Música

Pet Shop Boys convencen más, con el mismo show, en Benicàssim

La jornada del viernes fue la más multitudinaria gracias a The Killers. Pero el sábado guardaba la que, para mí, era la concentración de conciertos más interesantes. Foto de Pet Shop Boys: Pau Bellido.

Muchos fans de Pet Shop Boys vieron el concierto de Los Punsetes mientras guardaban ya las primeras filas. También hubo muchos fans de Pet Shop Boys que nos dedicamos a cantar y bailar las canciones de Los Punsetes. Leído en Twitter a Joan Vich de la organización: «Los Punsetes están haciendo unos crescendos que habrá gente que crea que han empezado Toundra». Tal cual. Anntona y los suyos sonaron espectaculares, enérgicos, como una apisonadora. Además, esta vez la parte visual no sólo corrió a cargo de los espectaculares modelitos de Ariadna, sino que también incluyeron unas proyecciones estupendas para cada canción. Empezar encima con «Que le den por culo a tus amigos» fue una manera certera de meterse al público en el bolsillo, público que iba predispuesto a cantarlo todo. Hits como ‘Dos policías’, momentos de bajona como ‘Tráfico de órganos de iglesia’ o ‘Museo de Historia Natural’, demostrando que, más allá de las risas, Los Punsetes tienen letras que destrozan a cualquiera. Pero al final primaron los himnazos; ‘Dinero’, ‘Opinión de mierda’, en la que juro que vi a Ariadna sonreír al comprobar el efecto que causaba en el público, aunque lo disimulara, ‘Arsenal de excusas’, ‘Me gusta que me pegues’, en que las proyecciones de las pin-up’s de los 50 (¿Betty Page?) atizándose quedaron perfectas con la canción, un ‘Maricas’ coreadísimo y el final con ‘Viva’ (me reí internamente mucho con lo de «Viva el presidente», acordándome de la visita al FIB de Pedro Sánchez). Y aunque parezca meloso, ver cómo los presentes entonaban cada sílaba y bailaban cada nota me hizo pensar que Los Punsetes han conseguido algo muy importante con su público: comunión. Foto Punsetes: Pau Bellido.

Melenas sudaron de lo lindo en la carpa VW. El sonido no acababa de cuajar, la voz de Ohiana se oía baja y, muy al principio, incluso parecieron algo deslavazadas. Pero enseguida se alineó todo en su sitio y ofrecieron su pop garajero a buena velocidad de crucero, con su frescura y efectividad habituales; las guitarras sonaron debidamente trogloditas y la batería de Lauri (me encanta cómo la aporrea) marcando el ritmo. Se sucedían sus para mí ya clásicos, con ‘Cartel de neón’ sonando como un tiro, ‘Tú me haces lo mismo’ muy divertida, una ‘Gira’ muy bonita y acabaron con un tema inédito. Ganazas de ver y vivir sus próximos pasos.

The Horrors me cautivaron. Suena cursi, pero es el verbo que más se ajusta a lo que sentí en el escenario Visa: cautivar. Faris Badwan, vestido como si Sueño de the Sandman se tratara, con los ademanes de los góticos de la vieja escuela, usando el palo del micro como báculo. Su voz emergía sugestiva, un poco a lo Ian Curtis, pero guardando un poso de esperanza en el fondo. Pero si sugestiva era su voz, más sugestiva aún era la parte instrumental. La banda se dedicaba a crear tormentas sónicas tremendamente atmosféricas, con introducciones largas, brumosas y extrañamente vitales. Una puesta al día, pero personal y fascinante, del pop oscuro de los 80, con toques shoegaze. Empezaron con una bonita tormenta sónica y atmosférica con ‘Machine’, los teclados brillando claros, y las luces azules creando sugerentes penumbras, lo que ayudó a meternos aún más en el concierto. La culminación llegó con ‘Sea Within a Sea’, que entró en modo torbellino, hasta rematarlo con esos teclados tan post punk y un final que incitaba tanto al baile introspectivo que hasta juro que entré en trance. La fuerte brisa que soplaba en aquel momento (que impidió que la banda pudiera desplegar la pantalla que traía preparada, por cierto) también parecía querer participar. Hechizaron con las trompetas sintetizadas y los crescendos de ‘Still Life’ y, sobre todo, ese final, a los mejores New Order de los 80, que fue ‘Something to Remember Me By’, con desmelene de Faris y el público durante su estribillo victorioso. Lo dicho; cautivadores.

‘Super’ tiene ya dos años, pero Pet Shop Boys siguen con su gira. La misma gira, porque repitieron el show del año pasado. De hecho, comparando setlists, la única diferencia fue que anoche añadieron ‘New York City Boy’. Lo demás, al menos en apariencia, se sucedió de manera muy similar. La entrada con los cascos, las espectaculares proyecciones, los tres músicos jovencísimos potenciando la parte rítmica, el repertorio mostrado en su versión más zapatillera, orientado al baile y a la euforia, Neil ejerciendo de animador… Pero, aun así, no fue exactamente el mismo concierto que les vi en el Cruïlla. Siempre hay sutiles cambios. El primero fue el ambiente, tremendamente más festivo y entregado en el FIB. Y también modificaciones, en parte basadas en ajustes de la manera de presentar los temas, en parte basadas en cómo las percibí. Así, ‘Inside a Dream’ seguía siendo igual de makinorra, pero me hizo bailar más. ‘Vocal’ sonó absolutamente pletórica, al escucharse en el ambiente más propicio posible para la canción. De hecho, fue emocionante cuando Neil entonó eso de «Expressing Passion/Expressing Pain», resumiendo a la perfección lo que buscamos en la música pop. La novedad, ‘New York City Boy’, mejoró ostensiblemente al quitarle los coros a lo Village People y reforzar su parte melancólica. ‘West End Girls’ recuperó su fuerza (por cierto, divertidísimo el momento en que Neil señaló a Chris, como diciendo «que también forma parte del grupo, aplaudidle»). El ‘It’s a Sin’ fue más canónico, un absoluto subidón. Lo que, lamentablemente, se mantuvo, fue la nueva versión de ‘Left to My Own Devices’. En serio, qué manera de destrozar una de sus mejores canciones. La parte divertida fue cuando Neil no llegó a tiempo a una estrofa y empezó a tararear «Something, something, something» hasta que recuperó el hilo. Una manera elegantísima de salvar los obstáculos.

