‘Corazón roto y brillante‘ de Chucho es, con todo mérito, Disco de la Semana en nuestra web. En él, Fernando Alfaro (alma mater de Surfin’ Bichos, con más de 40 años de carrera musical a su espalda) trata de expiar el dolor de una ruptura sentimental a través de lo que mejor sabe hacer: escribir y cantar canciones. En este caso, con la ayuda de dos de sus más veteranos colegas, Juan Carlos Rodríguez y Javier Fernández. Y, además en esta ocasión, un libro: ‘Pere y María‘ es un relato complementario que ha editado la web musical Muzikalia, que se ha lanzado a esa aventura en su 20º aniversario. Ambos funcionan por separado, y de hecho, el enfoque de ambos es diferente. El disco es más vital y enérgico; el libro, más oscuro y hasta fantasmagórico. Aunque ambos cuentan con un hálito de esperanza que, dice él, le representa mucho en lo personal. Sobre esto hablábamos días atrás con Alfaro, aún retirado en una casa de campo que tiene su familia en un pueblo de la provincia de Albacete, donde ha pasado los últimos cinco meses solo. Quizá por eso –y porque le apasiona lo que hace, claro– no escatimó en detalles y reflexiones durante nuestra larga charla. Tanto que hemos creído oportuno dividirla en dos partes: una primera, esta, centrada sobre todo en el aspecto narrativo. Y otra, a publicar en las próximos días, que se centra más en el aspecto musical.
Lo primero, ¿qué tal estás?
Aquí, en mi exilio en… el campo, como decían antes los señoritos. Esa especie de eufemismo que usaban para decir que se iban a sus propiedades, a sus casoplones. Esto es un casoplón, pero porque somos mogollón de hermanos. Era de un tamaño mediano, pero fue creciendo a medida que iba creciendo la familia. Es flipante porque tiene como excrecencias. (Risas) Es totalmente irregular, es como un laberinto, con huecos para que haya fantasmas. Está guay.
¿Estás en Albacete?
Sí, es que me fui de Barcelona. Rompí con mi pareja en diciembre y necesitaba soledad. También porque tenía un par de libros encargados. Uno porque me habían pagado la mitad y tenía una obligación total, y el otro es un libro muy corto. Tirando a largo para ser relato, pero no llega ni a nouvelle. Nivola, creo que le decía Unamuno. Y si quieres hablamos de él, porque tiene mucho, bueno, todo, que ver con el disco.
¿Te refieres a ‘Pere y María’, que lo ha ido publicando por partes Muzikalia?
Exacto. Lo hicimos por entregas, que tenía su punto, pero queda mejor de corrido. Son capítulos, cada uno relacionado con una de las canciones. De hecho, salen de las canciones. Bueno, fue un poco a la vez. Tenía la idea del relato previamente, la historia de Pere y María, que son los que generan todo el cataclismo. Pero a medida que iba componiendo las canciones iba componiendo mentalmente lo que sería el relato. Y yo las canciones las iba componiendo como lo hago siempre, a salto de mata, elucubrando. Yo siempre empleo una imagen (para hablar de mi método de composición) que es «dar palos de ciego». Encontrar una sensación y empezar a tirar del hilico, sin saber qué te vas a encontrar. No planifico mucho ni musicalmente ni a nivel letras. Por eso hago canciones, me parece más interesante porque descubro cosas. Así que el relato lo terminé fijando en papel una vez hecho el disco, y una vez estaba la secuencia importante. Ese orden determinó la estructura y el orden del relato, cosa que fue bastante reto porque me tenía que ceñir a esa sucesión de acontecimientos dictada por las canciones. Tuvimos en cuenta el aspecto textual y argumental de la letra, pero sobre todo el aspecto musical, como suele hacerse al hacer un disco.
«Las canciones no hablan de mi vida. Es más bien una aproximación no racional»
Desde luego, es toda una curiosidad en tu carrera. Y mira que hay curiosidades, como ‘Los diarios del petróleo’. ¿En qué momento se te ocurre enlazar disco y libro?
