Música

Chlöe’s Clue / Carmín y rubor

Aunque la impresión es que no tanta gente como debería se enteró de ello, ‘Panorama’ ya mostraba a una autora personal dentro del ámbito del cantautor independiente patrio. En el caso de Chlöe’s Clue y de ese segundo disco, buscando un hueco propio en el pop de guitarras de ascendencia 50s, cercana a She & Him o a la Angel Olsen más ligera, y demostrando una gran capacidad compositiva y con toques únicos como la querencia latina de ‘Cafe-Bar 2000’. Ese tema, precisamente, era un aperitivo de lo que nos traía este ‘Carmín y rubor’, pero ni así podíamos sospechar hasta qué punto sería osada Raquel Adalid, la joven valenciana tras este proyecto.

De manera casi inadvertida, en la primavera de 2019 daba una pista de lo que se venía, mostrando una versión eléctrica pero minimalista de ‘Quémame’, una canción magnífica que, más allá del giro definitivo a la lengua castellana, plasmaba una querencia melodramática y apasionada. Ese era el camino a seguir, y la primera versión, acústica, de ‘Carmín y rubor’ y la maravillosa balada pianística y cupletera ‘Pecados delicados’ lo confirmaban con creces. Pero la gran sorpresa llegaba con la imaginativa ‘Tango techno’ que, con imaginación desbordante –articulada por Adalid con la asistencia de los músicos y productores Edu Figueroa y Víctor Mejías– y de forma algo equívoca, aderezaba pasos de tango pero no con techno, sino con pop acústico de guitarras. Y esta vez, con una letra de chispeante comicidad, cuyo culmen es “porque rota estoy por dentro, pero buenas ganas tengo de bailar tango con él”.

Si hay un hilo conductor en ‘Carmín y rubor’, ese es el baile agarrao, ya sea ligero (un pasodoble como el que, con guiños a la tuna, nos regala en la juguetona ‘A ganas ganaré) o más lento (el tan sensual como triste chachachá ‘Sangre y mantel’). Por eso tampoco chocaba
la transformación en tórrido bolero que ejercía de single principal, el mentado ‘Quémame

’, aquí junto a los mexicanos Daniel, Me Estás Matando, ni la sandunguera bossanova de ‘Sombrita’. Y por eso ‘Carmín y rubor’ es una especie de traducción a códigos contemporáneos –por mucho que digamos, detrás de cada uno de estos temas no hay sino canciones pop redondas e incontestables– de la música popular –en línea con sus admiradas Natalia Lafourcade o Mon Laferte, pero en códigos cañís–.

Y así nos retrotrae a cuándo éramos ávidos púberes –que no niños, porque los picores que uno siente escuchando su voz aquí carecen de inocencia– y quedábamos embelesado por el fulgor de las fiestas del pueblo, con sus guirnaldas, sus ferias de bombillas desnudas, sus pistas de baile polvorientas, apenas regadas con los restos etílicos cuyo olor se entremezcla mezclan con el de la fritanga, el encurtido y los perfumes a granel. Eso sí: en lo alto del escenario, junto a los sudorosos músicos, brilla una cantante con maneras de diva, engalanada con un vestido espectacular que impide apartar la vista de sus ademanes, desgranando cada una de sus canciones con desgarro y pasión contagiosa, haciendo ver que canta lo que siente. O viceversa.

Pero el repertorio de la diva en cuestión, más que a la pachanga o al latineo impostado de Tam Tam Go o Manolo Tena, transporta a la visión del folclore de la que hace gala Santiago Auserón como Juan Perro –de hecho, musicalmente no sorprenderían en su repertorio temas como ‘Ay, Cuba’, que bien parece una adaptación de un clásico sin serlo en realidad, o el mambo de ‘Dados’–. Como el veterano trovador, y aunque no pueda negarse cierta bisoñez (al fin y al cabo, Raquel tiene 24 años y estas son sus primeras letras en español), Chlöe’s Clue mima las palabras y las escoge con cuidado. Porque, incluso aunque a veces sean un tanto indescifrables o sus juegos cómplices lleguen a despertar cierta vergüenza ajena (esos “me muerde la carne, me arde el corazón”, “crudas dudas”, “con mi souvenir de Benidorm, ¿vas a venir o mejor me voy?” de ‘Cobardes alardes’), prima la sonoridad. Ella las moldea, acaricia o araña a placer, apretando los dientes o ronroneando, siempre con la intención de provocar emoción, sensaciones.

La interpretación vocal de Adalid es, sin duda, uno de los puntos fuertes de esta nueva Chlöe’s Clue, pero no cabe despreciar un fondo musical riquísimo que, aunque sea eminentemente minimalista, lo llena todo con inteligentes arreglos que aluden a una orquesta completa. Una sutileza verdaderamente encomiable, que equilibran a base de elegancia la desacomplejada sencillez de estribillos fácilmente coreables y divertidos como “bi-ma-mum-bi-ma-mam-bimain” (‘Dados’) o esos desopilantes “no lo sé, no lo sé”, con forzada y casi cómica voz varonil (‘A ganas ganaré’). ‘Carmín y rubor’ es una rareza en nuestro panorama y no nos extrañaría que, como señala Raquel, pueda incluso tener más aceptación entre un público de América Latina mucho menos remilgado que el indie medio español. Precisamente por eso, por su valentía y honestidad, solo cabe rendirse sin paliativos ante una reinvención a la que pocos se habría atrevido. Y al que le pique, que se rasque.

Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Quémame’, ‘Pecados delicados’, ‘Carmín y rubor’, ‘Tango techno’, ‘Sombrita’, ‘Ay, Cuba’
Te gustará si te gustan: Natalia Lafourcade, Mon Laferte, Daniel, Me Estás Matando, Devendra Banhart, Juan Perro.
Escucha: Criminals

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Publicado por
Raúl Guillén