Snail Mail se hizo un hueco hace 3 años con ‘Lush‘, disco en el que recuperaba el grunge y el indie-rock de los años 90, con bandas como Pavement y Smashing Pumpkins en el punto de mira. Es amiga de Clairo. Waxahatchee le hace coros en este nuevo álbum. Aquí, el proyecto de Lindsey Jordan ha dado a su amplia base de seguidores todo lo que esperaba con el single principal y corte de apertura y titular ‘Valentine’, una canción de desamor marca de la casa con dos bazas infalibles: unas guitarras eléctricas en sintonía con la primera era de Radiohead y una letra muy descriptiva que dice cosas como «Odio imaginar a alguien contigo / Me tumbo y empiezo a llorar».
Otras pistas de ‘Valentine’ siguen esa línea, aguardando a ser también pequeños hits en el futuro, como es el caso de ‘Glory’, otra pista fruto del desencanto y el enfado, si bien el gran acierto de este álbum es su voluntad para ir incorporando novedades. La grabación más avispada es ‘Forever (Sailing)’, basada en un sample de una canción sueca de los años 80 llamada ‘You & I’, de Madleen Kane, que da a la pista un decidido carácter funky, cuando la propia Snail Mail confiesa que no es que supiera mucho de música disco. Es, de nuevo, otra canción de desamor («el tiempo tiende a pasar, pero 11 meses después, todavía te busco algunas noches como si estuvieras a mi lado») que seduce al final por esa nueva puerta que abre a su carrera.
‘Forever (Sailing)’ es la cumbre de una gran primera mitad en la que encontramos ‘Light Blue’, una canción para la exnovia que tenía a los 19 años, embellecida con un piano y una sección de cuerda, con un estribillo marcado («nada me va a parar») y un final amargo («no voy a volver»). También ‘Ben Franklin’, sobre engañarse a una misma y su proceso de rehabilitación por el que estuvo mes y medio interna; y ‘Headlock’, sobre el suicidio y una maraña de guitarras muy del indie de los 90, además de igualmente un piano lozano.
Esa deuda con un tipo de música tan concreto limita un tanto el impacto del álbum, pues tampoco es que aporte mucho a lo que Torres nos ha contado hace demasiado poco, lo cual queda más evidenciado en una segunda parte, más correcta que brillante, con temas como ‘Madonna’, sobre idealizar a una persona y la influencia de la religión en su vida; y ‘c. et al’, una acústica escrita en la furgoneta de gira que parece estar ahí sólo para que ‘Glory’ a continuación parezca incluso mejor de lo que es.
El álbum recupera pulso al final con una estupenda canción llamada ‘Mia’ que no suena a nada de lo que hemos escuchado a lo largo de ‘Valentine’ -parece más bien un musical, incluso con su pequeña orquesta- pero que encaja con su título y con aquella voluntad noventera de cerrar discos con la canción más emocional. Escuchamos a Snail Mail en un registro vocal teatrero y desgarrado hablando de nuevo de amor. «Ojalá pudiera tumbarme contigo», confiesa mientras hace la declaración a la que aferrarse a la salida de este disco. «Mia, no llores. Te quiero, pero ahora tengo que crecer». Que así sea.