La historia de Alynda Segarra es de las románticas. La artista escapó de la casa en el Bronx en la que creció a los 17 años para irse a la aventura de explorar Estados Unidos a su bola, subiéndose a trenes de carga acompañada de vagabundos. Cuando cumplió 18 se instaló en Nueva Orleans, donde se ganó la vida tocando en la calle con una guitarra acústica. Sus primeras grabaciones le permitieron hacerse un nombre y en 2014 publicó su aclamado álbum ‘Small Town Heroes’ a través de ATO Records, que supuso un punto de inflexión para Hurray por la inclusión de su himno ‘Pa’lante’ en la serie ‘Sharp Objects’. El siguiente, ‘The Navigator’, se inspiraba en el concepto «alien en la Tierra» de «Ziggy Stardust» de David Bowie e incorporaba influencias de la música latina, que Segarra no sintió como propia hasta ese momento a pesar de sus orígenes portorriqueños.
Constante en la vida de Segarra ha sido su búsqueda de un sentido de pertenencia en el mundo. Sus padres se separaron cuando ella era un niña (su madre llegó a ser teniente de alcalde de Nueva York y su padre, profesor de música, impartió clases a un joven Marc Anthony), y en la adolescencia descubrió a las riot grrrls y empezó a cuestionarse su lugar en el mundo en el contexto de una sociedad machista. En este tiempo, Segarra ha huido también de las «normas y roles que se esperan» de elle, pues se identifica como persona no binaria, y el espíritu rebelde de su proyecto está reflejado en el nombre de Hurray for the Riff Raff, un «hurra» a los «poetas y a los raros», a las «mujeres rebeldes y a las activistas».
Esta rebeldía ha llevado a Segarra a interrogar su relación con la música de raíz americana, que tanto ha definido su música desde el principio, y asegura que no se siente identificada con este género (la Americana) por considerarlo conservador y apolítico. Segarra prefiere decir que hace «nature punk», un estilo propio que viene a desarrollar en su octavo álbum de estudio, que no, no es punk, pero tampoco se centra en la Americana y opta por abrirse a nuevos códigos.
‘LIFE ON EARTH’ es un trabajo inspirado por las vivencias de Segarra pero también por la idea de sobrevivir en un mundo que se enfrenta a una crisis climática y a una pandemia. Sus letras hablan de huidas personales (‘nightqueen’ habla de estar «adicte a la huida» sin que ello sirva de nada) pero también colectivas (‘WOLVES’), de traumas propios (‘PIERCED ARROWS’) y ajenos (‘PRECIOUS CARGO’ alude a la crisis migratoria), y tratan de buscar confort en la naturaleza y en el valor de «todos los seres que viven en la tierra», como canta Segarra en el «salmo» de la pista titular.
La apertura de Segarra al mundo se traduce en unas composiciones también abiertas a nuevas influencias. La épica ‘WOLVES’ trae a la mente la propulsión de ‘Running Up That Hill (A Deal with God)’ de Kate Bush, y suena precisamente a la huida que relata la letra, transmitiendo un gran poder; en ‘PIERCED ARROWS’ la huida continúa por la vía de un ritmo disco que no desentonaría en un álbum de U.S. Girls; e incluso el patrón rítmico del reggaetón asoma tímidamente en la simpática ‘JUPITER’S DANCE’ para pedir «bendiciones para todos en estos tiempos de violencia e incertidumbre».
El estilo de raíces de Hurray for the Riff Raff no se va a ninguna parte en el single ‘RHODODENDRON’ dedicado al poder del mundo natural, y en el que Segarra nos pide que «no deis la espalda a vuestra tierra» con un fraseo y un uso de la guitarra acústica y el ritmo que recuerda a Courtney Barnett; y entre exploraciones más (‘SAGA’ relata el intento de una víctima de violación por escapar el estigma) o menos (‘ROSEMARY TEARS’) inspiradas en este sonido, Segarra cautiva especialmente en la balada acuática ‘nightqueen’, un homenaje a las «sombras» que vagan sin rumbo por el mundo. En el final de ‘PRECIOUS CARGO’ se escucha a un hombre decir que «solo quiero seguir ayudando a la gente», y ese es también el poder de este disco.