La primera cita telefónica con Josele se frustra porque se queda sin batería. A la segunda va la vencida, aunque por los pelos. “Me han encargado a las criaturas y he estado medio de chófer, medio de clown y los acabo de soltar a todos”, ríe. Lo primero que hago es preguntarle por la rabiosa actualidad; es jueves 24 de octubre, el día en que se ha sacado el cadáver de Franco del Valle de los Caídos. “He estado en otro entierro más importante. No me he enterado de nada”. Pero, añade: “No le tendrían que haber dado nada de bombo ni de platillo”. Su hablar pausado, arrastrado e irónico dibuja el discurso de un humanista aparentemente desencantado. Pero no, no lo está.
Sobre ‘Conde Duque (en directo)’, mi primera pregunta es sobre el formato, ya que se trata de un disco-libro. ¿Por qué este formato? ¿Era tu idea crear algo físico, un objeto tangible y bonito?
En realidad, no. La cosa fue yendo a más. De hecho, yo ni pensaba en lo de grabar un directo. Lo tenía descartado. Hombre, fantaseaba con ello, porque las canciones han evolucionado mucho estos años según han ido pisando escenarios, pero no pasaba de ahí. Y, de repente, me vinieron con la idea de aprovechar los bolos en el Conde Duque. Un recinto, que por otro lado, tampoco es que sea dado a grandes fastos. Es un sitio pequeñito, con acústica limitada, aforo limitado… Me pareció buena idea y dije “vamos p’alante”. No sé quién de la casa de discos apareció diciendo que había que ofrecer algo más “artístico”. Me acordé de mi amigo Santiago Bueno y de Eduardo [Jiwnani], el diseñador. Pero, si te soy sincero, no me lo esperaba. Yo estaba trabajando en las canciones que, probablemente, formarían parte de mi sexto disco en solitario o del décimo de los Enemigos. A mí las canciones no me gusta reproducirlas tal cual fueron grabadas. Me gusta que cambien, que crezcan en el escenario, que los músicos aporten. En definitiva, que no se me mueran, que me da cosa (risas). Me pareció bien que quedara constancia de esto. Y si podía ser con las ilustraciones de Santiago, con un diseño majo, pues mejor. Total, que me pareció buena idea, nos lanzamos a la piscina, y aquí estamos. Hemos tardado una miaja de más, pero ha quedado bien, bastante apañao. Pero en ningún caso he sido yo dando la lata en la casa de discos. ¡Más bien al contrario!
Yo me imaginaba un directo al uso. Luego apareció alguien que dijo que, ya puestos, hiciéramos un libro-disco. Me dije: “joder ¡esto sí que está creciendo!” Y no seré yo quien diga que no. Y según me llegaban propuestas, me hacía más ilusión. Ha sido una cosa muy inesperada y… muy bienvenida. ¡Pero muy poco planeada! Porque es más complicado de lo que parece en un principio, hay que ponerse de acuerdo mucha gente, es un trabajo en equipo. Porque luego está el DVD, que esa es otra. Un follón importante. Pero ha merecido la pena. Ahí está, y tan majo.
Leí que cambiaste la banda que te tenía que acompañar dos semanas antes de los conciertos. ¿Qué ocurrió? ¿No te acojonaste (con perdón)?
Por suerte, uno tiene una agenda bastante abultada ya. Y había aún relativamente tiempo de salvar la nave. Había un par de semanas, de trabajo intensivo, eso sí, más de lo que se pensaba. El suficiente para salvar los bártulos con holgura y dignidad.
En el concierto desfilan una gran cantidad de invitados: Leonor Watling, el Niño de Elche, Jairo Zavala (Depedro), Johnny Burning… ¿Tuviste problemas para cuadrar fechas? ¿Algún invitado que fallara? ¿O alguien con quién no contaras inicialmente y que al final te sorprendiera para bien?
Ahí hubo una mezcla de suerte y de que estas cosas se dejan para el final. Hubo suerte en el sentido de que estaban libres. El hecho de que fueran dos fechas en vez de una también ayudó bastante. Yo era bastante reticente. No quería invitados. A mí no me gusta esto de los duetos, nunca me ha gustado. Al final, me dejé convencer un poco por manágers, etcétera. E hicimos al final los duetos. El Johnny era obligado; yo venía de colaborar con Burning hacía nada, haciendo ‘Esto es un atraco’. Era la manera perfecta de devolver la jugada. Y con Nico [Alvárez] y con Johnny las cosas siempre vienen rodadas.
