Pero el gran enigma del concierto no era si habría ropero, tenderete de mascarillas por si la tuya se te caía al suelo, o tendrías que beber (el agua, lo único disponible) de una pajita, sino si la gente aprovecharía la oportunidad de ver el show online, pagando los 8 euros que costaba verlo desde casa. Mushroom Pillow, última discográfica del grupo madrileño, ha publicado esta semana los resultados: hubo según la nota de prensa «más de 1500 espectadores online, conectados desde 15 países en un streaming de imagen y audio de alta calidad inédito hasta el momento».
La misma nota de prensa promocional de la iniciativa es optimista cuando asegura «que abre las puertas a nuevas posibilidades en el futuro», aunque apunta con reservas que este «gran éxito desgraciadamente no significa en absoluto que la industria del directo se esté recuperando». En efecto, las 1500 personas que se conectaron para ver el show online pueden parecer muchas en tanto que no deja de ser el aforo de una Joy Eslava, solo que desde casa, gracias a que el público potencial pasa de lo local a lo mundial. Lo mismo podías verlo desde Madrid con tus compañeros de piso o pareja que desde el aburrimiento de tu exilio medio confinado como Erasmus en Italia, que después de comer en México. Se abre, por tanto, un «mundo» de posibilidades.
Por otro lado, el éxito de una gira se basa en ir cambiando de ciudad, es decir, de público, de concierto a concierto. De estas 1500 personas que ven un concierto concreto online, es posible que muy pocas repitan para el siguiente concierto online del mismo grupo presentando el mismo disco. Quizá Los Punsetes, conejillo de Indias en este experimento, puedan atraer a una parte de su público potencial que no pudo verlos online el sábado pasado, ¿pero así cuántas veces? ¿Las 70 veces que se repite un concierto de la misma gira?
Por suerte o por desgracia, los conciertos son una experiencia esclava del sentir del directo; por suerte o por desgracia un evento en el que socializar, beber y estar dando botes con tus amigos. Ver un DVD o un Youtube con un directo de calidad desde tu casa parece un ejercicio para «hardcore fans», cuando la industria musical se alimenta por supuesto de estos, pero en última instancia depende sobre todo del público generalista y casual. Es a este al último al que imagino pagando por ver un set desde casa, y más el mismo, varias veces. Como experimento y pasatiempo, estos conciertos online son una curiosidad que hay que aplaudir, y seguramente algún artista sea capaz de hacer historia al respecto con algún set bien montado y con medios, pero si la industria musical no va a volver a ser la misma hasta que haya una vacuna contra la covid-19, y dada la dependencia de los últimos años de la música en vivo, va a tener que ser a través de una idea mucho más revolucionaria que esto, una que ahora ni siquiera imaginemos. Algo que marque un antes y un después como lo hizo Spotify, y a poder ser cuidando más los ingresos de los artistas.