Música

Robert Forster se basta él solo para ofrecer hora y media de acústico maravilloso

‘Inferno’, el último disco de Robert Forster, es bastante suntuoso. Por eso sorprende que su puesta en escena sea tan sumamente austera: solo él y su guitarra en el escenario. Nada (ni nadie) más. Anoche, en la sala Ovidi Montllor de l’Auditori, esta sobriedad se hizo demasiado notoria en su primera mitad. Porque, aun siendo la sala menor del Auditori, se antojaba demasiado grande; el formato cantautor acústico hubiera quedado mejor en un recinto aún más recoleto. Y el hecho de que, encima, durante casi toda la primera mitad la platea estuviera completamente a oscuras, otorgó un plus de incomodidad. Pero estos son los únicos reproches a un concierto soberbio en repertorio, ejecución y emoción. Foto: Indi Van Lerssel.

Robert se sobró en un recital de más de hora y media, algo heroico tratándose de un show acústico. Pero es que encima pasó como un suspiro. Él, largo, flaco, aparentemente flemático, pero tan delicioso y encantador como siempre, desgranó poco presente; tan solo cuatro temas de ‘Inferno’ y muchísimo pasado; tanto que el grueso de temas eran de los maravillosos The Go Betweens. Las canciones de su mítica banda quedaban un tanto extrañas, tan desnudas. Sin embargo, consiguió que las versiones brillaran. Empezando por la pizpireta ‘Born to a Family’, continuando con ‘Spirit’ y prosiguiendo con ‘I’m All Right’. De ‘16 Lovers Lane’ cayeron también ‘Clouds’ o ‘Dive for Your Memory’. En esta, y en otras canciones de eché de menos sus voces, guitarras, detalles melódicos. Pero era curioso comprobar cómo se las arreglaba Robert para que las vistiéramos nosotros mismos con nuestras mentes. Hubo canciones que ganaron con la relectura: ‘Here Comes the City’, arreglada de manera aún más western, se creció. Y era conmovedor comprobar cómo se le raspaba la garganta en los momentos de intensidad. También eran muy divertidos sus parones para comentar algunas de las canciones, como cuando nos explicó la intrahistoria de ‘Darlinghurst Nights’.

Pero lo mejor estaba por venir. Transcurridas unas nueve canciones, Robert expresó lo que todos estábamos pensando: “¿No está demasiado oscuro aquí? ¡Quiero ver vuestras hermosos rostros! ¿Se puede encender una luz?”. Y se hizo la luz. Y nos sentimos como si nos hubieran quitado algún peso de encima, todo fue aún más liviano y maravilloso. En ‘Spring Rain’ imaginamos los “Falling down like sheets” de respuesta. En ‘Dive for Your Memory”, nos dibujamos su segunda guitarra y su oboe… Cuando ya llegábamos al final, Robert nos desmontó la teoría de los bises, anunciando que iba a tocar todas las canciones finales seguidas. La emoción se desató con ‘Head Full of Steam’; se acabó de desbordar con ‘Surfing Magazines’. Primero nos preguntó por las playas de “por aquí”. Y, aunque no se aclaró con los nombres, su imitar de las olas, su recitado y, sobre todo, los “da-da-da” repetidos entonados ya por todos nosotros casi nos hizo llorar. ‘Rock and Roll Friend’ fue la guinda a uno de esos conciertos teóricamente sencillos y pequeñitos, pero que en el corazón se recuerdan como enormes. 8,5 El artista actúa hoy jueves en el Teatro Lara de Madrid.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Mireia Pería