Poner los textos de Christina Rosenvinge sobre el papel era muy necesario, pues temas como el que ella misma considera su obra maestra -y explica con detalle y tino por qué- ‘Canción del eco’, ‘Nadie como tú’, ‘Negro cinturón’ o ‘Eva enamorada’ siempre los he sabido dignos de aparecer en aquellas estanterías que había en la Casa del Libro con los cancioneros de Bob Dylan o Leonard Cohen. Incluso en los tiempos de Genius tiene sentido presentarlos aquí en orden cronológico para que compruebes cómo, cuánto y cuándo ha evolucionado Rosenvinge como letrista; cómo temas como el feminismo y la sororidad o también la sordidez y la decadencia urbana han estado en sus letras desde los años 90; y de qué manera los más pretéritos han ido alimentando a los últimos.
Más insatisfactorios son los «cuadernos», los comentarios antes de las letras de cada disco, en ocasiones seleccionadas o cuidadosamente desordenadas, que equivaldrían a las anotaciones de Genius. Desde luego que son más ricos que las letras verificadas por los artistas de la plataforma de letras. Rosenvinge exhibe la mordacidad que le hemos visto en las entrevistas y, con un muy buen sentido del ritmo, va dando detalles no tanto sobre la grabación de las canciones, que dice no interesarle, como sobre las historias o los lugares que han terminado alimentando cada disco.
Las aproximaciones son interesantes y así sus seguidores podrán comprender mejor quiénes son los Teresa y Jorge que aparecen en sus canciones, cómo sus temas sobre el divorcio fueron premonitorios o cómo se reconcilió con la figura paterna en el premiado ‘Un hombre rubio’. El problema es que el libro se hace demasiado corto. Y no porque necesitemos «carnaza» sobre dónde se metía Nacho Vegas cada vez que se daba la vuelta, sino porque es una pena que alguien con su capacidad de observación, análisis y autocrítica, no haya desarrollado más sus opiniones sobre la industria musical, sus entradas y salidas en sellos, o su vivencia en Nueva York, 11-S incluido. Rosenvinge compartió ciudad con Bowie, realizó pequeñas giras por aquel país, y afrontó problemas económicos cada vez que su hijo se ponía malo al no contar con seguro médico. Me leería un libro entero bien gordo solo con lo que le pasaba por la cabeza cada vez que paseaba su carrito de bebé por Central Park durante aquellos años, y no solo por la caída de las Torres Gemelas.
Pese a que te quedas con ganas de una ‘Autobiografía’ propiamente dicha, el libro se reserva un as en la manga para el final: una especie de ensayo de Christina Rosenvinge en el que habla sobre el arte de escribir letras y el arte en general. Tras afirmar que «ninguna forma de arte penetra el alma tan profundamente como la música», la artista se adentra en un (auto)análisis en el que cuenta cómo se ha desarrollado como letrista a través de varios epígrafes: rima, sonoridad, métrica, acentos, fraseo, estilo… Gracias a sus explicaciones averiguas por qué algunas canciones suyas o de otros te gustan tanto y aquel letrista te parecía tan malo o tan grandilocuente. Ahí es donde te das cuenta de cuánto trabajo hay o debería haber en una carrera, y de que la suerte no existe. 8. Disponible en Amazon.