Cine

Malick remonta con ‘Vida oculta’, un poderoso drama sobre la Segunda Guerra Mundial

El particular sentido narrativo de Terrence Malick, cercano a la poesía, y sus inquietudes filosóficas le llevaron a filmar en 2011 –tan solo su quinto trabajo desde 1973- ‘El árbol de la vida’, una de esas obras maestras que definen una carrera. Un film tan inmenso que sobrepasaba la experiencia cinematográfica para convertirse, con cada visionado, en algo diferente, único, inabarcable. Es, sin duda, la cumbre de su cine, y cuesta imaginar que pueda ser igualada. Después de ella, el director texano comenzó una época sorprendentemente prolífica (desde 2012 a 2017 realizó ‘To the Wonder’, ‘Knight of Cups’, ‘Voyage of Time’ y ‘Song to Song’), y más viniendo de alguien que en 40 años solo estrenó 5 películas. Todas parecían ser, en mayor o menor medida, restos de aquella obra mayor, pero sin un ápice de su profundidad; ejercicios de estilo vacíos y decepcionantes. Malick alcanzó la perfección ética y estética en 2011 y lo que vino tras ella se puede entender como una deconstrucción (o destrucción) de lo que había sido su cine. Con ‘Vida oculta’ todo indica que quiere empezar una nueva etapa: volver a sus orígenes más narrativos (‘La delgada línea roja’, ‘El nuevo mundo’) sin abandonar del todo la depuración formal de estos últimos trabajos.

La película presenta a dos campesinos que viven en una aldea de las montañas austríacas cuando estalla la Segunda Guerra Mundial. Todos los hombres de su entorno se ven obligados a apoyar el nazismo, pero Franz –el protagonista- se niega a aliarse con Hitler, y esto le conlleva a ser rechazado por una sociedad cada vez más intoxicada por la ideología nacionalista. Es la idílica relación con su mujer y su fe lo que le da fuerzas para soportar el calvario al que será sometido por su decisión.

Un tema recurrente en la filmografía del director de ‘Días del cielo’ es la religión, y ‘Vida oculta’ es claramente una película religiosa, que plantea el amor y la fe como única salida frente a lo malvado. Apoyando la definición de Owen Gleiberman de Variety, ver la película es entrar en “una catedral de los sentidos”, como asistir a una suerte de misa en la que Malick es el sacerdote, y que evidentemente solo es apta para devotos. Su cine nunca ha sido para mayorías, y en esta ocasión tampoco pretende serlo, pues tiene todo lo que le ha caracterizado siempre, desde su largo metraje que aquí se alarga hasta las tres horas, a las susurrantes voces en off malickianas, pasando por su obsesiva predilección por los grandes angulares. Todo acompañado de una preciosa música de James Newton Howard, utilizada con la elegancia marca de la casa.

‘Vida oculta’ quiere ser y es una de esas épicas historias de amor más grandes que la propia vida. Hacía tiempo que no se veía en su cine una preocupación y cuidado por sus personajes como en la relación amorosa que retrata aquí. Y están interpretados con el mismo empeño por August Deihl y por una maravillosa Valerie Pachner que supone toda una revelación. Es curioso que los actores principales hablen en inglés entre ellos, pero la figuración hable en alemán. Una decisión interesante pero que tampoco termina de justificarse, más allá de que sea o no por fines de distribución. Pero la película compensa sus elecciones cuestionables y sus excesos (tres horas son demasiadas) con una habilidad narrativa prodigiosa -nadie hace cine como él ni sabe contar historias de la forma en la que él las cuenta- y una espectacularidad visual que embelesa y que después de casi una década, por fin vuelve a estar al mismo nivel que el guion que está filmando.

‘Vida oculta’ no es una película perfecta, pero sí es, de lejos, el mejor trabajo de Terrence Malick desde ‘El árbol de la vida’. Nos recuerda por qué nos enamoramos de su cine y nos hace olvidar el desamor que nos provocaron sus últimas cintas. No demos por acabada su carrera tan rápido. 7,5.

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Publicado por
Fernando García