BIME es un festival exigente: no verás en su cartel ciertos grupos por mucho que garanticen una inyección de 5.000 espectadores de la nada. Por eso es noticia que en medio de Slowdive y Editors, el show de Yung Beef lograra ser noticia. Primero se vivieron momentos de confusión al no poderse acceder a su set debido a una kilométrica cola. Cuando esta se decidió deshacer, permitiendo entrar a todo el mundo (sí, se cabía cómodamente, hubo de haber un malentendido de algún tipo), aquello seguía llamando la atención. Yung Beef ya ha paseado su show de la jaula por varias salas del país. Se sube a ella acompañado de un par de MC’s, dice sus cosas y no tiene más. La puesta en escena es tan tonta que hasta, situada la jaula en medio del escenario, el artista opta por mirar hacia los bafles en vez de al revés. ¿Consecuencia? Tienes que optar entre verle u oírle. Pero ni por esas te vas decepcionado de un show en el que hay palos a C. Tangana mientras uno de los raperos hace flexiones; se recupera la canción que inspiró ‘Islamabad’; se adopta ‘Fiebre’ de Bad Gyal; o aparece ‘Cigala’. No se entiende por qué justo ‘Me perdí en Madrid’ (“Me perdí en Bilbao”) va en playback, pero no, bostezar no se bosteza. Fotos: Oscar L. Tejada (Yung Beef), Tom Hagen (Aphex Twin, Slowdive, Damien Jurado).
Todo muy fascinante, pero claro, poco después, Aphex Twin hacía olvidar todas estas emociones. El artista hizo hacia las 2 un show espectacular en cuanto a luces y sonido, muy bien equilibrado entre experimentación y baile, pareciendo comenzar por lo primero (ritmos rotos, sonidos entrecortados), para enseguida pasar a lo segundo (subidones sutiles, muy hábil dominio de las masas expectantes); pero en realidad combinando ambas facetas todo el rato. Solo él podía acabar con cuatro minutos continuados de distorsión y ruido sin que nadie se largara. Incluso los que no escuchamos ningún disco suyo en casa regularmente desde los años 90, flipamos. Mucho tuvieron que ver las imágenes proyectadas, a trozos y a veces como del público, pero pasadas por un filtro Anonymus. Y eso no fue nada comparado con lo que vino unos minutos después: proyecciones alteradas y machacantes de Esperanza Aguirre, Aznar, Kiko Rivera, Isabel Pantoja, Yurena, Epi y Blas… durante unos minutos tan desagradables al oído como descacharrantes. Hubo ritmos jungle noventeros pero sobre todo locura para bien. Uno de los shows del año.
Mientras Belako presentaban un contraste de torres de luz y alaridos en el escenario grande, Elena Setién actuaba discretamente en el Antzerkia, una especie de teatro cuyo escenario tiene unas cortinas rojas lynchianas idóneo para el formato trío en que se presentaba: un batería, un pianista/teclista y ella misma a los teclados. Una canción antigua llamada ‘Dreaming of Earthling Things’ presentó aires de leyenda: parecía una vieja composición rescatada del cancionero de Nick Cave o Marianne Fairhful. En ‘The Old Tree’ “celebró” los “6 segundos de reverb natural” que presentaba el edificio. “¡Bien, viva la reverb!”, proclamó antes de entregar esta balada sostenida tan solo en dos teclados y su tono de voz más tremebundo. Setién tocó un tema que debía su nombre a una novela de Thomas Hardy (‘Far from the Madding Crowd’), bromeó con los teclados tan Enya de ‘Will Follow You’ e hizo una versión de la Velvet y Nico. Aunque uno de los momentos más impresionantes fue ese en el que “improvisó” una canción a capella autosampleando su propia voz. Un concierto bonito y entretenido.
Hacia las 22.00 coincidían Damien Jurado y John Maus, ambos marcados por una muerte reciente, especialmente el segundo, que ha perdido a su hermano durante una gira este año, cancelando varios shows. Sin duda, no daba la misma sensación que antes verle aparecer en el escenario dándose golpes en la cabeza y pegando gritos de desesperación, pero realmente su performance sí era la misma. El artista sigue teniéndolos cuadrados y tan pronto se presenta en el Café La Palma para tocar para 100 personas con una pedazo de banda en directo que a un festivalazo como BIME viene él solo con los pregrabados delante de miles de personas. El show consistió en lo siguiente: el artista le da al play, canta un lema sobre las bases, acaba la canción, vuelve a la parte de atrás del escenario, se agacha, le da al play a otra, y vuelve a la parte delantera del escenario para cantar otro lema. Y a los 40 minutos de esto se marcha. Lo que se antojaba cono un espectáculo tedioso ya visto en Primavera Club terminó resultando OK gracias a la solidez de un repertorio con el gracejo de temas como ‘Rights for Gays’ o ‘Teenage Witch’. Y el público, especializado, reaccionó entusiasmado, casi de más, subrayando que la gente que viene a BIME hace los deberes antes o después de gastarse los dineros.
Damien Jurado, que ha perdido también este año al productor de algunos de sus mejores discos, Richard Swift, se presentó en formato acústico, con otro guitarrista aparte de él mismo. Canciones por tanto dolientes e intimistas, algo monótonas para un festival, incluso sentado, si bien el público celebró los momentos de mayor entrega vocal de Jurado, que los hubo. “I gotta go” fue una de sus últimas frases.
Durante el miércoles y el jueves hubo decenas de conciertos gratuitos en Bilbao, en lo que se denomina BIME City. Pude llegar al show de Trending Tropics, por el que tenía bastante curiosidad, pues está liderado por un robot que se supone que despide las voces de los artistas que han colaborado con este nuevo proyecto del ex Calle 13 Visitante: Ziggy Marley, la cantante de Bomba Estéreo, Pucho de Vetusta Morla, etcétera. La noche anterior en Madrid, aprovechando que estos últimos son de la ciudad, Pucho salió al escenario, pero la gracia fue que no a cantar sino a mirar cómo el robot hacía de él. En Bilbao no vivimos ese momento surrealista, pero Visitante sí afirmó encontrarse mucho más tranquilo, hasta el punto de atender dos peticiones de bis, que consistieron en repetir canciones favoritas de las que ya habían sonado: ‘El futuro ya pasó’ y ‘La enfermedad’. En realidad, el show funcionó más por los cuatro músicos sobre el escenario (y porque las canciones son buenas) que por el robot en sí. El grupo lleva una cantante, de hecho con bastante protagonismo por ejemplo en ‘La muerte de la muerte’, y en ella se sostiene parte del flow y la energía. Tiene todo el sentido del mundo que Trending Tropics se sostengan en un robot para presentar un álbum que habla de cómo nos han poseído las nuevas tecnologías y las redes, pero tienen que enseñar al robot a bailar. Eso sí, Visitante no se equivocó: la gente le hizo fotos básicamente a la máquina.