‘Los diarios del petróleo’, es cierto, se puede decir que es el otro disco conceptual que hay en mi carrera, motivado también por las circunstancias vitales. Por las razones que fueran, tenía la necesidad de recapitular vitalmente, de echar la vista atrás. Yo creo que te pasa a los treinta y tantos o cuarenta años. (Risas) Empecé a recordar muchas cosas de mi vida, aunque las canciones no hablan de mi vida. Es más bien una aproximación no racional. Y en el caso de ‘Corazón roto y brillante’ es parecido, porque tampoco se cuenta una historia, real o no, de manera preconcebida. Hay alguna canción más narrativa, como ‘Hoammm’, que habla de Pere y María aunque es también una puta locura. Obviamente, está basado en la vida real de una forma u otra, como todo lo que se hace, creo yo. Está emparentado con vivencias reales que te han pasado, pero el porcentaje de ficción o realidad en cada canción es totalmente variable y depende de muchas cosas.
En el caso de este disco como concepto, hay un elemento inicial de realidad evidente (se refiere a la canción titular, que abre el disco) y de ahí surge la idea del relato y sus personajes: esa especie de pugna entre el resentimiento por la ruptura, y la sublimación del recuerdo de un amor… turbio, por supuesto, como todos. Y luego la sensación que quería trasladar, y que era la que tenía yo también, era que, a pesar de ese dolor que Pere tiene por la ruptura, hay una especie de elemento involuntario de esperanza, casi luminoso. Uno tiende a pensar que un disco de ruptura es de canciones amargas, tristes. Y el tono del disco es totalmente distinto a eso. Yo a veces digo de mí mismo que sufro, o disfruto, de una especie de optimismo antropológico, como un instinto de supervivencia, un optimismo racional, valga el oxímoron. (Ríe) Sé que me estoy enrollando mucho, pero estoy un poco pensando en voz alta.
No, no, tú dale…
(Risas) Tenía un poco la imagen, muy difusa, de un accidente. Cuando tienes una ruptura de una relación muy consolidada o que la llevas muy dentro, es como si te ocurriera un accidente repentino. Sobre todo si esa ruptura es más o menos sorpresiva. Entonces yo pensaba en un accidente en el que el sol está brillando e incide en la escena, y crea una imagen que, en cierto modo, es bonita. De hecho, esa misma imagen ya la tenía yo en ‘La luz en tus entrañas’, por eso ese título. De hecho mi primera idea para la portada de aquel primer disco con Surfin’ Bichos era justo esa, el sol luciendo sobre los restos de un accidente. Bastante gore, la verdad. (Ríe) Y es un poco la idea de la portada de este disco, aunque con una perspectiva más fina. Porque los años te van afinando a base de hostias. (Ríe) No sé si la has visto.
Es literal, ¿no? Como un corazón quebrado con el sol detrás.
En realidad es el icono internacional de los desfibriladores, un corazón con un rayo dentro. En este caso, le mandé yo la foto a la diseñadora de uno que encontré en una estación de metro de Madrid, que tenía la parte superior del rayo rota, el corazón no se cerraba por arriba. De modo que era un híbrido entre ese rayo y el corazón partido de los emojis, y quedaba guay. (Risas) Lo bueno de esta imagen, como la de la portada de ‘Una semana en el motor de un autobús’ de Los Planetas o el nombre del grupo Meteosat, es que tienes publicidad gratis por doquier. (Risas) En nuestro caso, tenemos publicidad en muchas estaciones de metro y aeropuertos.
«Uno tiende a pensar que un disco de ruptura es de canciones amargas, tristes. Y el tono del disco es totalmente distinto a eso»
Siempre has sido muy amigo de incluir referencias a canciones tuyas de otras épocas, generalmente en tus canciones, pero en este caso también en el relato. Disfrutas mucho de este juego, ¿verdad?
