Hong Sang-soo es uno de los directores más prolíficos y aclamados por la crítica de los últimos años. Ya lleva más de dos décadas haciendo películas pero no fue hasta 2013 con ‘En otro país‘ que un trabajo suyo llegó a las salas españolas, y a partir de 2015 con ‘Ahora sí, antes no’, hemos tenido la suerte de poder disfrutar de casi todas sus obras posteriores en pantalla grande. Aunque es imposible seguirle el ritmo, ya que va a dos o tres al año, poco a poco van llegando. ‘La mujer que escapó’ se estrenó el año pasado en la Berlinale logrando el premio al mejor director. Desde entonces ya ha hecho otras dos películas, que con un poco de suerte tendremos el placer de disfrutar en una sala de cine en el futuro.
El cine de Hong ha ido depurándose tanto que sus trabajos a menudo pueden ser vistos como obras menores dado a su, por lo general, escasa duración (aquí no llega a los 80 minutos), y sobre todo por su sencillez, tanto en una puesta en escena minimalista como en unos guiones que apuestan por capturar de la forma más mundana posible pequeños problemas que se les plantean a sus protagonistas. Pero detrás de sus diálogos se esconden reflexiones interesantes y profundas sobre las relaciones de pareja, la amistad o el aprender a vivir a gusto con uno mismo.
Hay mucho de todo eso en ‘La mujer que escapó’, uno de sus ejercicios fílmicos más logrados de esta última etapa de su carrera. Como es habitual, protagoniza la siempre espléndida Kim Min-hee -musa y pareja del director- interpretando a una mujer que va a visitar a tres amigas a lo largo de un día en Seúl. A cada una de ellas le repite que su marido está de viaje de negocios y que es el único día desde que han pasado separados desde que se conocieron. A través de conversaciones aparentemente banales, el maestro coreano va construyendo un personaje fascinante a la par que expone cautivadoras observaciones sobre las relaciones humanas.
La película, que sucede ligera como una cálida tarde de primavera, resulta, como la mayoría de su cine, un refugio luminoso para el espectador. Para quien esté familiarizado con él, ver ‘La mujer que escapó’ será como estar en una reunión de viejos amigos. Así de reconfortante es la obra de Hong una vez se ha conseguido conectar con su estilo, lo cual no suele suceder de manera inmediata, pero cuando se logra, el placer es inmenso.
El apartado visual, con una fotografía naturalista no demasiado elaborada (a propósito, por supuesto) y sus abruptos zooms pueden ser chocantes para los novatos, pero forman ya parte del encanto de un cine libre y despojado de adorno, sensible y humanista, cuyas particularidades son sencillamente irresistibles.
Se dice que lo más aparentemente sencillo es a veces lo más difícil de hacer. El cine de Hong es una clara muestra de ello, pues podría parecer que cualquiera puede rodar una película como ‘La mujer que escapó’, pero llegar a ese dominio del lenguaje cinematográfico con esa ligereza y falta de pretensiones realmente está al alcance de muy pocos cineastas.