Música

LCD Soundsystem hacen el mejor concierto de Sónar 2018

La edición de 25 aniversario de Sónar ha reunido a 126.000 asistentes, la cifra más alta de la historia del festival. Por otro lado, se ha desvelado que Sónar 2019 y Sónar+D se celebrará los días 18, 19 y 20 del mes de julio, pero el festival volverá a sus fechas habituales los días 18, 19 y 20 de junio en 2020.

IAMDDB maneja varios tics de la generación Instagram; se muestra simpática y cercana, suelta su rollo y busca la complicidad con su público. Demasiado incluso, porque interacciona exageradamente con él; tanto que a ratos hasta parece forzado. Entre canción y canción se come unas chuches, nos dice que se va a quitar los zapatos, nos pregunta que si nos lo pasamos bien, que si fumamos yerba, se enciende una barrita de incienso, se abraza a las primeras filas, nos enseña un porro que le han dado, se lo fuma, etc. ¿Su música? Mayoritariamente r’n’b sedoso, de dormitorio, de duración breve (todas las canciones las acaba abruptamente), con bases lanzadas por un señor con gesto de funcionario aburrido. Ella cuando canta tiene una presencia ágil y divertida y muestra una buena voz, pero quizás todo es demasiado random (voz y canciones) y aún le falte un punto de personalidad que sustenten tanta verborrea. Mireia Pería

A Rels B sí que se le nota naturalidad en su contacto con el público. Bien acompañado por Buco como MC, Itchy de dj y una vocalista (Jenny, aunque se me escapa el nombre de su colectivo), ofrece un show divertido, fluido. Y eso que empieza de lo más accidentado, porque durante tema y medio no se le oye la voz… hasta que la insistencia de la concurrencia hace que pare y se dé cuenta del fallo. “Y yo que me lo estaba pasando de puta madre… ¡Gracias, señor técnico!”. Todo sin abandonar su eterna sonrisa. Él es superexpresivo, el resto de sus acompañantes no le va a la zaga (y con qué devoción se los mira), y va lanzando su hip hop espumoso, con punch y collejas simpáticas (y alguna que otra muestra de misoginia; no todo es perfecto); ‘Flakk’s plan’, ‘Love It’, ‘Tienes el don’… Presenta un nuevo tema que se titula ‘Euromillón’, nos pide ayuda para que suplamos a Dellafuente en ‘Buenos genes’, se pone a cantar ‘María María’ de Santana… hacia el final, nos presenta un cuerpo de baile formado por cuatro chicas jovencísimas vestidas de runners en ‘Reina de Pikas’ y ya se quedan todo el resto del set, hasta un ‘Es mejor’ celebradísima, en que el resto de crew acaba participando en las coreografías. Mireia Pería

Cornelius en el Sònar Hall ofrece un show bonito de ver (grandes audiovisuales y juegos de luces) y bonito de escuchar (la banda toca a la perfección y hacen gala de un sonido diáfano), pero al final carente de alma. La música del japonés, que presenta nuevo álbum –‘Mellow Waves’- tras doce años, es de una ejecución espléndida. Mimetiza sonidos de free jazz, pop psicodélico, bossa nova, funk con momentos de ruido de rock duro e incluso death metal, creando algo así como una banda sonora retrofuturista, compendio del s. XX. Pero, como he indicado al principio, a ese tejido sonoro tan bien bordado, tan hermoso, le falla el alma y desdibuja finalmente el gozo que pudiera ofrecer. Mireia Pería

Esta vez el llenazo de Nathy Peluso sí que lo vi venir, así que llegué con antelación, antes de que el acceso se colapsara. Está claro que el escenario Sònar XS se queda excesivamente XS a la diva argentina. Las cortinas doradas que adornan el espacio y la cabeza de ciervo se ajustan a la perfección a su visión melodramática de la música urbana, a esa mezcla de bolero con hip hop. En directo su voz suena más rica y desgarrada. “¡Soy una sandunguera romántica!” nos espeta tras entonar ‘Hot Butter’. Está contenta de ver a tanta gente y lo demuestra con intensidad: “A mí me gusta la sabrosura”. Y lo clásico, porque bien se pone a cantar ‘Bang Bang (My Baby Shot Me Down)’ o nos interpreta una versión un tanto sui generis de ‘Dos gardenias’, como te suelta todo un pregrabado de salsa que suena como si tuviéramos a la Fania en el escenario, mientras ella baila sin freno. Y como para corregir tanta tradición, nos arrastra con fuertes ritmos hip hop, aparcando lo latino, en ‘Corashe’. La próxima vez espero poder verla en un escenario grande. Mireia Pería