Neil cantaba muy bien, aunque le noté la voz más aguda y le quedaban mejor los tonos más bajos. Especialmente emotiva entonó ‘Home and Dry’. Y lo mejor fue fijarse en sus muecas, expresivas, divertidas. Transmitía la sensación de estárselo pasando aún mejor que nosotros. También, pero, volvió a caer en esos tics que, particularmente, no soporto en los conciertos: hacer cantar estribillos enteros al público. Pero tampoco importó mucho, porque en la traca final de hits y bises se notó las ganas de fiesta del personal. Hicimos los coros de ‘Go West’, los de ‘Domino Dancing’ (especialmente, los «All day, all day») y el cierre, con la lluvia y ‘Always on My Mind’, con todos bailando y coreándola a pleno pulmón, fue especialmente eufórico, pletórico. Prácticamente el mismo concierto. Pero yo lo gocé aún más.

Entre que Pet Shop Boys acabaron quince minutos tarde sobre el horario previsto y salir del escenario Las Palmas, llegué a Belle and Sebastian a medio concierto. Stuart Murdoch estaba explicando que conoció a su mujer en Benicàssim… y entonces empezó a tocar ‘Judy and the Dream of Horses’, una de mis canciones favoritas de la vida. Calculo que tardé unos diez segundos en llegar del fondo del escenario a la primera fila a darlo todo, independientemente de que la guitarra se me clavara en los tímpanos. Stuart iba monísimo, como siempre, y destilaba simpatía. Pero, ay. Entre los parones, la banda que se oía fatal (ni el sonido ni la ejecución, aquello no acababa de chutar), la lluvia y la opa hostil de mis acompañantes, me fui mientras sonaba un ‘The Boy with the Arab Strap’ a medio gas. Acabamos en la carpa VW a ver a Rusos Blancos, y no me sonrojo en confesar que acudí en modo karaoke total. También pululaban por ahí un grupo de hooligans dando por saco entre cánticos que no tenían nada que ver con el concierto e intentos de construir «castells» con poca fortuna (de milagro no se rompió alguno la crisma ahí). Eso otorgó un plus de épica al concierto, porque las dos primeras filas éramos fans motivadísimos. Y eso que el sonido estaba ecualizado muy alto, muy agudo. ‘Tampoco nos hemos querido tanto’ o ‘No soy esa clase de hombre’, temazos como ‘Una excusa diferente’ y, para acabar, me dejé la voz con ‘A otra con esas’ y, sobre todo ‘Camas y trincheras’. Los hooligans trataron de iniciar un «lololo» a ritmo de ‘Seven Nation Army’, pero nuestros «tú siempre solías decir: el amor es la guerraaaa» ganaron claramente la partida. Foto Belle & Sebastian: Nerea Coll.

Otros que siguen de gira sin álbum nuevo son Metronomy, cuyo ‘Summer 08’ cumple también dos años. Llegaron todos de blanco, menos su bajista. Joseph Mount demostró su gran solvencia como cantante y músico, alternando instrumentos y falsetes sin parar. En su momento, a Mount no le gustaba tocar en festivales, pero viendo cómo se desenvolvió anoche, dio la sensación de que eso está ya superadísimo. Ayudó que su directo sea una fiesta de enérgico disco-funk espacial, muy orgánico, con puntuales huidas sinfónicas. Por lo menos, así fue durante el primer tercio del concierto, en que se dedicaron a enlazar temas sin pausa, como si fuera un megamix, uniendo ‘Miami Logic’ con ‘Old Skool’ con ‘The Bay’, mientras los operarios entraban y salían a dejar o sacar instrumentos diligentemente, para no estropear la continuidad de la actuación. Tras seis temas, llegó la primera pausa y los sonidos más ochenta, incluso algún instante para el bajón, como en ‘Mick Slow’, con sus teclados tubulares que, a esas horas (eran ya las tres de la madrugada), podían parecer una invitación al sueño. Pero los ánimos se caldearon de nuevo cuando, después de que Mount nos preguntara si «habíamos sentido el amor» («es un buen sentimiento», espetó con deje irónico), nos arreó con un ‘Love Letters’ acelerado. Y así, un final que nos empujaba al baile chic y a algo de desenfreno, con espasmos de guitarrazos psicodélicos a cargo de Mount. También con cambio de posiciones, con la batería cantando ‘Everything Goes My Way’, muy al estilo Isobel Campbell. Y el cierre, con el público entonando «lololos» sobre el teclado de ‘The Look’, mientras Mount se dedicaba a los solos prog y ‘Reservoir’, a la que la gente, que parecía que no tener sueño, se entregó totalmente.

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Publicado por
Mireia Pería