Dado que no para de tocar –sus próximos shows son el 5 y el 6 de octubre en la Sala El Sol de Madrid, el primero ya sold out; el 12 de octubre en Málaga; y el 19 en Vigo–, optamos por hablar con ella sobre el viraje del sonido de su proyecto, su esmero en la producción, influencias –de Frank Ocean a Christina Aguilera pasando por SZA o The Weeknd–, el encaje de esos referentes en el ambiente de cantautores donde creció y el juicio constante al que se enfrenta una artista por ser mujer.
Hola, Carmen. ¿Qué tal? Enhorabuena por ‘La caja negra’, es un disco fantástico y magnético, sobre el que apetece volver una y otra vez después de las primeras escuchas, casi una rareza hoy en día. En primer lugar, ¿cómo de fuerte fue que tu disco fuera el álbum nacional más vendido, sólo por detrás de Arctic Monkeys? No preguntaré si lo esperabas, pero ¿lo soñabas?
Sinceramente fue algo muy fuerte, pero ninguna de las dos cosas fue ni esperado ni soñado, probablemente suene manido, pero sólo sueño con hacer mejores canciones, ellas me llevarán donde tengan que hacerlo y cualquier sitio al que me lleven será un buen lugar.
Y todo esto, desde la autogestión, tras abandonar una multinacional con la que no terminaste de entenderte. ¿Sabe así mejor?
Una tiene que ir haciendo su camino, tomando sus decisiones. Desde luego sabe mejor por la cantidad de veces y de gente que me ha podido decir: «es muy arriesgado», «no vas a poder hacerlo tú sola», callar bocas con los resultados del trabajo duro es de las mejores sensaciones.
«Callar bocas con los resultados del trabajo duro es de las mejores sensaciones»
Háblame del disco. ¿Cuál era tu premisa ante él, después de ‘La mansión de los espejos’, que hoy suena relativamente ajeno a estas canciones?
Mi premisa era hacer un álbum austero en elementos, pero sofisticado en cuanto al papel de esos elementos y los arreglos con los que se comunicaban entre sí. Y que todo esto estuviese siempre supeditado a las letras, que vistiesen de groove y aligerasen considerablemente las letras más asfixiantes que probablemente haya escrito en toda mi vida. Fue un reto enorme para mí enfrentarme a trabajar en un concepto tan definido teniendo yo tan poca experiencia en la producción.
Me parece un disco tremendamente valiente, casi una especie de todo-nada. ¿Tenías esa sensación cuando lo estabas escribiendo y grabando?
Absolutamente sí. Primero escribir las canciones fue un proceso lento, de escarbar dentro de mi cabeza y cambiar estribillos en muchas ocasiones, afinar frases de guitarra, etc… Luego, al respecto de la grabación, cuanto más pasaban las semanas y los meses y cuanto más me equivocaba probando e iba asumiendo que a las alturas que estábamos ya de la grabación las canciones no estaban ni cerca del sitio que quería para ellas, sabía que era todo-nada. Tirarlo a la basura y empezar de nuevo cuantas veces fuese necesario hasta dar, no con la perfección sino con mi excelencia, o no hacer música nunca más.
«Sabía que la gente que amaba los primeros vídeos de youtube, que quiere encerrarte en una jaula de oro y que cantes sus canciones para ellos exactamente como las recuerdan, no lo iban a entender de primeras»
Una de las cosas más sorprendentes de ‘La caja negra’ es la querencia por el R&B y el soul. Y hay que decir que ya en una entrevista de 2015 tú decías que la primera música que te removió fue la de Alicia Keys, Christina Aguilera o Destiny’s Child. ¿Crees que estas canciones te representan más que las antiguas?
Resumiendo diría que sí. Es un trabajo más consciente, más de expresión y liberación que de descubrimiento, como era el anterior.
