Con el amor por esos viejos discos como motor, decidió hacer uno así ella misma. Grabó demos de sus canciones de desamor y soledad con su dulce voz susurrada, al más puro estilo de Jane Birkin o Astrud Gilberto, y se dedicó a perseguir a músicos vivos que ella consideraba que podían conseguir el ambiente que ella buscaba: Tony Chin, guitarrista en clásicos de Althea & Donna, King Tubby o Dennis Brown; y Airto Moreira, percusionista brasileño que colaboró con Miles Davis, Astrud Gilberto, Chick Corea o Annette Peacock. Finalmente, tras no poco insistir, dio con ellos y obtuvo un sí para grabar sus canciones –junto a otros músicos menos conocidos pero también eminentes, como Ronnie McQueen (bajista en Steel Pulse), Rock Deadrick (batería de Ziggy Marley), el guitarrista brasileño Fabiano Do Nascimento, y el percusionista habitual de Sergio Mendes, Gibi Dos Santos– en el viejo estudio de Chet Baker en Los Ángeles.
Así ha construido este ‘Claude Fontaine‘ en el que, fiel a sus referentes, se devanea por cadencias jamaicanas, brasileñas, jazzies y de chanson en canciones como ‘Cry For Another’, ‘Pretending He Was You’, ‘Hot Tears’ o ‘I’ll Play The Fool’ que podrían perfectamente haber sido grabadas en los años 70 y, por tanto, tienen la perfecta vigencia de cualquier clásico. Y un encanto desarmante, de ese en el que apetece perderse, dejarse llevar por su melancolía aterciopelada, fresca y tangible. Un gran descubrimiento –con un innegable eco de Amy Winehouse– que parece ir a la contra de estos tiempos de cinismo y urgencia.