Música

El bombardeo audiovisual de The Chemical Brothers, lo mejor del sábado en Low

Pasión desbordante la que se ve en el escenario durante la actuación de Vintage Trouble. El grupo de blues-rock de Los Ángeles ofrece un concierto que además de “vintage”, tiene un punto rock n roll, y de hecho al final de set su líder, Ty Taylor, se mete entre el público y le hace darse la vuelta para mirar hacia la torre de la zona reservada, desde donde prepara el ataque final. Allí, Taylor parece un Mesías, pide al público que levante las manos y, cuando está listo, casi sin pensarlo, salta hacia la marabunta y la surfea de espaldas, dejándose elevar por esas manos anónimas que le sujetan hasta acercarle definitivamente de nuevo al escenario.

Ya atardeciendo aparece Carlos Sadness en el escenario, arropado por una gran concurrencia, como es de esperar dada su popularidad. Presenta el cantante barcelonés su último disco, ‘Diferentes tipos de luz’, del que interpreta temas como ‘Amor papaya’ o ‘Longitud de onda’, su homenaje particular al reggaetón, con la que busca que finalmente “perreemos sin tener que poner la playlist de Spotify en oculto”. Por otro lado, la personalidad de la propuesta de Carlos Sadness es evidente en canciones como ‘Amor papaya’ (ese homenaje a su “fruta favorita”) o ‘Días impares’, que toca acompañado por su ukelele.

¿Qué decir de Los Planetas que no se haya dicho ya? El grupo granadino no solo tiene uno de los repertorios más sólidos que ha parido el pop-rock nacional, también cuenta con canciones tan sumamente emotivas que escucharlas por primera vez supone una verdadera revelación. Costaría imaginar a alguien que no se emocionase descubriendo ese catártico ‘Toxicosmos’ de guitarras grandes y envolventes en el estilo shoegaze, o con ese atmosférico ‘Amanecer’ que aúna guitarras con unos bellísimos teclados muy The Cure. Apasionan también al enorme público congregado en el concierto de Los Planetas clásicos como ‘Corrientes circulares en el tiempo’ o ese ‘Un buen día’ que levanta los ánimos con una melodía más alegre, en contraste con el tono general algo más dramático y sombrío del concierto. Foto: Javier Rosa

Javiera Mena es una rara avis en Low Festival este año ya que es de las pocas artistas del cartel que presentan un repertorio puramente synth-pop y ochentero. Ataviada con un abrigo beige, Mena presenta su último disco, ‘Espejo’, y un sonido estupendo para que se luzcan esas cristalinas bases electrónicas tan Pet Shop Boys / Yazoo / Fangoria y sobre todo sus melodías elegantes e imborrables, de hits como ‘Dentro de ti’, ‘Intuición’ o por supuesto ‘Espada’. Mena además tiene el detalle de felicitar al Low su décimo aniversario, indicando que es la tercera vez que actúa en el festival y que está encantada, ya que en él “la energía es muy bonita”. Con conciertos como el suyo, sin duda lo es.

Entre las promesas programadas en el escenario Jäger hay que destacar a Fogbound, un grupo gallego de rock con tendencia al rock duro y a las cadencias medievales, como demuestra su canción más popular y que abre su set, ‘Gazing at My Grave’, pero capaz también de componer baladas con un punto muy britpop y psicodélico. Se ve en el escenario a tres muchachos con un repertorio definido y confiados en su propuesta, sobre todo a un teclado que se entrega a su instrumento como si, en realidad, el instrumenta le hubiera poseído a él.

Un rock más duro, afilado y dramático que el de Fogbound es el que ofrece Biffy Clyro, el grupo escocés comandado por un tatuadísimo Simon Neil que, como siempre actúa descamisado (y como él otros miembros del grupo) y que prácticamente estrena peinado corto (antes era famoso por su melena). Un sello de identidad -el de actuar sin camiseta- que tiene que ver con la fuerza apabullante de su directo, a través del cual el grupo fluctúa entre la pasión de sus temas más potentes y melódicos (las coreadísimas ‘Mountains’ y ‘Many of Horror’) y la rabia de sus rebotes más brutales y punkarras. Foto: Javier Rosa

La “verbena” del sábado corre a cargo de Novedades Carminha. No decepciona un concierto que es una fiesta de principio a fin y que prácticamente no da tregua, ya que entre canción y canción apenas hay descansos. Se suceden uno tras otro los temazos, de ‘Que dios reparta fuerte’ a ‘Antigua pero moderna’, de ‘Te quiero igual’ (con mención a Los Planetas) a ‘La mejor de Europa’, de ritmos más William Onyeabor a otros más garage rock, demostrando que el grupo tiene repertorio para rato, pero es la transición de ‘Cariñito’ a ‘Lento’, que el cuarteto interpreta usando el ritmo más acelerado y disco de de la primera, la que produce el momento más divertido del concierto. Vinieron de tranquis, pero se terminó liando. Foto: Javier Rosa

El concierto de The Chemical Brothers es uno de los mejores que pueden presenciarse actualmente en cualquier género y estilo. Es monumental. El dúo británico compuesto por Tom Rowlands y Ed Simons ofrece un espectáculo de electrónica digno de su leyenda, un absoluto bombardeo audiovisual en el que las canciones se acompañan con imágenes en movimiento muy trabajadas y originales y luces, mientras el grupo pincha los temas en la sombra, acordándose de hitazos como ‘Go’, ‘Hey Boy Hey Girl’ o ‘Galvanize’ y presentando algún tema nuevo (‘Free Yourself’), desplegando un generoso setlist que no da tregua y llega a rozar las veinte pistas. En la pantalla se ve a humanoides huyendo en el ciberespacio, a bailarines holograma, a un terrorífico señor con máscara y corona y pintado de blanco, a bailarines danzando dramáticamente en el interior de una bañera… Y cuando no se proyectan imágenes, el diseño de luces hace un trabajo igualmente asombroso. No está muy clara la línea narrativa del concierto, si es que la hay, pero las imágenes proyectadas durante el mismo y el trabajo lumínico producen un efecto realmente impactante que ataca a los sentidos de manera brutal. Pero más impactante todavía son los enormes globos de colores que salen disparados desde el escenario en la segunda mitad del set y sobre todo los gigantes robots que aparecen después, no a través de las pantallas, sino en el mismísimo escenario, y que además proyectan desde sus torsos formas geométricas luminosas y disparan desde sus ojos rayos láser. Parecen venidos a arrasar con la humanidad, dan de hecho bastante miedo, pero su presencia eleva el concierto a la categoría de espectáculo histórico. Hay que verlo para creerlo… y fliparlo. Foto: Javier Rosa

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