En el caso de Leonor, yo también la conocía de hacía muchos años. Fuimos vecinos durante mucho tiempo, hemos coincidido mucho por ahí, hemos compartido músicos. Yo la admiro; yo sé lo curranta que es y que no me iba a fallar, como así fue. Es una jabata. Que esto nunca se le dice; se dice “qué mona”, no sé qué y no sé cuántos. Pero es una jabata; es realmente una curranta nata y una garantía. Si Leonor te dice que va a tener para tal fecha y tal hora un trabajo preparado, es que va a estar. Lo de Jairo, también. Y en el caso de El Niño de Elche, es que la canción [‘Un Guardia civil’ ] la veía tan en sus manos… Me pasaron varios por la cabeza, pero… Es una canción que a mí me remite mucho al sur, a Andalucía, que para mí es una tierra mítica, de la que oía contar historias a mis abuelos, a mis padres, a mis tíos de pequeño (que son todos de allí). En mi imaginario infantil, o no tan infantil, es una tierra mítica. Cada vez que bajo, se me despierta algo. De eso, de las historias que te cuentan de pequeño. Este [el Niño] se lo ha llevado aún más al sur. Me cuadraba por todas partes. Lo que pasa es que es una canción que es muy especial, es muy cinematográfica, muy visual… Y ahí sí que no veía yo lo del dueto.
«Leonor Watling es una jabata»
¿Tan clarísimo lo tenías?
Sí. Se lo lleva ya a las almadrabas (risas), más allá de la costa. Es una canción que yo le dije: “Mira, Paco, hazla tuya y vente a la prueba de sonido con lo que traigas, que vamos p’alante con ello”. Y así fue. Se la lleva muy lejos, muy al sur. Muy a dónde yo quería llevarla. Mi escuela es otra y quizás por eso no llegué hasta ahí. Y, por otro lado, me da a mí la oportunidad de tocar para un cantante, que no la suelo tener muy a menudo, y me encanta. Me gusta mucho ejercer de guitarrista para otros.
Escuchando y leyendo ‘Conde Duque’, me daba la sensación de que querías reivindicar tu carrera en solitario. Pero, por lo que me comentas, la construcción del disco es algo que más bien te has encontrado, con lo que mi percepción se da un poco de bofetadas con la realidad, ¿no?
No iban por ahí los tiros. Porque yo tampoco hago tantos distingos. Visto desde dentro, son pasos de lo mismo: Los Enemigos, mi carrera en solitario, otra vez Los Enemigos… Para mí es un todo lineal. Tradicionalmente, estos discos en directo suelen obedecer a criterios de tipo logístico; a cambios de formación, a inminentes cambios de estilo, incluso a despedidas. No es el caso. Yo estaba tan tranquilo en mi casa escribiendo canciones cuando me vinieron con este follón (risas). Entonces no tiene nada que ver con esto, no reivindica nada. Lo que sí me apetecía mucho era plasmar estos cambios y esta evolución de las canciones durante todos estos años. Hay muchas que están no ya irreconocibles, pero sí muy cambiadas. ‘Ole papa’, sin ir más lejos. En el disco de las golondrinas y en este directo, pues tienen bastante poco que ver. Sobre todo en espíritu. La melodía y la letra no, claro. Pero el tratamiento aquí es otra cosa; más alegre, menos solemne, más seguro, más rockero, más vivo (para mí). Quería plasmar un poco esa evolución. Da mucha lástima que todas estas ideas que se te ocurren una vez grabado y editado el disco se queden por ahí dando vueltas.
En ‘Transilvania’, tu anterior álbum, que apareció en 2017, y con el que contaste con Raül Fernández (Refree) y Xarim Aresté, es un disco muy fresco. Tú lo calificas de soul, ¿querías trasladar ese tipo de sonido a todo tu repertorio?
