Sin llegar al surrealismo de ese séptimo single que fue ‘New Rules’, lo de ‘Pompeii’ es curioso, porque aunque Bastille ya habían conseguido algún que otro éxito, fue el cuarto single de ‘Bad Blood‘ lo que les dio fama mundial, y el que sigue siendo su hit más reconocible: ‘HAPPIER’ le superó hace poco en escuchas, pero es realmente un tema de Marshmello en que ellos colaboran. ‘Pompeii’ llegó a convertirse en la canción más escuchada en plataformas en Reino Unido desde que se tenían registros (en los años venideros le comerían la tostada Sheerans, Biebers y Despacitos varios).
Nuestro compañero Raúl Guillén ironizó por entonces con que eran “los fun. británicos” (quién hubiese dicho en 2013 que Jack Antonoff acabaría convirtiéndose en una de las vacas sagradas del “pop elevado”), pero no era el único: poca gente en la prensa musical albergaba muchas esperanzas en la supervivencia de esta banda, o les consideraba como algo más que los hermanos feos de Imagine Dragons. Sin ir más lejos, el disco que nos ocupa ha recibido un suspenso en Pitchfork. Sorprende incluso que lo hayan reseñado después de ignorar los tres discos anteriores.
Y aquí les tenemos: aunque su impacto haya disminuido con los años, Bastille consiguieron una fanbase gracias a la cual llevan ya cuatro discos, y más de una década siendo sospechosos habituales en el circuito de festis. Este año les veremos en el Warm Up, por ejemplo. “Algo tendrán” puede ser lo que estéis pensando, y desde luego que sí; este cuarto disco está lleno de ejemplos de la capacidad del grupo para ser unos entertainers también fuera del escenario. ‘Give Me the Future’ es ante todo un álbum de pop-rock (poquito rock ya) muy divertido, donde de hecho la temática ideada por Dan Smith y su banda (Kyle Simmons, Will Farquason, Chris Wood y Charlie Barnes) es lo de menos. En su web oficial dicen que el disco es “divertido a la vez que nos hace reflexionar”: sí a lo primero, dudoso lo segundo, puesto que la coartada narrativa es lo que menos destaca de aquí, siendo bastante simple.
La excepción seguramente sean ‘No Bad Days’ -donde el cantante llega a preguntarse, a raíz del fallecimiento de un familiar, si la muerte no será un alivio en el que ya no aparecen “más días oscuros”- y la del título matrixiano, ‘Plug In’. “Say you’ll resurrect me as a young deepfake” o “maybe A.I. Is the Messiah / my machine’s learned all my kinks and desires” son algunos de los versos en un tema que analiza con bastante sorna y poca esperanza el presente (y de paso el futuro), y en el que funcionan mucho mejor las estrofas que el estribillo.
Porque ese es el leit-motiv del disco: una distopía en la que existe Futurescape, una suerte de aplicación con la que los humanos se han vuelto adictos a la realidad virtual para no tener que vivir la realidad “real”, y que, según cuentan, vino inspirada por la necesidad de escapismo que todos hemos sentido durante la pandemia – “if this is life, I’m choosing fiction / call it faith, call it fame / the fantasy’s the same” cantan en la inicial ‘Distorted Light Beam’, uno de los grandes momentos de este trabajo, donde llegan a recordar a CHVRCHES más que a los nombrados Imagine Dragons o a Capital Cities (otra banda con la que se les confundía).
Además de repetir con Dan Priddy y Mark Crew, los ingleses han querido llamar para la producción a dos pesos pesados como Mike Dean (artífice junto a Kanye de ‘My Dark Beautiful Twisted Fantasy’ y ‘Yeezus’) y Ryan Tedder (de Taylor a U2 pasando por Adele), junto a otros grandes nombres como Jeff Bhasker (que ha participado en hits como ‘Uptown Funk’, ‘Kiss it Better’ o ‘Sign of the Times’), Jonny Coffer (que ha trabajado con Beyoncé o Robbie Williams) o Marty Maro (Jessie J, John Legend).
Esto resulta en un disco tan eficaz para ese target festivalero como poco diverso en sus canciones: ‘Club 57’, la canción sobre Keith Haring, quizás sea la que más nos recuerda a los primeros Bastille, y puede que las más distintas (la mayoría son bastante parecidas entre sí) sean las dos colaboraciones: la que tienen con BIM, ‘Future holds’, con la que Smith quería “homenajear a Kanye West y hacer future-gospel”, y la intervención del rapero y actor Riz Ahmed (protagonista de la interesante ‘Sound of Metal’) en ‘Promises’.
Un (mal) ejemplo al respecto es la génerica ‘Back to the Future’, un cóctel de referencias sin ninguna idea definida, y que nos recuerda en su uso de los sintes a los últimamente poco inspirados Miss Caffeina. Pero también tenemos buenos ejemplos: es interesante, por ejemplo, que, entre tanta referencia sci-fi, sea ‘Thelma & Louise’ la película elegida para la canción donde se habla de escapar con más optimismo, y con una pátina funky donde ellos mismos reconocen la influencia de Prince.
También destacan el single ‘Shut off the Lights’, la cercana a The Weeknd ‘Stay Awake’ o la mencionada ‘Distorted light beam’, todas mejor como elementos pop que como parte de un “concepto” que, entre lo visto en este álbum y en el anterior, parece no ser el fuerte de Bastille (sí lo es el de sus colegas Twenty One Pilots, con quienes comparten bastante público). Teniendo claro pues que, a pesar de su temática, esto no es ‘OK Computer’ (¿saludan a ‘fitter happier’ en ‘Stay Awake’?), en ‘Give me the Future’ se puede disfrutar de la habilidad de Dan Smith y sus colegas para crear temas pegadizos de pop-rock con grandes dosis de electrónica y épica, y guiños a la cultura pop en unas letras que miran más allá de las relaciones amorosas.