Música

Los cronistas de ABC y El Mundo en la Bienal de Flamenco llaman a Niño de Elche “impostor”, “mamarracho” y “cantamañanas”

La actuación de Niño de Elche en un contexto como el de la Bienal de Flamenco de Sevilla no ha gustado absolutamente nada a los cronistas de ABC y El Mundo, el primero de ellos, Alberto García Reyes, comenzando el segundo párrafo indicando que “Niño de Elche no es un transgresor, sino un impostor”; y el segundo apelando a la responsabilidad del alcalde de Sevilla (PSOE) por su contratación. “El alcalde Juan Espadas queda marcado programando a quien sólo invita a la violencia”, destaca en un sumario Manuel Martín Martín; escribiendo luego: “Tras una hora y cuarto de soportar el payaseo y el agravio de quien no sé si conoce los cantes pero seguro que no se habla con ellos; de ver cómo se ultrajaba a la cultura en la que me he criado, o cómo vomitaba sobre el flamenco este cantamañanas con el dinero de nuestros impuestos gracias al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y al director de la Bienal, Antonio Zoido, me levanté y me fui a arrojar a la calle buscando el por qué” (sic).

Pero es ABC quien ha publicado la crónica más dura y detallada, llamando a Niño de Elche “farsante” e “impostor”, indicando que “solo pretende mostrar vulgaridad” y “falta de respeto a la cultura jonda”. También considera a Pedro G. Romero, involucrado profundamente en la elaboración del último disco de Niño de Elche, ‘Antología del cante heterodoxo’, “otro de los tongos del flamenco de hoy”. Añade que esta “bufonada” nunca tendría que haber llegado a la Bienal de Flamenco de Sevilla, debido a que Niño de Elche “desafina”, mientras “Rancapino, Pansequito, José Mercé o El Pele estaban en su casa”.

Antes de desgranar su repertorio con detalle, insiste en lo desacertado de su voz, ofreciendo el argumento de que para dar un recital experimental primero hay que saber dar uno clásico: “El caso es hacer inventos de todo tipo con el cante para encubrir su gran defecto: canta fatal. Sus presuntas creaciones carecen de valor porque no cumplen el primer requisito para experimentar, que es saber algo sobre aquello que se experimenta. Si se hubiera presentado a dar un recital clásico, el Niño de Elche no habría sabido ni por dónde empezar. Porque no pasaría de la primera fase de cualquier concurso de peña. La suya es una voz ramplona, del montón, que se esconde detrás de sintetizadores y otros burladeros para tapar sus deficiencias. Que son todas. Él mismo se lo preguntó con su oratoria de cuarto de baño: «¿Qué coño es el flamenco?». Le respondo con gusto: es cualquier cosa menos usted”.

El Mundo apunta como ABC que Niño de Elche terminó en calzoncillos, si bien arranca destacando que el artista fue “irrespetuoso con las creencias religiosas -la católica, claro, la musulmana ni tocarla-; menospreciando a Dios”, solo para concluir algo parecido a lo que comentaba la otra crónica: “para sabotear el sistema hay que hacerlo dentro del sistema y cambiar sus patrones. Claro que para eso primero hay que demostrar saber cantar y no estar más que atento a los sentimientos de su público que lo ha entronizado como símbolo de la contracultura. De nuevo, craso error, porque lo que hace Contreras es subcultura, manual de quincallería, antología de material de desecho”.

En otros puntos de la crónica considera su programación un “fraude cultural”, pues “este chico no arremete contra un sistema o ideología flamenca, sino contra una identidad musical para convertirla en farsa y en mascarada, que es su terreno. Por eso no es alternativa a nada”. También define el show como “un acto de vandalismo cultural que no podría acabar más que en una descomposición intestinal”. Y se insiste en que no es una “reinterpretación del cante, sino la representación de una pantomima”.

Niño de Elche ha retuiteado algunas de las reacciones de usuarios a estas crónicas, entre las que había un propio texto suyo escrito para El Mundo hace solo unos días, en el que habla de apropiación cultural y también dice: “desde el flamenco debemos reivindicar ese espacio de la creatividad ladrona, la picaresca española y, principalmente, el todo vale si hay dinero al final de la jugada. Nunca hubo una expresión artística más liberal y libertaria. Por eso entenderán que como ex flamenco me remita a su libre movimiento y porvenir”. También dice: “He leído barbaridades como que la apropiación cultural no es tal siempre que se haga con respeto. Y me pregunto: ¿quién delimita dónde empieza y acaba dicho respeto? ¿Qué significa el respeto? ¿Acaso la iconoclastia no es un acto de amor? ¿Alguien en su sano juicio sigue pensando, en pleno siglo XXI, que se puede crear desde el respeto?”.

También ha retuiteado al periodista Alan Queipo, que recordaba: «Hace unos meses, el Niño de Elche me decía, cuando lo entrevisté: «Si consigo el respeto del circuito flamenco habré perdido». Hoy el Niño de Elche es TT por cabrear a dos críticos del flamenco más ortodoxo. De momento, sigue ganando, entonces».

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Publicado por
Sebas E. Alonso