‘Transilvania’ tiene sus particularidades. Es un trabajo de estudio, claramente y, además, bastante más contemporáneo. Y juntar a esos músicos con los que tocan conmigo en directo, que son de otra escuela, más clasicota y, entre nosotros solemos decir, más grasienta, pues la cosa gana en eso, en grasa, en guarrería y en negritud. Sin llegar a intentar imitar las cosas de los negros, que son de los negros y son intocables. Eso no hay quién lo mejore y… además, ¿pá qué? No hay más que mirarse al espejo. Yo no soy capaz de hacer eso (risas). Esa calidad, esa grasa, ese rockerío, pues que quizás no esté en ‘Transilvania’, que es un sonido más contemporáneo, más frío… Que, por otro lado, me apetecía, a la hora de grabarlo, usar sintetizadores, etcétera. Pues se ha transmutado en lo que nos viene a nosotros más de escuela. Es menos experimental y más echao p’alante, por decirlo de alguna manera.
Más clásico (si la palabra no te chirría).
Sí. Más clásico.
«Esperábamos todos un poquito más de ‘Transilvania'»
‘Transilvania’ tuvo poca repercusión. No sé si es algo con lo que contabas o te apena.
No, no la tuvo. Esperábamos todos un poquito más. No mucho, pero bueno. De esto ya hay costumbre. Y andamos siempre un poquito al filo. Al final hicimos una girilla, estuvimos a punto de suspenderla pero al final el boca a boca funcionó, porque en el escenario pasaban cosas muy interesantes y… bueno, ¡sacamos el año! (risas) Así estamos. Viviendo de lo que nos gusta. A veces nos tropezamos y, ¿qué vamos a hacer? Pues levantarnos.
Además fue una grabación la hostia de agradable, en la que aprendí mucho, muy divertida. Muy casera, muy cómoda. Lo pasamos muy bien Raül y yo grabando. Fue una experiencia. Una de las grabaciones más agradables que yo recuerde.
¿Repetirías con él o eso ya depende de cómo te pille el cuerpo en el momento de preparar el próximo disco?
La única canción de Los Enemigos que hay en el disco es ‘Desde el jergón’ (al menos en el CD y DVD. En streaming no está disponible). Probablemente, es la canción más famosa y reconocible del grupo. ¿Es también tu preferida o la incluyes porque es tu canción-emblema?
Es un emblema y luego, aparte, hay otra razón, más prosaica, y es que es una canción que aguanta perfectamente con una guitarra acústica y voz. Aguantan casi todas, pero esta es que incluso a veces hasta gana. He tocado muchas de Los Enemigos en este formato, cuando salgo a tocar por ahí en modo “folk”, primero con Pablo Novoa, cuando empecé a hacerlo, y ahora estoy con David Krahe, y pueden caer ‘La otra orilla’, ‘Quillo’, ‘La carta que no’… Pueden caer muchas de Los Enemigos, pero la realmente mejor percibida por el personal es esta. Y, como bis, en aquel momento me apeteció.
Esto de ir tocando solo con un guitarra, en el formato “folk” que comentas, no sé si es tu formato habitual ya y te gusta. O has de ceñirte a él por el signo de los tiempos.
Todo empezó, como es de suponer, con la crisis. Así de sencillo. Empezamos a experimentar con formatos reducidos, sencillamente porque no nos podíamos permitir una banda p’arriba y p’abajo, con todas las habitaciones de hotel, la furgoneta, etc. A mí me empezó a hacer tilín a la de tres y a la de cuatro, porque la primera lo pasas fatal. Y cada vez me siento más a gusto. Es un formato más, un frente más ahí abierto, pero que no quita que también me mueva por ahí con la banda, si las circunstancias lo permiten. Luego está el frente de Los Enemigos también. Y bueno, como cualquier españolote, aquí, con todos los frentes abiertos y buscándonos las lentejas por todas las partes. Pero intentando disfrutar y que sea divertido, porque si no, no tiene sentido esto.
