Música

‘Let It Be’ no es el mismo disco tras el nuevo documental de los Beatles

Es muy difícil escribir sobre este disco en diciembre de 2021 sin que la película documental en tres partes de Peter Jackson ‘Get Back’ se cuele por las rendijas… esas 8 horas que arrojan una fascinante nueva luz sobre cómo fue la concepción y grabación de este disco no pueden no tener un impacto. Sobre todo porque ‘Let it Be’ es el disco de los Beatles que venía ya con relato incorporado desde su edición en 1970: el de la ruptura casi ya consumada, luchas de poder y mal rollo.

Por eso el reajuste narrativo que trae ‘Get Back’ inevitablemente hace percibirlo y escucharlo de manera bien diferente, como si una luz menos sórdida y más amable bañara las canciones, en consonancia con el tono amistoso, bromista, y casi amoroso que Peter Jackson desentierra de esas 60 horas de metraje de este proto-reality. Con dificultades y enfrentamientos, sí, con momentos tediosos, callejones creativos sin salida, por supuesto, pero vamos: lo normal en un grupo de música.

Desde siempre ‘Let it Be’ tenía todas esas connotaciones, y para colmo acabó siendo mezclado contra la voluntad de Paul McCartney (lo peor que hizo Phil Spector en toda su carrera, y he oído ‘Silence is Easy’ de Starsailor), por eso es personalmente el disco que menos he escuchado del grupo. Por eso al volverlo a reproducir después de todos estos años (y esas 8 horas) ha sido parecido a oírlo por primera vez.

La primera impresión es de frescura: a pesar de los retorcidos meandros creativos por los que transcurrió ese mes de enero de 1969 dedicado a empezar y acabar el proyecto, la colección de doce canciones suena muy viva, palpitante. Nada parecido a una banda agonizante, sino más bien una que a pesar de todas las dificultades de esos días tuvo el olfato de identificar lo mejor de entre lo mucho que se probó y descartó… y el talento de casi “in extremis” grabar todo ello en el tiempo acordado, y conseguir que sonase brillante.

El comienzo con ‘Two of Us’ rezuma el encanto acústico de esa mágica sesión del 31 de enero: era el día siguiente al concierto de la azotea y tal como se ve en ‘Get Back’ había buen humor y ambiente relajadamente concentrado, por lo que la toma resultó particularmente inspirada, con las armonías tipo Everly Brothers particularmente redondas. La canción consiste en una serie de sencillas estampas de cotidianeidad de dos enamorados (Paul y Linda). ‘Dig a Pony’ suena también excelente, con ese juego de riffs y un enfoque con el que sin duda los Beatles quisieron reclamar de vuelta la popular revisión de Joe Cocker de su ‘With a Little Help From My Friends’ prácticamente calcando el arreglo de ésta (y que se había editado un par de meses antes). Primera amonestación a Phil Spector, por cierto: incomprensiblemente decidió omitir de la mezcla el piano eléctrico de Billy Preston en esta canción (rescatado por suerte en ‘Let it Be… Naked’, la revisión del disco con la que McCartney consiguió que lo oyéramos en su versión despectorizada).

Les sigue ‘Across the Universe’, una canción que rompía la premisa del disco ya que proviene de una sesión de 1968, anterior incluso al ‘White Album’, pero con una maravilla como esa, ¿cómo no hacerlo? Es una de las últimas obras maestras de Lennon con los Beatles, y su presencia casi compensa la imperdonable omisión de ‘Don’t Let Me Down’, relegada a cara B del single ‘Get Back’.

George Harrison cubre la mitad de su cuota de dos temas con ‘I Me Mine’ en la cara A, una bonita canción que en ‘Get Back’ se le ve traer una de las primeras mañanas en los estudios Twickenham, y que se va posicionando conforme avanzan las sesiones por delante de otras de sus aportaciones que eran objetivamente superiores: ‘Something’ encontraría lugar en ‘Abbey Road’, pero ‘All Things Must Pass’ no pareció impresionar a Paul y John. La cara concluye con ‘Let it Be’ enclaustrada en dos pequeños fragmentos testimoniales de las improvisaciones que tuvieron lugar esos días. Por más machacada que haya sido esta canción en los oídos de varias generaciones desde 1970, sigue siendo maravillosa y otro de los hitos culturales del fin de la era hippy. Grabada también en la sesión-epílogo al día siguiente del concierto en la azotea de Savile Row, después de la infinidad de ensayos previos en los que no acababa de funcionar, la toma tiene algo de esa calma y concentración relajada que mencionaba antes. El piano eléctrico y especialmente el órgano tocados por Billy Preston le dan una bellísima pincelada espiritual perfecta para una canción de inspiración tan gospel.

