‘Three’.