Música

Dead Can Dance / Dionysus

Dead Can Dance volvieron en 2012 tras 16 años con ‘Anastasis’, un nuevo capitulo fascinante en su discografía llena de espiritualidad y fusión tanto de épocas como de géneros e instrumentos de casi todas partes del mundo. Por suerte, esta vez Brendan Perry y Lisa Gerrard no han dejado pasar tantísimo tiempo entre disco y disco y su nuevo álbum, ‘Dionysus’, llegaba el pasado 2 de noviembre dando un poco de miedo, pues se anunciaba como un álbum conceptual sobre el dios griego dividido en “dos actos y siete movimientos que representan las distintas facetas del mito de Dionisio y su culto, tal y como se han creado obras seculares y religiosas desde el siglo XVI”.

Vista la elección del personaje al que Dead Can Dance han dedicado un álbum, no era pertinente esperar de Perry y Gerrard un álbum aburrido o intenso de más y no han decepcionado. Al margen de que no dure ni 40 minutos y se pase volando, ‘Dionysus’ es un álbum realmente divertido y entretenido, tan colorido como su cubierta (que representa una máscara de los Huichol) en el que la abundancia de instrumentos no demasiado conocidos por el público occidental, lejos de abrumar, resulta natural y fascinante, más teniendo en cuenta que son ellos y no Perry y Gerrard los absolutos protagonistas de las canciones. De hecho, el disco es mayormente instrumental, hasta el punto que Perry no canta hasta el segundo acto y la contribución de Gerrard se limita a unos pocos coros.

En ‘Dyonisus’, Dead Can Dance han buscado reflejar musicalmente no solo las fiestas y rituales paganos que se atribuyen a Dionisio sino también sus famosos viajes por Arabia y Asia en los que propagaba su culto, y lo han hecho con una visión cinematográfica de su música, tamaño superproducción. La llegada del dios bacán en ‘Sea Borne’, acompañada de la llamada de una zourna, grandes percusiones y cuerdas, es cuanto menos apoteósica, mientras la balada ‘Liberator of Minds’ suena como un baile sensual alrededor de Dionisio e incluye alaridos y suntuosas cuerdas orientales (parecen turcas) que evocan una sensación de “embrujo”. Esta sensualidad se transforma en una gran fiesta en ‘Dance of the Bacchantes’, que incorpora unas cuerdas y el diálogo entre los aullidos de las bailarinas griegas (las bacantes) y el canto de los pájaros.

Si el acto primero de ‘Dionysus’ está marcado por la emoción y la fiesta, el segundo lo está por la oscuridad, pero aunque Dead Can Dance siempre han sido oscuros, no pueden dejar de sorprender en las canciones más melódicas del álbum, especialmente ‘The Invocation’, en la que además predominan las voces femeninas y los sonidos del oriente mediterráneo. Sin embargo, la voz en ‘The Mountain’ y ‘The Forest’ de Perry, que canta en un idioma inventado, no es la más atractiva de todos los instrumentos habidos en el álbum, especialmente en la segunda, que puede ser la canción más intrigante del conjunto. De hecho, se echa más de menos a Gerrard, cuya presencia es demasiado anecdótica en el disco teniendo en cuenta que canta mucho mejor que él. Ella habría hecho un mejor trabajo como vocalista principal que él en la travesía hacia lugares frondosos e inhóspitos que cierra el álbum, ‘Psychopomp’.

Toda esta música funciona además al margen de las posibles interpretaciones políticas que se le pueda atribuir, ya que no puede pasarse por el alto que, en su primer álbum post-Fergie, post-Trump, post-Brexit y post-Bolsonaro, Dead Can Dance no vuelven celebrando a cualquier Dios sino a Dionisio, una figura sinónima de progreso y de aperturismo que a la vez siempre ha tenido muchísimo que ver con la aproximación a la música “global” del dúo. Pero el grupo ha conseguido hacer simplemente un álbum divertido y lleno de música en el sentido más amplio del término, lo cual puede ser una declaración política mucho más potente que cualquier canción protesta. Ese “peso” político, desde luego, no lo tiene este disco.

Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Sea Borne’, ‘The Invocation’, ‘The Forest’
Te gustará si te gusta: la música que fusiona géneros
Escúchalo: Spotify

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Publicado por
Jordi Bardají