Esa grave afección de salud ha empujado a Fino a hacer lo que de verdad quería hacer, no lo que se sentía obligado a hacer, en este ‘Sueños y tormentas’. Esa decisión se traduce, por ejemplo, en unas canciones que no muestran el más mínimo rubor por ser comparadas a otras. Así, las primeras escuchas de este álbum se pasan clasificando mentalmente las canciones entre las que se aproximan más claramente a la obra de Nick Drake (aquí su Joe Boyd ha sido Philip Peterson, arreglista norteamericano que ha trabajado en los últimos discos de Taylor Swift, Lorde, P!nk, Jessie Ware, Bleachers…) y las que no se molestan por esconder su admiración por el Elliott Smith de ‘Either/Or’ (en ‘Casualidad’ es casi mimético) y su forma de doblar las voces, un recurso muy acertado para añadir profundidad a su voz monocromática, no especialmente carismática, y convertirla en un elemento hipnótico, que ofrece una enorme paz.
Sin embargo, poco a poco uno cae en que, con esos manifiestos homenajes –que también incluyen guiños a Leonard Cohen (¿o será a Nacho Vegas?) en ‘Afortunado’, a Kevin Ayers (con querencia a Kiko Veneno en su melodía vocal) en ‘Sueños y tormentas’ o a Neil Young (vía La Buena Vida) en ‘Por dónde empezar’–, Oyonarte está celebrando su relación con la música y, por extensión, con la vida. No importa a qué se parezca tal o cual progresión de acordes, o tal o cual exquisito arreglo de cuerda (el trabajo de Peterson es sublime y multiplica la calidad del conjunto), o tal o cual recurso de producción de César Verdú (ex León Benavente). Lo importante es cuánto tiene de carga emocional y confesional, y también de enseñanza, este ‘Sueños y tormentas’.
Así, la exquisitez de ‘Afortunado’ expone, apoyándose en sus recuerdos sobre su llegada desde Almería a Madrid siendo poco más que un adolescente, la suerte que tenemos de vivir y aprender de cada nuevo día, incluso aunque parezca una mierda; o ‘Atrapado’, arropada por esa solemne trompa, plantea un enfrentamiento cara a cara con una dolencia física o psíquica que nos atenace; o equilibra el miedo con la fortuna de saberse querido, entre profusos arreglos beatlescos, en ‘Estos años’; o clava una dulce daga contra el lamento de haber perdido imperceptiblemente a alguien en la sobrecogedora ‘La deriva’; o celebra el amor de sus padres a través de algunas vívidas anécdotas, con cierta distancia pero con un cariño desarmante, en ‘Huellas en el tiempo’; o muestra en ‘Cien pasos’ su determinación para, superado su incidente de salud, seguir viviendo… Resulta de lo más curioso, mágico incluso, cómo ’Sueños y tormentas’, siendo un disco profundamente intimista y personal, tiene una lectura universal. Una lección vital que a todos nos debería servir, no para alimentar la compasión propia o ajena, sino para celebrar lo que tenemos, querernos y no perder la esperanza de que, no importa lo negra que se ponga la cosa, todo puede ir bien.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Afortunado’, ‘La deriva’, ‘Atrapado’, ‘Estos años’, ‘Huellas en el tiempo’
Te gustará si te gustan: Elliott Smith, Nick Drake, Ron Sexsmith, la canción de autor con hechuras de clásico
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