Uno de los elementos que más llama la atención de la singular propuesta de Landes es el contraste entre la imponente belleza de los paisajes colombianos y la más terrible de las realidades del país, contada bajo el punto de vista de unos niños cuya inocencia y moralidad les han sido arrebatadas. Es en ese choque donde la película encuentra una de sus mayores virtudes y donde demuestra el talento de su prometedor autor, que dirige con precisión y un gran pulso narrativo. La inteligencia de la puesta en escena reside en su juego con el desconcierto; resulta difícil adivinar lo que va a pasar, e incluso durante la primera parte, no se sabe muy bien qué es lo que está pasando ni quiénes son esos personajes. Pero se percibe que algo no está bien, y eso es utilizado con audacia para atrapar al espectador en su ambiciosa narrativa y en su eficaz ritmo.
Todo en ‘Monos’ funciona, pero es sobre todo durante su último acto donde cobra más fuerza, cuando va de lo colectivo a lo individual. Landes poco a poco nos va acercando a sus personajes, y sus dudas sobre los conceptos del bien y el mal aparecen en ellos de manera desigual, realizando un potente retrato de la alienación infantil. Se agradece que la película no juzgue las a menudo terroríficas acciones de sus protagonistas –interpretados con solvencia por todo el reparto- y les trate como lo que son: víctimas de un sistema corrupto y podrido.
La siempre sugerente y enigmática música de Mica Levi es, sin duda, otro de los grandes aciertos, pues se aleja de lo que sonaría en un thriller convencional y se acerca al ambient inspirado en los sonidos de la selva colombiana. ‘Monos’ es una experiencia inquietante y sombría, que sitúa a su director como un cineasta sin miedo a saltar al vacío, con una habilidad asombrosa para esquivar excesos a pesar de estar siempre cerca de caer en ellos. 7,5.