Cine

¿Es ‘Sobre lo infinito’ una obra de arte?

El octogenario cineasta sueco Roy Andersson, que presentó ‘Sobre lo infinito’ en la pasada edición de Venecia, ha llegado a nuestra cartelera finalmente con este ramillete de hipnóticos microrrelatos, en los que van desfilando distintos comportamientos de la naturaleza humana, del miedo al deseo. Una fantasía que no da lugar a un film usual, pero sí a algo así como una visita guiada por una pinacoteca, en la que cada sala estuviera dedicada a un pintor.

El propósito de que cada una de las historias esté rodada en plano fijo se torna notoriamente arriesgado en una era en la que abundan los planos secuencias, los efectos digitales que se multiplican hasta el cansancio, o un sonido/banda sonora cuya partitura se propone con obsesión abrumar. Andersson ha decidido arremeter desde lo opuesto con elegancia, buscando una versión inversa con la ayuda de una paleta de colores blanquecinos con un tono apagado y con unos protagonistas, en su mayoría, con la cara empolvada y acompañados de una voz en off que alude a la de Sherezade en ‘Las mil y una noches’.

Este estilo da ligereza en las escenas devastadoras, y risa muda en las cómicas, añadiendo un único y lejano toque de actualidad al trasladarnos a aquellos primeros vídeos que se colgaban en Instagram, bastante antes de los filtros o “boomerangs”, cuando el plano no cambiaba, representando sin más pequeñas píldoras de nuestra existencia más cotidiana.

Saben a poco los apenas 75 minutos de metraje, o que el relato de Adolf Hitler roce lo chirriante, neutralizado con la fortaleza emocional del resto de historias, como la de los amantes que sobrevuelan una ciudad. Una obra de arte en definitiva al encadenar la angustia y el aislamiento social bajo un manto frío, aparentemente sin emociones, pero sobre el que se genera una empatía sin sentimentalismos nostálgicos. Un universo artístico que emparenta sin paliativos con las pinturas de Edward Hopper como cronista de la historia; y plasma la obsesión y la vulnerabilidad física de nuestro cuerpo como los trabajos de Tetsuya Ishida. 8.

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Publicado por
Sr. John