«¡Nosotros nunca hemos vivido de vender discos! Jamás, en la vida. Ni por asomo»
El patio está difícil para cualquier gremio, y eso incluye a los músicos. De todos modos, a mí me hace mucha gracia, esto de cuando empezó la crisis: “pues ahora tienen que vivir los músicos realmente de tocar en directo y no de vender discos”. ¡Y nosotros nunca hemos vivido de vender discos! Jamás, en la vida. Ni por asomo. Se cobraba un poquito, de vez en cuando, de royalties. Pero nuestra fuente principal de ingresos siempre han sido los directos. Si sacamos eso, ya sí que la hubiéramos espichao (risas). Pero eso ha sido así toda la vida. Ahora sí, con el streaming, vale. Pero es que antes era el no sé qué, el no sé cuántos, los piratas… Nosotros, Los Enemigos, y yo en concreto, nunca hemos vivido de las ventas. Hemos tenido buenas críticas, no hemos parado de trabajar en todo el año. No hemos sido un grupo que venda discos en invierno y actúe en verano. Eso nunca nos ha pasado, por suerte o por desgracia. Pertenecemos a la clase obrera del rock. Estamos currando todo el año. Yo estoy ya literalmente deslomao. Tengo dos o tres hernias discales, pero bueno. ¡Ahí seguimos! Hasta que el cuerpo aguante.
Me ha sorprendido, en el texto de César, leer que durante una época habías “vuelto a trabajar en clínicas veterinarias”. Ignoraba que fueras veterinario.
No, soy auxiliar. Fue la época más dura de la crisis, en que no es que no hubiera pocos bolos; es que no había ninguno. Entonces me planteé seriamente volver a las clínicas y trabajar en este mundillo (que, por otro lado, también me gusta). Y, justo entonces, aparece no sé quién con la idea de que nos juntemos Los Enemigos. Debió ser cosa del destino. Y bueno, pues aquí estamos… todavía.
«Los Enemigos estábamos ya bastante aburridos, las canciones nuevas que iban saliendo no funcionaban en el local. Y hubo un momento de hartazgo personal»
Sobre Los Enemigos; en 2002 lo dejasteis, pero volvisteis para realizar conciertos (en 2006 y 2012), sacasteis disco en 2014… ¿Hubo algún motivo para dejarlo, en 2002? Explicabais que ya no os motivaba seguir haciendo música, ¿no? Pero no hubo ningún tipo de mal rollo.
No. Nos iba bastante bien. Pero las cosas van por dentro. Estábamos ya bastante aburridos, las canciones nuevas que iban saliendo no funcionaban en el local. Y hubo un momento de hartazgo personal. Eso, a un mínimo de olfato que tengas, sabes que lo mejor es dejarlo. ¿Hasta cuándo? ¡Yo que sé! Ya veremos. En aquellos días nos parecía que sería definitivo. Luego resultó que no era así. En 2012, a los diez años justos, a alguien se le ocurrió juntarnos y pagarnos un pastizal por aquello, nunca lo ocultamos. Entonces dijimos que sí. Salió un segundo bolo, la gente respondió muy bien. Y todo ese feedback.. Ya en la furgoneta había buen ambiente, en el escenario sonaba bien… Y nos hemos plantado en 2019 en que tenemos un segundo disco grabado que verá la luz en marzo de 2020, lo terminamos hará un par de semanas. Ya está grabado. Falta mezclarlo, esperar un poco de tiempo para que esté libre Carlos Hernández, que ha sido el productor y que probablemente nos haga el sonido y también para darle un poco de cuartelillo a mi disco, que casi se nos han juntado los dos.
¿Fino [Oyonarte] iba a sacar disco nuevo también o lo he soñado?
El año pasado.
Sí, ‘Sueños y tormentas’. Os vi tocar juntos en el Jamboree en diciembre del año pasado.
Sí, coincidimos ahí. No coincidimos más. No sé por qué. Hubiera estado bien. No descartábamos haber hecho más. Seguimos sin descartarlo. Es probable que hagamos algo juntos por ahí. Pero interactuando más, que tocamos una canción solamente y deberíamos hacer algo más curradete.
Pues pensé que era algo más habitual.
No, fue una casualidad. Nos salió el bolo este en el Jamboree a los dos y si no hacemos algo juntos, es para matarnos. Deberíamos hacer algo más currao e interactuar más entre los dos.
