Música

Kygo decepciona y cede el título de «Reina de la noche» a Li Saumet de Bomba Estéreo en Cruïlla


Fotos de Bomba Estéreo y Kygo tomadas del perfil en Facebook de Festival Cruïlla, sin acreditar.

Segunda jornada de Festival Cruïlla en el Parc del Fòrum de Barcelona, tras el suculento aperitivo inaugural del jueves con Jack White y Bunbury. Un viernes en el que Camille embelesó, Pharrell se lució al frente de N.E.R.D y Tom Morello se apropió del todo de Prophets of Rage.

Camille ofreció un espectacular despliegue escénico en azul marítimo para abrir la jornada del viernes. Su show estuvo basado en el color, el baile y la interacción de la cantante y su banda: un trío de coristas-bailarinas, un teclista y dos percusionistas. Era impresionante el arsenal de timbales y el gong que presidían el set. Y el concierto fue una pequeña maravilla plagada de momentazos. Un show exquisito, vibrante. Camille empezó con su tema más conocido, ‘Fontaine de lait’ y una de las pocas concesiones a la calma, porque enseguida viraron a su faceta más enérgica, entre lo tribal y lo mediterráneo. La franc actuó como si de la gran hechicera se tratara, divertida y colérica a la vez, mientras el resto de la banda cantaba, tocaba y bailaba. Sobre todo bailaba, sencillas pero poderosas coreografías. Podía combinar una sentida introducción góspel con el arrebato de furia en ‘Twix’ o hacer alarde de una sexualidad sin cortapisas en su versión mambo-rock de Dead Kennedys, ‘Too Drunk to Fuck’. El momento más divertido sin duda fue cuando pidió subir a dos personas del público para acompañarles en los bailes. Las dos elegidas mostraron tal desparpajo que casi parecían formar parte del elenco. Excesiva, a ratos extenuante… pero fue una gran manera de empezar el viernes.

Los N.E.R.D saltaron en formato deportivo, aunque Chad Hugo se quedó atrás, a los mandos instrumentales, embozado como el resto de los músicos. Les acompañaba un cuerpo de baile mixto (tres chicos y tres chicas) muy atlético. Como atlético se mostró Pharrell. Que sea mayor que yo y pareciera mi hijo daba un poco de rabia, especialmente cuando se arrancaba a bailar (que fue prácticamente todo el rato). Eso sí, lucía una funda de oro recubriendo sus dientes horrorosa. A su lado, Hay Haley asumía un rol secundario, a pesar de que la mitad de las rimas corrían de su parte. Los graves cortaban la respiración, al menos en las primeras filas. Se llevaron al público al bolsillo gracias un show muy dinámico, basado principalmente en las coreografías y todo el movimiento que ofrecieron en el escenario. Williams se lucía y hasta parecía posar cada vez que veía a alguien de las primeras filas sacando el móvil. Pero también ofreció pinceladas de emotividad (Pharrell alegrándose de ver “a tanta gente de todas las edades”) y cierto compromiso social (la letra de ‘Deep Down Body Thurst’), acompañado con animación ad hoc (“¡agachaos!” o “¡arriba!”). Pharrell incluso nos obligó a hacer un corro y nos animó a empujarnos (“si quieres fiesta, empuja a alguien!”) en ‘Spaz’. ‘1000’ la adornaron con imágenes de los disturbios de Woodstock del 1999 (¿dando ideas?), pero resultó de lo más efectivo para jalear al público. Quizás el momento más coreado (y también el más discutible) llegó cuando Pharrell entonó un popurrí de sus colaboraciones más famosas, ‘Blurred Lines’ y ‘Get Lucky’, que duró poco. Y la verbena hip-hopera ya se llevó al desbarre cuando atacaron el riff de ‘Seven Nation Army’. Quizás pecaron de superficiales, pero resultaron muy entretenidos.

De vuelta al escenario secundario para ver a Gilberto Gil y amigos, celebrando el 40 aniversario de su álbum ‘Refavela’, que Gil compuso y grabó en Nigeria. Me encuentro sólo a los amigos (y familia: entre la banda está su hijo Bem), pero no a Gilberto Gil. Justo cuando llego cantaban un tema que parece incluir un fragmento del ‘Doo Wop’ de Lauryn Hill. Todos los que están en el escenario eran bastantes jóvenes. Incluso hay una niña de unos 8 años haciendo los coros. Tocan muy bien, y entonan un reportorio muy dulce, confeccionado a base de reggae, bossa, tropicalia… pero me entra la zozobra porque ni rastro de Gilberto. ¿Me habré equivocado de escenario? ¿Le habrá sucedido algo a Gilberto? Finalmente, a la media hora, emerge el maestro, todo vestido de blanco. El suyo es, simplemente, un gesto para que disfrutemos de sus jóvenes acompañantes, sin ensombrecerles. Pero esta pequeña anécdota me hace pensar en lo mitómano que podemos llegar a ser, en la necesidad que tenemos de ver al ídolo, cómo nuestra percepción de la música cambia para mal cuando no está en escena, por buena que sea la banda.

