La evolución de Deafheaven en su quinto álbum ha sido aparcar el metal y los alaridos que gruñeron en sus discos más importantes, ‘Sunbather‘ en 2013 y ‘New Bermuda‘ en 2016, aquí reducidos a momentos muy puntuales. En su lugar, han dejado salir el shoegaze melódico que también llevaban dentro. Por primera vez no les produce Jack Shirley, que empezó a soltar los mandos en un ‘Ordinary Corrupt Human Love’ (2018) que ahora se antoja de transición. En su lugar, la elección ha sido Justin Meldal-Johnsen, que además de con M83 y Nine Inch Nails, los nombres más significativos de su curriculum en este caso, no ha temido vincularse con Poppy, Tegan & Sara y Frank Ocean.
‘Infinite Granite’ es el disco más pop de Deafheaven, en concreto el más indie pop y británico de la banda de San Francisco, que ahora cita a Ride como influencia y también a Radiohead. Algo que les honra, pues los punteos de las distintas etapas de ‘Lament for Wasps’, por ejemplo, nos llevan de manera muy directa a las guitarras de ‘Paranoid Android’ y ‘Subterranean Homesick Alien’.
Que una banda de black metal o similar abandone los gritos más testosterónicos y primarios siempre provoca que los puristas más conservadores se rasguen las vestiduras y las reacciones en sus redes han sido tan divertidas como sigue: «suena a dream-pop indie vago de Bandcamp. Esta canción podría darme cáncer», escribía un usuario sobre el single ‘Great Mass of Color’ en Facebook. En esta casa, en cambio, damos por supuesto la bienvenida a Deafheaven al redil del pop, dado lo cuidado de arreglos, melodías y texturas, de belleza incuestionable.
Estamos ante un disco que, entre otros temas, trata el insomnio, y que ha sido escrito por George Clarke a menudo entre las 3 y las 6 de la madrugada. Dicha circunstancia ha producido que el artista se haya enfrentado a fantasmas como la existencia de Dios (‘In Blur’), el alcoholismo y los abusos en su historial familiar (‘Villain’), la pérdida de un hijo (además de ‘In Blur’, ‘The Gnashing’), la muerte de un amigo (‘Other Language’) o el deterioro de un abuelo (‘Mombasa’). Evitando lo explícito, sugiriendo más que narrando, y dejando la puerta abierta a las interpretaciones, las letras son entonadas por Clarke con un registro de crooner neorromántico cercano a Martin L. Gore. Pocas veces el artista había elegido ser tan expresivo.
Musicalmente, el álbum parece cimentarse sobre los últimos logros de Slowdive, aprovechando que el trabajo homónimo de estos resultó por mucho el más sofisticado y mejor de toda su carrera. A veces cuesta encontrar qué aportan Deafheaven a todo aquello, si bien las composiciones se suceden con melodías inmaculadas. El riff de ‘Great Mass of Color’ es cristalino, como hermosa es la incorporación de susurros y tarareos a ‘Shellstar’ (ciertamente muy M83), y sobresalientes la melodía de ‘The Gnashing’ y las guitarras acuosas de ‘Other Language’. El interludio instrumental, en plan dream pop o banda sonora de John Carpenter, ‘Neptune Raining Diamonds’, también juega a su favor.
El viejo registro metalero sirve para realzar algunos de los momentos más enrabietados de Deafheaven, como sucede al final de ‘Villain’, quizá una favorita de sus viejos seguidores cuando exclama «My own villain rising!». Y sobre todo ‘Mombasa’, una canción que comienza con guitarras acústicas, transita por un mundo de sintetizadores, y termina vomitando toda su bilis a la antigua en esta canción que recapacita sobre la muerte digna (es la dedicada a su abuelo), hablándonos sobre «camas de hospital» y «viajar adonde no puedan abandonarnos». Un final catárquico para un álbum de Deafheaven que, una década después de su formación, no pasa desapercibido.