Mi paradoja con LCD Soundsystem es que me gustan moderadamente en disco, pero me entusiasman locamente en directo. No es para menos; James Murphy y los suyos crean una máquina rítmica tan magnética, y Murphy canta con tal devoción que es imposible no sucumbir. Y la noche del sábado en Sònar Hall no iba a ser excepción. La banda emerge, James se quita la chaqueta, luce su aspecto desastrado de siempre -pero, ojo que cuida lo esencial; durante la sesión de Despacio de esa misma tarde estaba usando una mascarilla para proteger su garganta-, golpea la batería con una baqueta, comienza ‘Get Innocuous’ y ya somos suyos. La bola de espejos que adorna el escenario enloquece en mil reflejos, como la música y el público. Así, Murphy va desplegando todas sus querencias (Talking Heads y New Order, postpunk y funk, disco y technopop) a través del mecanismo sónico perfecto, ejecutando versiones maxis con un sonido contundente, impecable. Es divertido ver cómo la banda ejecuta la avalancha rítmica de manera casi impasible, mientras Murphy se aferra a su micro a su característica manera, se deja llevar, se retuerce desatado. Y el público se desata también. Sólo hay que ver cómo coreamos “We won’t be your babies anymore” en ‘You Wanted a Hit’. No hay pausa entre canción y canción ni interacciones innecesarias con el público, tampoco las queremos. James vocifera, nos sumerge en una galaxia paralela, nos da subidones perpetuos, pero de los de verdad. Difícil destacar un momento álgido, porque todo el concierto lo es, todo suena a hit definitivo. Me quedo con la épica de ‘Call the Police’, los “yeah yeah” que suelta Murphy como la mejor diva house en –claro- ‘Yeah’. Pero, personalmente, lo que más me conmueve es el momento melancólico del show, un ‘Someone Great’ para llorar, que eleva la emoción del original a la enésima potencia, gracias especialmente a los coros de Nancy Whang maquinales y, a la vez, emotivos. Pero para no permitirnos la bajona, vuelve a arrancar la locomotora sincopada en ‘Tonite’. El asunto se lleva al máximo arrebato en ‘Dance Yrself Clean’, todos entonamos los “ahhhhh”, la banda retiene la canción y la sueltan, cómo nos soltamos nosotros; la bola de espejos gira, las luces rojas se desmadran subrayando el jolgorio. Y el final apoteósico con ‘All My Friends’. Parece que Murphy olvida la letra o le falla el micro, pero da igual porque cantamos “Where are your friends tonight?” desgañitándonos. Acabo deshidratada y al borde de la lipotimia. Absolutamente feliz. El mejor concierto del Sònar. Mireia Pería

Fatima al Qadiri realizó un set de sonido contundente y nítido, en el que presentó su EP ‘Shaneera’, que dedica a las drag queens del mundo y cuyo sonido parece una mezcla entre grime y sonoridades árabes. De hecho, al Qadiri portó una peluca, deduzco que buscando interpretar ese personaje drag que titula su EP. La beatmaker actuó frente a su ordenador, micrófono en mano, mientras unos espectaculares y opulentos visuales se proyectaban tras suyo. Lejos de invitar al baile, los ritmos post-rave de al Qadiri fueron intrigantes y oscuros, nada que ver con los vibrantes ritmos hip-hop y trap que presentó TOKiMONSTA una hora antes. La productora de Los Ángeles básicamente hizo una versión elegante y con gusto del DJ set que realizó Diplo del viernes. Jordi Bardají

Sentimientos encontrados con el set de Thom Yorke en el escenario principal de Sónar de Noche. El líder de Radiohead es uno de los grandes cabezas de cartel del 25 aniversario del Sónar con su proyecto junto a Nigel Godrich y el artista visual Tarik Barri, a través del que Yorke presenta las canciones que ha publicado en solitario y junto a Atoms for Peace a lo largo de una década. La puesta en escena, compuesta por cinco pantallas rectangulares a través de las cuales se proyectan preciosas imágenes animadas (obra del propio Barri), es sencilla pero imponente, y Yorke defiende sus temas con autoridad. Sin embargo, algo no puede ir bien cuando la asistencia del concierto solo hace que despejarse a medida que este avanza, y la realidad es que el repertorio de Yorke se termina haciendo bola. La música del británico, una electrónica emotiva y cerebral, es un poco sesuda, pero eso no sería problema si sus canciones, especialmente inéditas como ‘The Axe’, ‘Two Feet Off the Ground’ o ‘I Am a Very Rude Person’, sencillamente fueran mejores o más interesantes, y por culpa de estas canciones y otras, el show cae pronto en el tedio. Yorke sí logra resarcirse con la contundencia de ‘Default’ al final, pero es demasiado tarde: el concierto ha dejado de ser interesante hace rato. Jordi Bardají

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