Reflexiones aparte, el suyo es un concierto hermoso, hermandad de sonoridades africanas y brasileñas. Gilberto nos explica la génesis de ‘Refavela’, se muestra en una forma espléndida, se mostró ágil y su voz brilla clara. El momento más bonito es la interpretación de ‘Aquí e agora’. La delicada interpretación, con el atardecer y la brisa de mar corriendo, lo convirtieron en algo casi mágico: “O melhor lugar do mundo é aquí”. El maestro se retira también a hacer coros para dejar lucirse a su teclista y vocalista, Ana Lomelino y a su corista caboverdiana Mayra Andrade, que interpreta un tema de su país mientras él se limita a las percusiones. Incluso recuerda a Bob Marley homenajeando el ‘Three Little Birds’. Humanismo y belleza.

Prophets of Rage abren con sonidos de alarmas. Puños en alto. Camisetas del Barça. Tom Morello nos enseña la parte posterior de su guitarra, donde está escrito “Catalunya Lliure”. Nos pasan por encima sin miramientos con su apisonadora de izquierdas y la gente empieza ya animada a iniciar pogos, lo que me invita a la prudente retirada de las primeras filas. Aunque el supergrupo esté formado también por Chuck D de Public Enemy y B-Real de Cypress Hill, el peso de Rage Against the Machine (Morello, Commerford y Wilk) es demasiado grande. Especialmente las guitarras de Morello, cuya portentosa y reconocible personalidad a la guitarra hace que todo el set list acabe en su terreno. El problema del show, pues, es precisamente cierto exceso de homogeneidad, no en vano ‘Testify’ cae a la segunda. Lo suyo es, ciertamente, una animalada de potencia (esos guitarrazos y esas baterías), pero apenas logro entrar en el concierto, quizás porque nunca fui muy fan de RATM. Pero atacan ‘Fight the Power’ y retorno, pero la versión pierde la riqueza sampleadelica de la original. También cae ‘Insane in the Brain’, coreadísima y muy respetuosa. Pena que la corten… aunque sea con ‘Bring the Noise’. El medley queda un poco raro y echo de menos escuchar los temas en su totalidad. Aun así, el momento hiphopero, con Chuck D y B-Real reinando, es el que más me gusta, aunque poco tarda Morello envolver a hacerse dueño de todo. El calor va haciendo desaparecer las camisetas del Barça, el regreso a la dinámica RATM me despista un poco, hasta que B-Real se arranca con su ‘Yo quiero fumar’. Incluso tocan ‘Jump Around’ de House of Pain. Pero claro, la fiesta mayor viene con los misilazos de RATM; ‘Bulls on Parade’ y el cierre con ‘Killing in the Name’, premio al tema más cantado, bailado y saltado de la jornada, aunque se eche de menos la voz de Zach de la Rocha. Prophets of Rage todos unos músicos portentosos, especialmente Morello, que hace literalmente lo que quiere con la guitarra, y se agradece su discurso social (Chuck D tuvo un recuerdo para Valtonyc), pero quizás van demasiado a tiro pegado.

Tras la ira de Prophets of Rage, todos tenemos la misma idea: ir al césped a escuchar a Damian Marley. El hijo de Bob empieza con quince minutos de retraso, pero el público parece tomárselo con calma. La explanada frente al escenario Cruïlla enamora está a rebosar, y Marley abre con dance-hall bastante duro, suavizado por las voces femeninas que le acompañan y la base rítmica erigiéndose en ama y señora. También hay un tipo cuyo único cometido es agitar la bandera rastafari durante absolutamente todo el concierto. A medida que avanza, por eso, va suavizando su discurso, hasta acabar con temas señeros de si padre: un ‘Is this Love’ muy respetuoso y un acelerado ‘Could You Be Loved’. Incluso hay un exceso de azúcar cuando aparece su hijo, un chavalín de apenas seis años, a cantar un fragmento de ‘I Just Called to Say I Love You’.

Kygo es el cabeza de cartel, pero me resulta una gran decepción. Bien es cierto que su EDM melosa no es santo de mi devoción, pero esperaba algo más trabajado. Vocalistas, músicos para vestir sus temas… Sin embargo, el DJ sueco está arriba del todo de una plataforma con su laptop, lleva las voces pregrabadas, se dedica a mover la boca y a confiar el poderío del show en los audiovisuales (muy buenos, la verdad), los juegos de luces, el humo, el confeti y el brilli brilli. Pero aquello no logra atraparme para nada.

El título de los reyes de la madrugada se lo merecen, sin duda, Bomba Estéreo. El suyo es el chute de energía necesario para esas horas de la madrugada (empiezan nada menos que a las 3.30h), un show de color y calor, con una Li Saumet enorme, ejerciendo de suma sacerdotisa, en amarillo chillón,mezcla de Frida Kalho y santera. Y unos audiovisuales de corales submarinos y tonos psicodélicos, muy a tono con la esencia de la banda. ¡Y qué bien entra su cumbia-trap a esas horas! La suya es una máquina de salsa, cumbia, mambo y dance hall, pensada para el goce de pies y mente. Todo huele a clásico; ‘Qué bonito’, ‘Soy yo’, que Li nos introduce como un tema sobre aceptarse a una misma… Rebajan los bpm en ‘Somos dos’, tan espumosa, fresca y veraniega, estupendísima. Se tornan más oscuros en ‘Duele’, que suena a hit absoluto, y recuperan la alegría ‘To My Love’. El público no deja de bailar y todos se saben sus canciones. Broche de oro.

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Publicado por
Mireia Pería