Sillas vacías. Antònia Font se toparon con sillas vacías durante la gira de ‘Vostè és aquí’, un disco de 40 canciones que duraban entre 1 y 2 minutos y que pasó sin pena ni gloria. Nunca les había pasado. Dicen que el disco no se entendió. Publicado en 2012, hace exactamente 10 años, quizá llegó demasiado pronto a la moda tiktokera de las microcanciones, porque como disco, era bueno. Un año después, exhausto después de más de una década de giras y con sus integrantes enredados en desavenencias artísticas, el grupo mallorquín anunció su disolución. Eso sí, a la gira de despedida volvió a ir todo el mundo.
A veces ser valiente y salir de tu zona de confort pasa factura, sobre todo de cara a la aceptación pública, así que, para su disco de regreso, Antònia Font no se han comido la cabeza y han hecho un disco de pop clásico, como los de antes. «Yo no tenía ganas de hacer cosas raras, yo tenía ganas de la esencia de Antònia Font» han sido las palabras con las que Joan Miquel Oliver ha resumido la gestación de ‘Un minut estroboscòpica’, el nuevo álbum de la banda. Y no, no es un disco de «cosas raras», pero sí vuelve a ser un estupendo trabajo de Antònia Font que llega cuando menos lo esperábamos.
No soy muy partidario de hablar de esencias, pues creo que Antònia Font también hicieron de la experimentación una seña de identidad, pero el quinteto balear no iba a volver diez años después con el disco más arriesgado de su carrera -aunque tampoco habría sido el fin del mundo- sino con uno que pudiera ser comprendido por el público. Y está claro que, con la palabra «esencia», Oliver se refiere a los principales componentes que todos asociamos a Antònia Font, en primer lugar, sus poéticas letras escritas en mallorquín, en segundo, la reconocible voz de Pau Debon y, en tercero, la accesibilidad de sus melodías. Todos estos elementos están presentes en ‘Un minut estroboscòpica’ representados en diez buenas canciones que nos hablan de fantasías, amor y otros temas interesantes como el turismo de masas.
‘Un minut estroboscòpica’, el single principal, supone un digno regreso a ese sonido supuestamente esencial de Antònia Font. Marcado por la melancólica melodía de sintetizador de Jaume Manresa, el tema conmueve con sus preciosas imágenes naturalistas, contándonos el narrador que «levanta el mar como si fuera una sábana de arenas blancas y celestes». En un estilo parecido, ‘Oh La La’ sube un peldaño en pegajosidad, también gracias a su pizpireta melodía de teclado, mientras la historia devanea entre las calles de París y la «jungla verde y azul» que habita dentro de la cabeza del narrador. La final ‘Venc amb tu’ condensa la filosofía de Antònia Font en una canción de amor agridulce: «el grueso de la existencia me tiene un poco cabreado, la expansión del universo no sé dónde se mete», canta Debon, «pero cuando veo tu dibujo y cómo me quieres, estoy seguro de que quiero venir contigo».
Curiosamente, las dos primeras canciones de ‘Un minut estroboscòpica’ no marcan del todo el camino del disco, y un sintetizador medio sci-fi apenas emerge en uno de los cortes finales, ‘Cançó de llum’. En realidad, las composiciones de ‘Un minut estroboscòpica’ exploran cómodamente sonidos como el afrobeat (‘Cultura silenci’ habla sobre el «lujo asesino» que supone pasear por una ciudad infestada de turistas) o el jazz (‘Invisible’) sin enredarse en laberintos instrumentales, yendo al grano. Tanto que, en la segunda mitad del disco, el grupo entrega un par de microcanciones que aligeran la secuencia pero pasan algo más desapercibidas.
‘Un minut estroboscòpica’ es mejor cuando Antònia Font se centran en entregar otro puñadito de canciones bonitas y sencillas. De hecho, no soy muy fan de las guitarras mediterráneas de ‘Una daixona de pols’, un single de sonido algo rebuscado, no para bien. Me quedo con el pop-rock de cantautor de los 90 de ‘Miquel Riera’, dedicada al escalador fallecido; y, sobre todo, con ‘Amants perfectes’, una balada preciosa sobre dos amantes que se vuelven a encontrar en la intimidad del dormitorio tras haber sido «separados por circunstancias ajenas». Cuando Debon canta que la vida puede ser «una puta mierda», es imposible no sentirse identificado, pero Antònia Font siguen aportando a ella, con su nuevo disco, algo de luz.