Se trata de uno de los temas en que Conor J. O’Brien trata de manera más directa su fe en Dios, con la que dice haberse reconciliado, a su manera, durante los últimos años. No obstante, el trato de este tema es ambiguo, pues si bien el tema comienza diciendo «he encontrado de nuevo un lugar en mi corazón para Dios», el resto de la letra está sujeto a interpretaciones. O’Brien reconoce sentirse «solo de nuevo» más tarde y no se sabe muy bien si ese «gatear de nuevo hasta el caparazón» es un regreso placentero al lugar donde venimos… o un «arrastrarse» penoso más bien.
En sintonía, la canción empieza folk y preciosa sujeta a la guitarra acústica y a una cristalina línea de piano para enseguida enturbiarse con efectos, sintetizadores y sonido ambiente que no la hacen sonar nada relajada, sino misteriosa e inquieta. «I let it flow», plantea O’Brien en lo que parece la máxima de la producción de esta canción, que tanto engancha en la repetición de esos «again» adulterados, al modo en que lo habrían hecho Bon Iver o James Blake.