A nivel composiciones todas mis canciones me representan con fidelidad, si bien ‘La Caja Negra’ presenta un setlist escrito a conciencia para este álbum y fruto de un momento vital complejo y de paso a otra etapa: cumplí 30 escribiéndolo y grabándolo). ‘LMDLE’ (‘La mansión de los espejos’) recoge mi sensibilidad de una época en que me dejaba influir más por la estética folk, songwriter americano, el pop que se hacía en España, que por las influencias que acumulé durante mi adolescencia y juventud, que aún no se habían asentado del todo.
¿Y cuál es el feedback sobre el disco de tus seguidores y colegas del circuito de cantautores, en el que creciste artísticamente?
¿Entienden esos referentes y les gustan?
El público tiene menos prejuicio que nosotros; yo sabía cuando estaba ya rehaciendo todas las maquetas de cero, -con los nuevos ritmos de batería, líneas de bajo, arreglos-, que mi gente iba a flipar cuando lo escuchase, pero también sabía que la gente que amaba los primeros vídeos de youtube, que quiere encerrarte en una jaula de oro y que cantes sus canciones para ellos exactamente como las recuerdan, no lo iban a entender de primeras. Es un disco que resulta fresco en cuanto a temática y a enfoque artístico, que te introduce a un universo que es muy mío y en el que, si estás a gusto, quieres quedarte un buen tiempo a explorar. En cuanto a mis referentes, siempre que los he mencionado he tenido que enfrentarme a cierto descrédito por no nombrar a The Beatles, Bob Dylan, Fito Páez, Sabina, o a muchos otros… y sí a Christina Aguilera, John Mayer, Alicia Keys, etc… Todos vivos. La mayoría de mis compañeros, con los que me desarrollé en el circuito, beben de un tipo de música que no denominaríamos «comercial». A muchos de los que no les gustan mis referentes les gusta la música que he hecho bebiendo de ahí. Eso puede generar muchas cosas: respeto, admiración, crítica, envidia… normalmente otros músicos suelen decirme que tengo mucho talento y que soy la hostia. Pero eso se le dice a todo el mundo, creo.
«Siempre que menciono como referente a Christina Aguilera, John Mayer, Alicia Keys, he tenido que enfrentarme a cierto descrédito»
Leí también que uno de tus discos favoritos recientes era ‘Ctrl’ de SZA. Desde entonces, ¿con qué otro álbum o artista de ese estilo te has enganchado?
Por momentos, casi te arrancas a rapear. ¿Te atreverás a ir un poco más allá? ¿O incluso te has planteado colaborar con algún artista hip hop en el futuro? ¿Te interesa la efervescencia de esa escena en España?
Sí, me encantará. De hecho por ahí van a ir los tiros para el próximo álbum. La escena jazzy y hiphopera en España está en un muy buen momento, ahí están Big Menú (Barcelona) como referente total.
En el sonido del disco es básico el minimalismo guitarra-bajo-batería, tremendamente rico y contundente. ¿Sentías que te lo pedían estos temas en particular? ¿Cómo te has sentido dirigiendo la producción?
Estos temas necesitaban la potencia del silencio para expresarse y necesitan discurrir por la humildad de unos músicos que todavía se dejen influir por una canción. En ese sentido dirigir la producción fue el resultado de un proceso de ensayo-error muy largo y pesado para mí, pero en el que aprendí una lección enorme que entraña muchas pequeñas revelaciones.
He aprendido que en esta vida el tiempo que se nos da, sea el que sea, es para que definamos, perfilemos y llevemos a cabo nuestra propia visión, especialmente en los años de juventud; pienso que en un momento tan de mirar a través de la pantalla como otros viven su vida y de discursos motivacionales, hacerte tus propias ideas, ponerlas a prueba y enfrentarte a los riesgos que deriven de eso es lo único que me mantiene enfocada.
