Sin ser exactamente un grupo emergente, pues su primer disco vio la luz en el año 2017, seguido por el segundo en el siguiente, el trío formado por el cantante Egor Shkutko y los músicos Roman Komogortsev (guitarra, sintetizadores, batería) y Pavel Kozlov (bajo, sintetizadores) publica su tercer largo a través del sello neoyorquino Sacred Bones, conocido por editar el trabajo de artistas tan interesantes como Zola Jesus, Jenny Hval o Lust for Youth. Compuesto a principios de año, durante el primer confinamiento, ‘Monument’ es otro estudio del sonido de The Cure, Joy Division o Bauhaus con incursiones ocasionales en la pista de baile, que entretiene por lo que tiene de familiar y de apto en esta época tan incierta… y la que nos espera.
Las composiciones de Molchat Doma, cuyo nombre significa «casas en silencio», el cual ya evoca una imagen de un lugar que antes fue habitado, pero que ahora ha sido abandonado, llevan títulos tan propios del género en el que incurren que parecen autoparódicos: «ahogarse», «condenado»… Hasta hay una pista llamada «no tiene gracia». Sin embargo, las canciones de Molchat Doma suenan sinceras y genuinas incluso cuando no se tiene el traductor delante para entender las letras, debido a la pasión con la que sus autores las abordan. La desesperación de una canción como ‘Не Смешно’ («ne smeshno»), que suena 100% a los The Cure de ‘Faith’, como buena parte del álbum, es palpable e imposible de fingir, y el ritmo disco a medio tiempo de ‘Обречен’ («obrechen») suena tan apesadumbrado como esa letra que habla sobre «heridas que tendré que curar por toda la eternidad».
‘Monument’ se abre con un corte de casi 6 minutos llamado ‘Утонуть’ («utonut'») que se queda cerca de ser un pepinazo y por el que asoman influencias muy obvias de Kraftwerk en su entramado de sintetizadores y percusiones mecanizadas. Y la música de baile sintética de los años 80 está muy presente en un tema llamado abiertamente ‘Дискотека’ («diskoteka») que el grupo dedica sin misterios al poder sanador de este lugar («no me importa lo que paso conmigo después, yo sigo bailando»), y en el que se envuelve de sonidos que remiten a grupos como Soft Cell. Sin embargo, en el álbum mandan ante todo las sensaciones del post-punk más adusto y desangelado de finales de los 70 y principios de los 80 -esas melodías de guitarra tristonas, esas baterías gélidas- y el espíritu de Ian Curtis está muy presente en la voz Egor Shkutko… aunque decir esto parezca una obviedad.
Igual de obvias son unas letras que hablan de desilusión, soledad, desamor e incertidumbre ante una existencia vacía de significado que parece derretirse como nieve en la ciudad: sí, los grises paisajes post-soviéticos parecen nutrir las atmósferas de estas canciones, como la propia cubierta del disco sugiere. En ‘Ответа Нет’ («otveta net»), el intérprete, encerrado en su «triste apartamento», tan solo que lo único que es capaz de oír es el «crujido del suelo» al caminar, clama: «canta una canción triste conmigo, no tiene sentido, ¿pero acaso algo lo tiene?»; en ‘Звезды’ («svezdy») culpa insistentemente a la persona amada por tener el «corazón malherido», y en ‘Утонуть’ incluso llega a rogarle que le «deje ahogarse en paz». Supere o no Molchat Doma la repercusión del viral, lo cierto es que su música sigue teniendo sentido.
Calificación: 6/10
Lo mejor: ‘Utonut’, ‘Obrechen’, ‘Discoteka’, ‘No smehsno’
Te gustará si te gusta: The Cure, Joy Division, Motorama, Depresión Sonora
Youtube: vídeo de ‘Diskoteka’