Hay también referencias a obras ajenas, pero sí, sí, me gusta el rollo autorreferencial. Es como abrir puertas o pasadizos entre canciones, que lo que hace es expandir, darles más aire. Incluso a mí mismo me ayuda a expandir el sentido de una letra o un relato. Puede sugerir que vives en tu propio mundo o algo así, pero en el fondo es lo contrario, abres las posibilidades semánticas, aunque suene muy pedante. Lo abres todavía más a que cada uno lo interprete como quiera, porque es así como funciona la música: una vez grabas una canción, deja de ser tuya. Y los sentidos que otros les encuentran son tan válidos como los que uno le ha querido dar o ha creído dar. Es muy curioso, porque muchas veces hasta tú mismo no sabías que querías decir algo que no pretendías expresar conscientemente. Y con el tiempo lo ves, o a veces alguien te lo dice. Es muy especial, y tiene que ver con lo que decía antes: hacer canciones no es un proceso racional. Es elucubrar, y ahí juegan muchos fantasmas.
Antes hablabas de que mandaron las canciones sobre el relato, pero mi primera impresión escuchando el disco cambió algo después de leer ‘Pere y María’. ¿Temes que se pierda esto al ser dos piezas independientes, sobre todo con el nuevo hábito de escuchar música en streaming?
No, me parece bien. Y me voy a explicar, no estoy vacilando. Mi adolescencia fue en la época del punk, y en aquella época se odiaba a muerte todo lo progresivo, hippies y tal, incluyendo los discos conceptuales. Con lo cual, siempre les he tenido cierta aversión, por decirlo claro. (Ríe) Pero con el tiempo eso lo pierdes, te das cuenta que en realidad son prejuicios. Aun así, tanto en ‘Los diarios del petróleo’, que antes mencionábamos, como en este disco, he intentado por todos los medios (que tengan) un rollo mucho más pop. Que funcionen de forma independiente unas de otras, sin perder sentido. Que se puedan extraer del disco, escucharlas separadamente y que tengan sentido en sí mismas. Y creo que se ha demostrado con las canciones que hemos ido adelantando, obligados por las circunstancias sanitarias. Bueno, cinco, contando lo que llaman ahora key-track, que es el single que acompaña la salida del álbum y que es ‘Sombra lunar’. Y que tendrá un lyric-video (otra palabreja). El hecho de que hayan funcionado tan bien de forma autónoma es porque es música pop.
«Si las canciones tienen verdad, me da igual que se comprenda toda la historia o no»
Es algo que no pasaba en los discos conceptuales, que eran capítulos de una movida. En el libro son capítulos de un relato correlativo, pero en el disco prefiero que sea así. En realidad, lo que la historia subyacente está dando al disco y las canciones es verdad. Y si las canciones tienen verdad, me da igual que se comprenda toda la historia o no. A mí me pasaba de siempre con la música anglosajona: mi nivel de inglés no me daba para entender todo solo escuchándolas, y eso no hacía que me llegara menos. Hay niveles de comprensión y, aplicándolo a ‘Corazón roto y brillante’, no creo necesario que se comprenda de dónde viene todo ni cuál es toda la historia. Enlazando con lo que decía antes, a cada uno le puede decir algo diferente cada canción. Y además se trata de eso. Dado que aquí hay una historia subyacente, el que quiera ir más allá lo puede averiguar, puede leer el libro si quiere.
Sobre lo que decías del streaming: antes la gente se compraba el disco, o nos comprábamos el disco, y venían las letras normalmente, una estética particular… Y hay una cosa importante que no se comenta y no puedo entender: por qué en las plataformas digitales no se incluyen los créditos de las canciones. Si no se quieren incluir las letras, lo puedo entender, pero que no estén los créditos, me parece de mal estilo. Apareces tú, el grupo, el productor… Pero toda la gente que ha currado ahí, ¡desaparece! Me parece una injusticia brutal, creo que debería ser obligatorio.
Me suena que en Tidal sí aparecen los créditos detallados.
