Música

Sons of Kemet / Black to the Future

La nueva escena del jazz londinense bulle: Nubya García, Ezra Collective, Kokoroko, Moses Boyd… Pero quizás una de las figuras más relevantes sea Shabaka Hutchings, saxo, clarinete y compositor principal de Sons of Kemet, además de The Comet Is Coming y Shabaka Hutchings and the Ancestors.

Sons of Kemet son un combo desenfrenado, con un pie en el jazz y otro en ritmos africanos y afrocaribeños. Su música es vitalista y de fuerte raigambre en lo popular, basada principalmente en los metales, piedra angular de su sonido. Aparte de Hutchings también destaca la figura de la tuba, Theon Cross, otro culo inquieto metido en miles de proyectos.

‘Your Queen Is a Reptile’ (2018), su anterior disco, dejó al colectivo arriba, muy arriba. Esta obra ya tenía una fuerte carga ideológica; por un lado, denunciar la racista monarquía británica (esa “reina reptil” del título), por otro ser una vindicación feminista en la que se glorificaba a las auténticas reinas: mujeres africanas o afrodescendientes significadas por la lucha en pro de los derechos de los suyos. Pero si en ‘Your Queen Is a Reptile’ parecían más preocupados en ser una imparable máquina del ritmo, en ‘Black to the Future’ amplían el campo de batalla, quieren que el mensaje llegue alto y claro. ‘Black To The Future’ contra ‘Back to the future’, en el doble sentido: futuro negro, negros para el futuro. Porque el álbum funciona como denuncia de las condiciones de los afrodescendientes y afrocaribeños en el mundo occidental en general y en su Inglaterra natal particularmente, donde son tratados como ciudadanos de segunda. Y, a la vez, es una reivindicación orgullosa de la propia negritud, del pasado, del presente, de toda su riqueza social y cultural; una proclama por un futuro que ha de ser suyo. Para que el mensaje cale, este disco cuenta con mucha más presencia vocal que el anterior, en que la palabra era anecdótica. Aquí la voz gana importante peso, especialmente en formato “spoken word”, un género que Hutchings ya había cultivado en The Comet Is Coming junto a Kae Tempest en ‘Blood of the Past’. Varios colaboradores e invitados ayudan a dar forma a esta empresa.

Toda esta protesta, por eso, no serviría de nada si fallara el entramado musical. Y aunque ahora Sons of Kemet suenan algo menos efusivos, más reflexivos, no dejan de ser una imparable máquina del ritmo. La calidad de sonido es estupenda, la atmósfera es viva, táctil, directa. Los metales se ocupan de casi todo: marcan el ritmo, ejercen de instrumentos solistas, prácticamente entierran a la percusión por momentos. La algarabía, la excitación y la rabia riegan sus 51 minutos, sin espacio al aburrimiento, al desarrollo hueco de virtuosismo.

El inicio del disco ya deja muy claro sus postulados. En ‘Field Negus’ el poeta Joshua Idehen recita histriónico, sincopado y amenazador entre las baterías y los vientos, clásicos y desafiantes, escupiendo rabia contra el supremacismo blanco, que convirtió a los africanos y a sus descendientes en esclavos, negando su cultura: “Me hiciste decir las oraciones en tu lengua, me hiciste olvidar mis dioses”, para pasar a ser maltratados en la metrópolis. Idehen llama a mostrar al enemigo su misma piedad. ‘Field Negus’ se concatena con la demencia de ‘Pick Up Your Burning Cross’, un poco klezmer, pero también repleta de africanismo, con los trombones marcando el ritmo, mientras el clarinete hace de voz solista, las flautas le replican y los timbales atacan. El título no deja lugar a dudas: «recoge tu cruz ardiente», en alusión al ku klux klan. En ‘Hustle’ el dolor colectivo se funde con el individual, pero también se muestran dispuestos a demostrar su coraje: “You can test my spirit, but don’t test my patience” (“puedes poner a prueba mi espíritu, pero no pongas a prueba mi paciencia”). Los versos son de Kojey Radical, otra de los artistas invitados, que recita duro en el tema más jamaicano, de dub oscuro y asfixiante pero pegadizo.

El centro del disco, por eso, son cinco temas instrumentales, pero que ejercen el mismo poder persuasivo y reivindicativo que las palabras. ‘To Never Forget The Source’, saltarina, a la que le sigue con lógica implacable ‘In Remembrance of those Fallen’, una maravillosa pieza instrumental que destila raíces y rabia. El clarinete de Shabaka Hutchings aquí tiene un papel más de jazz canónico, de instrumento solista; dibuja la melodía, la “canta”. También hay que destacar el momento más caótico y free jazz, que es ‘Let The Circle Be Unbroken’, en que los vientos acaban siendo gritos, sino ladridos, hasta que revienta al final en una amalgama de voces y vientos desquiciados.

Todo este frenesí instrumental acaba abruptamente en el cierre con la breve ‘Black’, en que Joshua Idehen recupera su discurso inicial, aunque esta vez su voz está en segundo plano, con los vientos casi tapándole, enfadados, hasta que termina la canción y el disco con un categórico “Leave us alone!” (“¡dejadnos en paz!”). Un broche perfecto para un disco político que resitúa y da la importancia que se merece a su propia cultura.

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Publicado por
Mireia Pería