«Jode llevar desde los 15 años haciendo canciones para que alguien lo resuma con un «no toca mal la chica»»
Curiosamente, es un disco muy rico en matices, especialmente en cuanto a las guitarras, que me parecen brillantes. Dime cuánto cuesta que una chica sea apreciada como músico en el mundo del rock…
Lo que más quema es el ojo buscando el fallo siempre que una mujer emprende cualquier tipo de iniciativa. Luego cuesta hacer y deshacer tu disco muchas veces, perder dinero, equivocarte, triunfar y que nadie se entere, poner a prueba tu autoestima y dudar de tu propio valor y talento. Pero esto es lo mismo que le cuesta a cualquier hombre también.
Lo que jode de verdad es: «no le importa poner caras feas tocando», «esta lo peta porque está buena», tener 31 años y llevar desde los 15 años haciendo canciones para resumir con un «no toca mal la chica», perder 30 minutos de la prueba de sonido que dura 50 porque algo falla y todos están seguros que tú has puesto mal un cable. También pasan cosas increíbles como que una niña de 8 años mirándote tocar con la boca abierta, esté deseando llegar a su casa toda motivada para poner un FAM con cejilla bien de una puta vez.
Otro de los aspectos más singulares de ‘La caja negra’ son tus letras. Como decía en mi crítica, me llama la atención esa alternancia de frases muy crudas contrapuestas con otras muy enrevesadas y sonoras. ¿De dónde surgen frases como «el extravagante léxico anoréxico en el fondo, bulímico en la forma, se nos torna en norma»?
Surgen de experimentar con las palabras y de coger una idea simple expresada en una frase simple y deformarla hasta que tiene carácter y, sobre todo, ritmo.
Da la sensación que a veces ha primado más el sonido de las palabras que su semántica, ¿no? No es fácil tampoco desgranar qué quieres plasmar en ellas.
Hacer canciones es un arte que cada quien aborda como quiere, puede o sabe. En mi caso, como bien dices, suele primar más el sonido de las palabras que su significado. No obstante, es muy importante para mí comunicarme a través de mis textos y trato como te decía de darle las vueltas suficientes para no solo comunicarme sino analizarme y poner en tela de juicio mis propias ideas, las que salen del subconsciente.
Pero, al contrario, en la nota de prensa, te remontabas con enorme desnudez a tu infancia, a tu vida familiar… Y en algunas entrevistas desgranabas con amargura las penurias de ser una artista reconocida que tiene que subsistir poniendo copas por la noche. ¿Cuánto de expiación o de ahuyentar fantasmas tiene ‘La caja negra’?
‘La Caja Negra’ es en sí misma un artefacto creado con el fin de capturar y contener esa amargura, que si bien no tiene nada que ver con poner copas o vender seguros, está presente en mí desde que soy capaz de recordar y ha ido haciéndose adulta conmigo. Como decía, maquillo esa nebulosa en algo más asumible, menos terrible de lo que en realidad es para mí.
Uno de los últimos conciertos en los que se te ha podido ver es en el Empower Music Fest, un festival que nace con la premisa de incluir en su cartel a mujeres o bandas comandadas por mujeres. Es bonito, pero a la vez es una pena que la presencia femenina no se dé de una forma natural en los festivales, ¿no?
El concierto en el Empower Fest estuvo increíble. El ambiente era maravilloso, una crew de escenario y técnica formada prácticamente en su totalidad por mujeres que llevaban todo en tiempo y sonando increíble, muchas bandas muy buenas lideradas por mujeres o de formación paritaria y un público relajado y entregado como un gatito que se deja acariciar.
Es bonito y es una pena que no sea siempre así, aunque las veces que lo es, hay que disfrutarlo y apoyarlo para que tenga exposición e inspire a más personas a hacer las cosas bieeeen.
En Twitter he leído críticas al festival por parte de alguien tan prestigioso en la prensa musical como Patricia Godes, que dice que, en realidad, esta iniciativa «mantiene el statu quo patriarcal camuflado con nombres de mujer en el cartel». ¿Tienes una opinión al respecto?
Eh… la verdad es que no, pero tal vez la respuesta anterior pueda valer.