Televisión

Por qué ver ‘El día de mañana’ aunque no te guste la ficción de posguerra

“¿Quién coño diría eso de que el fascismo se cura leyendo?”, suelta Hermenegildo Landa, justo después de expresar su pasión por la literatura de Proust y de Mishima, y de decir que “Carlos Marx se equivocó: el opio del pueblo no es la religión, es el fútbol”. La primera aparición del personaje interpretado por Karra Elejalde ya nos deja claro que ‘El día de mañana’ no es una serie convencional. Esta aparición ocurre transcurridos tres capítulos, y es un simbolismo de lo que a muchos les ha pasado con esta producción: al principio no llamó mucho la atención, incluso cuando comienza, su desarrollo es lento… pero hay que tener paciencia porque, cuando toma forma, merece la pena. La adaptación del libro homónimo de Ignacio Martínez de Pisón Cavero (‘El tiempo de las mujeres’, ‘Carreteras Secundarias’) está capitaneada por Mariano Barroso, actual Presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y, antes de eso, director de ‘Hormigas en la boca’, ‘Éxtasis’ o, en teatro, obras como la versión española de ‘Closer’ (el texto de Patrick Marber que conocemos por el estupendo film de Mike Nichols). Nombres respetados pero que no impedían a ‘El día de mañana’ partir con desventaja respecto al resto de series de Movistar: no es una espectacular superproducción (‘La Peste‘), no es una serie ligera (‘Mira lo que has hecho’ o ‘Vergüenza‘), no tiene, al menos a primera vista, componente de misterio (‘La Zona’, ‘Félix’), ni siquiera tiene un rostro tan conocido como Gonzalo de Castro al frente (‘Matar al padre‘). Y, en cambio, es una de las mejores producciones que han salido de la plataforma… y, sin duda, la mayor sorpresa.

Para no desvelar mucho, diremos que la serie cuenta la historia de Justo Gil, un hombre de pueblo que llega a la Barcelona de finales de los 60 para intentar salvar a su madre enferma, y allí su camino se cruzará con el de una galería de personajes, entre los que tienen especial importancia Carme Román, la tranquila dependienta de una tienda familiar sin -a priori- demasiadas aspiraciones más allá de su rutina allí, Mateo Moreno, sevillano afincado en Barcelona y agente de la Brigada Social, y el ya mencionado Comisario Landa. La ambientación de la serie es uno de sus puntos fuertes, con una fiel representación del tardofranquismo en Barcelona tanto a nivel visual (estupenda la dirección de fotografía de Marc Gómez del Moral, por cierto), como narrativo o hasta musical (maravilloso que suenen hasta Las Grecas). Otro de sus puntos fuertes es la dirección de actores: absolutamente todo el reparto, sin excepción, está genial. Desde los protagonistas Oriol Pla, Aura Garrido, Jesús Carroza y el mencionado Elejalde, hasta los secundarios Pep Cruz, Diana Gómez, Pere Ponce, Josep Julien, Xavi Sáez, Isabel Rocatti o David Selvas, o incluso aquellos que interpretan personajes más testimoniales y que aun así tienen su importancia en el desarrollo de los acontecimientos, como es el caso de La Santa (Màrcia Cisteró), Nebot (Pep Munné), Cifu (Àlex Casanovas) o Lali (Bruna Cusí).

El reparto se complementa además con una estupenda construcción de personajes. Quienes se quejen de que las películas/series sobre la Guerra Civil o la dictadura presentan unos buenos muy buenos y unos malos muy malos pueden estar tranquilos: ‘El día de mañana’ no infantiliza al espectador y le considera lo suficientemente inteligente para, a través de ese mantra de que hay que entender la historia para no repetirla, presentar personajes complejos sin recurrir a redenciones ni trucos facilones para humanizarlos. Así, el nazi Comisario Landa (¿ese apellido será una referencia?) es un monstruo, pero un monstruo que ofrece “motivos”, que le encuentra un sentido a lo que hace, recordándonos que alguien así no llega al poder porque sí, sino porque otra gente le encuentra también sentido. Landa jamás tiene una redención, y aun así es una pasada ver a un Elejalde en estado de gracia (“tengo edad suficiente para recordar, porque gente como ésta eran los que nos hacían cagarnos encima”, comentó sobre su alabada interpretación), verle hablando de Tintoretto mientras tortura o usando a Mozart y al “maricón ese de Da Vinci” para defender sus tesis fascistas. Quizás acaba un poco desdibujado, pero su recorrido por lo general es intachable, resultando uno de los antagonistas más interesantes hechos en la ficción española.

Cómo un contexto así saca lo peor de personas que, en otras circunstancias, no serían monstruos es algo que la serie también trata, sobre todo en el personaje de Mateo, con una exploración de ese “mandao” que realmente ni cree en lo que hace, ni le encuentra especial placer, sino que lo hace porque se ve con un propósito y un techo (“Franco ha sido más mi padre que mi padre”, como él mismo dice), y en el personaje del propio Justo, que curiosamente llega a la gran ciudad con un motivo entregado y altruista, y acaba metido en un bucle de decisiones egoístas y de “sálvese quien pueda”. Solo muestra cariño puro (y podríamos discutir hasta qué punto es “puro” y no egoísta) por Carme, y es eso mismo lo que explica sus acciones finales. En definitiva, ‘El día de mañana’ acaba siendo tanto un thriller como una serie de personajes, funcionando como ambas. Quizás hubiesen estado bien un par de episodios más, que hubiesen permitido explorar mejor a personajes como Cifu o como la propia Carme, pero igualmente esta temporada única (todo apunta a que lo será, Barroso está además trabajando ya en otro proyecto para Movistar) es un ejemplo que seguir si queremos hacer algo parecido a las miniseries de la BBC. Habrá que estar atentos a ‘La línea invisible‘. 8.

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Publicado por
Pablo Tocino