¿Sí? Pues me voy a hacer de Tidal… (Ríe) Pero no debería ser prerrogativa de las plataformas, debería ser obligatorio. Tenemos mil obligaciones en la puta vida, mil normas… Pues una que diga eso. ¡Si no ocupa nada! Y luego que mire el que quiera. Que cada uno llegue a la comprensión del disco que quiera llegar.
«La propia estructura de una obra artística está condicionada por las circunstancias económicas»
Entiendo entonces que se publican por separado disco y libro. ¿Nunca fue una opción hacer un disco-libro, que a veces se hace?
Particularmente me daba un poco de pereza hacer eso, pero estaba abierto a opciones. Y de hecho, siéndote sincero, una de las razones por las que retrasé la escritura del relato fue esta, que según el formato que fuera a tener la extensión o la propia estructura sería diferente. Una de las opciones era hacer un relato con doce capítulos relacionados, de manera más o menos clara, con cada canción del disco. Y el hecho de decidir hacerlo por entregas, al estilo de las novelas del siglo XIX, de forma más modesta, hizo que me decantara del todo por esa estructura. Que, por cierto, fue una idea de Ernesto González, que nos dejó hace unas semanas y al que yo echo muchísimo de menos. A donde quería llegar es que muchas veces la propia estructura de una obra artística está condicionada porque formamos parte de… ¡del capitalismo! (Ríe) Siempre ha sido así, desde Cervantes: ‘El Quijote’ tiene la forma que tiene por las circunstancias económicas. Y esto, en el caso de la música pop, es muy evidente la influencia del mercado. Y muchas veces no para mal.
¿Y quién publica el libro?
Lo edita Muzikalia, que ahora ha comenzado a publicar libros. Las expectativas de editarlo con Intromúsica eran diferentes, porque no editan libros. Y cuando nos hicieron la propuesta nos pareció guay, porque tiene entidad propia. El relato lo puede leer alguien que no me conozca a mí de nada, ni mi trayectoria musical, ni conozca a Chucho, ni escuche este disco ni lo vaya a escuchar. Que sin necesidad de contexto, fuera disfrutable, del mismo modo que te decía antes de cada canción. En este caso, además, las letras irán recopiladas al final, al revés que en las entregas que ha publicado Muzikalia, que estaban justo al final de cada capítulo junto con cada ilustración que ha hecho Erika Seven, que es de su equipo.
«Tendemos a amplificar las posibilidades de que lo que se cuente en la ficción tenga una base real»
En cada una de esas entregas se aclara que es una ficción. Entiendo que porque, aunque puede que, como dices, lo lea alguien que no te conozca de nada, también es muy probable que lo lea gente que sí, y que puede hacer conexiones con la realidad, tu realidad.
Sí. Es una cuestión de pudor, y sobre esto habría mucho que hablar: la cantidad de tímidos que nos dedicamos a subirnos a un escenario, en plan catarsis extraña. Pero dejando aparte esto… (Hace una pausa larga) En el caso del libro hay un epílogo, que va entre el bloque del relato y las letras de las canciones, donde explico todo lo que hemos estado hablando sobre las canciones y vuelvo a incidir en esto, que suena muy de película: «Los personajes y hechos retratados en este relato son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia». Es una precisión que quise hacer porque mucha gente tiende, o tendemos, a dotar de realidad cuestiones que se plantean en la ficción. Esto viene determinado por lo que comentábamos al principio: que hay muchas veces que la realidad, que no la verdad (aunque a veces también), alimenta la ficción. Pero como hay un gran porcentaje de cosas que no son verdad, que no ocurrieron así, me pareció importante hacer la precisión. No todo lo que cuento es verdad, ni muchísimo menos. Y hay cosas que no cuento, también. Pero tendemos a pensar que hay demasiada realidad en la ficción, a amplificar las posibilidades de que lo que se cuente en la ficción tenga una base real. De ahí el triunfo de las historias verídicas, el «basado en hechos reales»… ¡o los reality shows!