En la cara B el disco coge más peso: se abandonan los fragmentos «documentales» para centrarse en cinco de los mejores temas de las sesiones. Las dos primeras canciones (igual que ‘Dig a Pony’ en la A) están sacadas de la legendaria actuación en directo, y tienen mucha de esa energía que necesitaba salir de forma catártica después de los aprietos creativos de las semanas en Twickenham y el estudio del cuartel general de Apple. ‘One After 909’ databa de los orígenes más remotos de Lennon y McCartney (¡escrita en 1957!) y es la que más literalmente sigue la premisa de “vuelta a los orígenes” con los que el grupo planeaba reconectar con su espíritu original de rock’n’roll directo durante estas sesiones.

‘I’ve Got A Feeling’ resulta absolutamente monumental, y en retrospectiva parece elevarse casi como tema principal del disco (con permiso de ‘Get Back’ y ‘Let it Be’): desde que suena el arpegio inicial de Lennon y Paul se une a cantar de manera eufórica se revive en la memoria casi todo el arco narrativo de ‘Get Back’, y cómo esta canción sirve casi de espina dorsal del documental: sonaba desde el mismo inicio, y siempre lo hacía excepcionalmente. También conseguía siempre (re)conectar a los dos Beatles principales, con miradas mutuas felices que lo decían todo (y contaban una historia muy distinta del relato tradicional). A lo largo de los distintos escenarios el tema se vuelve recurrente, y ya en el disco evoca la diversión del proceso creativo y la amistad romántica entre ambos: en un momento del documental John dice “es como si tú y yo fuésemos amantes”. ‘I’ve Got A Feeling’, con esa eufórica tonalidad de acordes mayores y con las dos partes vocales que cada uno compuso y que se acaban entrelazando muy simbólicamente, es la sublimación de ese espíritu. Efectivamente, estoy recalibrando la experiencia de escuchar el disco desde la perspectiva de espectador de ‘Get Back’, pero no hay vuelta atrás cuando la serie documental honestamente ha cambiado mi percepción y ya nunca podré oír ‘Let it Be’ de la misma manera.

‘The Long and Winding Road’ nos acerca al final: oyendo las interpretaciones desnudas de ‘Get Back’ (ya conocidas desde 2003 gracias a ‘Let it Be… Naked’) las orquestaciones casi de película de Disney de Phil Spector se antojan, si cabe, aún más absurdas en su ampulosidad. Sólo se entienden con la teoría de que sirven para ocultar los numerosos errores en el bajo que grabó Lennon… y aun y todo, la canción es tan brutalmente hermosa que sale relativamente indemne de semejante pico glucémico. Como tema sobre la melancolía del desamor es perfecto, y los versos de McCartney consiguen expresar fatalidad con un delicado equilibrio entre lenguaje sencillo y poesía (“la larga y sinuosa carretera que conduce a tu puerta / nunca desaparecerá / He visto esa carretera otras veces, y siempre me trae aquí / Guíame hasta tu puerta”).

‘For You Blue’, compuesta y cantada por George, sirve de eficiente cambio de tercio para conectar con ‘Get Back’, el legendario cierre del disco: invocada casi del mismísimo aire en cuestión de segundos por Paul McCartney, es quizá el logro mayor de la semana de los Beatles en Twickenham y uno de los momentos más asombrosos de la historia de este disco. Una canción con un gancho melódico y un groove de los que sólo esta banda era capaz, que comenzó con una temática de protesta contra el movimiento anti-inmigración y acabó convertida en un microrrelato sobre fluidez de género y deseos de escapar.

También es el tema (junto a ‘I’ve Got A Feeling’) en el que se refleja mejor la importante aportación de Billy Preston al piano eléctrico Fender Rhodes: para cuando llegó al estudio de Savile Row los Beatles llevaban un par de días sonriendo más que nunca (¡incluso George!) y habían encontrado la creatividad, pero él sirvió de anclaje final: con sus buenas vibraciones y la admiración mutua, si hay un verdadero quinto Beatle es él, y habría sido maravilloso un futuro alternativo en el que se hubiese unido al grupo permanentemente.

Decir que ‘Let it Be’ está entre los discos menos buenos de los Beatles no es decir mucho cuando estamos ante música tan increíble como esta. Testimonio del talento cósmico de este grupo es que de unas sesiones apresuradas y relativamente fallidas (en las que ni siquiera era firme la idea de que el resultado fuese un disco) saliera esta colección de canciones brillantes y vibrantes.

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Publicado por
Jaime Cristóbal
Tags: the beatles