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‘My Mexican Bretzel’ es un apasionante experimento entre el documental y la ficción

El recorrido comercial que ha tenido ‘My Mexican Bretzel’ es cuanto menos curioso. Comenzó viéndose en el Festival de Gijón en 2019 y continuó su camino en el prestigioso festival de cine de autor de Rotterdam. Sin embargo, cuando realmente la película cobró una nueva vida fue gracias a su exhibición en Filmin en la programación del D’A (festival de Barcelona que tuvo que celebrarse online por el Covid-19), donde tuvo un sorprendente éxito que terminó alzándola con el premio del público. Meses más tarde llega a varias salas de cine una película tan pequeña, personal y única que parece un milagro que haya llegado tan lejos. Y, claro, no queda otra que celebrarlo.

La directora Nuria Giménez Lorang, después del fallecimiento de su abuelo, viajó a Suiza con su madre para recoger las cosas de su casa y allí encontró alrededor de 50 bobinas de 16mm y 8mm en el sótano que contenían 29 horas de grabaciones cotidianas entre los años 40 y 60. Se las llevó a su casa en Barcelona y comenzó a digitalizarlas, en un principio sin saber qué iba a hacer con ellas. Años después de trabajar con ello, el material filmado llega en forma de largometraje, titulado ‘My Mexican Bretzel’ y propone un experimento fascinante. A través de las bellísimas imágenes restauradas, Lorang compone la historia de Vivian Barrett, una mujer de clase alta, apoyándose en los textos de su diario personal. No hay voz en off, de hecho, no hay voces en absoluto a lo largo del metraje, pero el espectacular diseño de sonido consigue crear una inmersión completa en el universo de su protagonista.

Lo que hace que la película sea tan impactante es la originalidad con la que Lorang pone a disposición del espectador el metraje encontrado, haciendo un misterioso uso de este, a medio camino entre la realidad y la ficción. El juego que plantea es tan estimulante y único que desconcierta, pero pese a lo radical de la propuesta formal, el alma de ‘My Mexican Bretzel’ reside en una narración clásica, que dialoga directamente con los melodramas de los 50 de Douglas Sirk. Casi sin querer, la película va presentando el conflicto de Vivan Barrett hasta convertirla en una protagonista digna del Hollywood clásico. En su diario se pueden leer frases como “Creo que filmar es una de las mejores formas de autoengañarse que existen. También es una lucha encarnizada contra la soledad. Y un bello modo de desaparecer”. Y es que otro elemento fundamental en el que la directora se apoya es en la mentira, y en cómo esta de alguna manera constituye ya no solo el arte de hacer cine sino también nuestras propias vidas, aunque sea de manera inconsciente.

La inteligencia y sensibilidad mostradas en este trabajo sitúan a Nuria Giménez Lorang como una cineasta audaz y valiosa. En su naturaleza experimental ‘My Mexican Bretzel’ rebosa pasión por hacer cine, por encontrar un medio para evocar el pasado, para crear nuevas vidas a través de las ya vividas. Es una obra poética, emocionante y evocadora, tan íntima como universal, y que además, guarda para el final una reflexión poderosa. 8,2.

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Publicado por
Fernando García