«Lo que me pone, que es que ya me corro, es que las letras tengan dos lecturas contrarias»
Aparte de tu voz, lo que más destaca en tu música son las letras. Pero hay una en particular que me gusta mucho, que es ‘Pensando no se llega a ná’, que tiene esa ambigüedad que no sabes si es una invitación a la acción o a la pasividad.
A mí me encanta que las cosas sean así, que tengan varias lecturas. Y lo que me pone, que es que ya me corro, es que sean dos lecturas contrarias. Lo que me encanta de la canción es eso, que tiene dos lecturas que no sólo es que sean distintas, es que son completamente contrarias. Y no depende de que las leas de arriba a abajo, sino de cómo te pille. Para mí fue un logro tremendo como letrista. Era un reto que me había planteado: “si yo consiguiera un día que hubiera dos lecturas que, además, fueran contrarias, absolutamente divergentes, pues me voy a quedar muy a gusto”. Y al final lo conseguí. Y si te digo que, además, está casi copiada literalmente de un discurso de, en su día, nuestro presidente Jose María Aznar, ya es que te meas. “No piensen, que para eso ya estamos nosotros”. La jugada fue redonda.
Sí, está logradísimo.
¡Es casi literal! Me encantaría tener guardado el discurso, porque hay frases literales.
Pensaba que el de las frases memorables era Rajoy…
Sí, también. Pero las de este [Aznar] eran más punkies. Rajoy todavía tiene un punto así que es hasta de risión. Pero este no. Es punk del duro.
Y sobre la portada. Esa imagen de ti, con los ojos vendados, las manos no las llevas atadas, pero el gesto es como si lo estuvieran. Pareces un reo de muerte. ¿Buscabas esa imagen en concreto? ¿Partías de alguna idea?
De las fotos se encargó Óscar Carriquí. La idea de la venda y todo eso la quería yo. En el patio del Conde Duque, porque es una reminiscencia también, muy castiza y muy madrileña, a las revueltas, al Dos de mayo y todo eso. Una de las lecturas que puede tener la foto es que me van a fusilar. A veces esa es la sensación que puede tener uno antes de actuar en directo. Y más si va a ser grabado. Se me ocurrió que en el patio, además, el ambiente, el marco, era bastante idóneo para esto. Por otro lado, también se puede ver como un tío que no quiere ver nada; otra es un tío al que no le dejan ver nada… Cada uno que lo vea como quiera, porque hay un poco de todo. Pero, sobre todo, lo que a mí me interesa es que cree cierta inquietud. Y a esa foto, desde luego, le quitas la venda y lo pierde todo. Me gustan ese tipo de cosas: ambiguas, con muchas lecturas, que no estén claras. Es que si no, no me dedicaría a esto, me dedicaría a escribir ensayos. O a cultivar ajos.
Al hilo de lo que has comentado de las revueltas… como madrileño que vive en Montcada i Reixac (Barcelona), estas últimas dos semanas que hemos tenido tanto follón por aquí…
¡Fíjate qué papeleta! (risas).
«La realidad (en Cataluña) se presenta un tanto inhabitable»
Es un tema delicado, pero como has hablado de las revueltas, he pensado que ya mejor preguntar. Si no te molesta, claro.
No, no… Además, aquí en Montcada, si te quieres acercar a Barcelona, sí que lo vives más de cerca. Pero si no… Yo ni me he enterado. Además, me ha pillado en Madrid grabando lo de Los Enemigos. He visto lo mismo que cualquiera y no me he enterado de gran cosa. Pero me parece muy triste que hayamos llegado a esto. Además por una pura incompetencia, sospecho que intencionada. Como si hubiera un guión, estuviera todo escrito, dramatizado, y ahora tú y ahora yo… ¡Mejor no hubiera salido! No sé. Por otra parte, me siento completamente incapaz de ponerme en la piel de un patriota. Del tipo que sea. Me estoy leyendo ahora un libro sobre las cruzadas y veo lo poco que hemos avanzado. Me parece… fundamentalmente triste. Pero oye, no por esto nos vamos a amargar la existencia. Vamos a intentar divertirnos y pasarlo bien. A hacer películas, a hacer cuadros, a hacer canciones. A la ficción, ya que la realidad se presenta un tanto inhabitable.