Música

España en Eurovisión: las 31 mejores actuaciones

Actualizamos el ránking en el que valoramos todas las canciones y actuaciones que hemos enviado al Festival de Eurovisión. En esta parte final aparecen las 31 mejores, es decir, los puestos entre el 31 y el 1. Situamos a Blanca Paloma y resituamos a Chanel, que pasa del puesto 14 al 4 tras su éxito en la final. Aquí, las peores actuaciones que España ha mandado a Eurovisión.

31. Europe’s Living a Celebration, de Rosa (2002, puesto 7 de 24)
Despojar esta canción del factor emocional es imposible. E inapropiado, porque la música es emoción y la música eurovisiva más todavía. Dicho esto, si despojamos a «Europe’s» del amor que despierta en cualquiera que estuviera vivo en 2002, de la ternura que provoca Rosa, del cariño que sentimos por esos cinco coristas que siguen siendo de la familia y del recuerdo de quiénes éramos en 2002, lo único que queda es una canción chocarrera, estridente y vulgar con una letra que no significa nada y un sonrojante mensaje de peloteo hacia Europa. Un año después del 6º puesto de ‘Dile que la quiero’, ‘Corazón latino’ habría garantizado un top 3, pero España es un país testarudo y había elegido a su reina del pueblo. Rosa estaba aterrorizada en la actuación. Chenoa, Bisbal, Geno, Gisela y Bustamante, sencillamente, no sabían hacer coros porque eran cinco cantantes solistas. Y aun así hay algo mágico en esos tres minutos. Quizá sea la ilusión de que el futuro parecía precioso entonces, aquella euforia de entrar en el siglo XXI en pleno auge de prosperidad económica, social y cultural. Sea lo que sea, es una emoción tan innegable que casi se puede agarrar con las manos al mirar el vídeo.

30. Hablemos del amor, de Raphael (1967, puesto 6 de 17)
La segunda participación consecutiva de Raphael en Eurovisión le dio más peso a la canción que a la interpretación. Era de Manuel Alejandro, el compositor fetiche de Raphael y autor de clásicos como ‘Como yo te amo’, ‘Soy rebelde’, ‘Se nos rompió el amor’, ‘Señora’ o ‘Procuro olvidarte’. Raphael se mostró más sonriente que en ‘Yo soy aquel’, coqueteaba con la cámara sin pudor y apenas alejaba los brazos de su torso (lo cual sorprende: estamos hablando del primer hombre en España que levantó los brazos y giró las muñecas en televisión), como si temiese que su “fracaso” del año anterior se hubiera debido a su interpretación melodramática. Una actuación de Raphael siempre es mejor que una que no sea de Raphael, pero en esta su barroquismo está bastante diluido.

29. Enséñame a cantar, de Micky (1977, puesto 9 de 18)
John Lennon decía que en Estados Unidos había jóvenes, mientras que en el resto del mundo solo había gente. Y lo cierto es que, mientras ‘Fiebre del sábado noche’ decretaba el inicio de una nueva modernidad, Eurovision se iba quedando más obsoleta cada año. ‘Enséñame a cantar’ es una canción adorable, demasiado parecida a ‘Congratulations’ de Cliff Richard y quizá influida por el éxito que tenían en entonces los payasos Miliki, Gaby y Fofó en TVE. Micky se presentó en aquel escenario con unas piernas larguísimas (subrayadas por unos botines de tacón) y un jersey enorme que lo convertía en un cruce entre un dibujo animado y ese señor que te ofrecía chucherías a la salida del colegio. Las coristas se marcaron la primera coreografía española en Eurovisión y la chica rubia que tocaba el banjo aportó originalidad a la actuación. Pero nada tan sorprendente como el señor de bigote, calvo y con melena, que soplaba en una garrafa de arcilla. Puro camp.

28. Para llenarme de ti, de Ramón (2004, puesto 10 de 24)
Este descarte de David Bisbal (no es una forma de hablar) demostró que cuando España apuesta por los sonidos latinos siempre acierta. Está compuesta por Kike Santander, responsable de los primeros discos de Bisbal, y rezuma ese erotismo supuestamente poético pero realmente rijoso que caracterizaba las canciones de la época (“Mi refugio será tu cuerpo y mi tierra tu vientre de trigo en flor”), pero también la energía de verbena que tan bien se nos ha dado siempre con un excelente uso de la percusión. Ramón empezaba agarrando una guitarra y moviendo las caderas como Elvis o George Michael, pero enseguida se ponía a emular a los reyes de los sábados españoles de la época, como Chayanne o Carlos Baute. Su voz tenía ganas de follar y cada vez que levantaba la mano diciendo “Te voy a dar” subía un puestecito más en la tabla. Así hasta el 10. Si las bailarinas le llegan a arrancar la americana antes conseguimos el top 5.

27. Vivo cantando, de Salomé (1969, puesto 1 de 16)
Las reglas de Eurovisión estipulan que ninguna canción puede durar más de tres minutos. Pues a esta le sobraron 45 segundos. Tras la gloriosa victoria de ‘La la la’, TVE albergó el festival en el Teatro Real de Madrid. El gobierno tuvo el detalle de suspender el estado de excepción (declarado unas semanas antes con motivo de las protestas) que suspendía la libertad de expresión, de residencia y de reunión para que los europeos no se fuesen a creer que esto era una dictadura. Austria fue el único país que se negó a participar para mostrar su rechazo por el régimen franquista. Todo lo demás fue una fiesta. El decorado lo diseñó Salvador Dalí: era una boca sujetando la Luna, convertida en un reloj, y con unas tribus africanas correteando por debajo (la prensa española de la época se refería a esas criaturas como “conguitos”). Alguien robó aquel decorado y nunca más se supo. Quien también robó la noche fue Salomé, con un legendario mono de Pertegaz compuesto de 14 kilos de barritas de cerámica que ella movía con mucho garbo (aunque su cara y su chepa denotan cuánto está sufriendo por mantenerse en pie siquiera). ‘Vivo cantando’ empieza como una chanson francesa genérica para estallar en un estribillo que calca la fórmula de dos ganadoras recientes, ‘Poupée de cire, poupée de son’ de France Gall y ‘Puppet On A String’ de Sandie Shaw. A partir de ahí, la estrofa no reaparece y sencillamente el estribillo se repite una y otra vez, en cada ocasión más acelerado hasta entrar en el terreno de la alegría desquiciada. Quizá la canción dura 2 minutos y 15 segundos porque un estribillo más habría fulminado a la cantante.

26. Quédate esta noche, de Trigo Limpio (1980, puesto 12 de 19)
España inauguró la década más experimental de Eurovisión con una propuesta más vanguardista de lo que parecería a simple vista: se arriesgan al empezar por el estribillo, que además cantan casi susurrando mientras las estrofas van a plena potencia, y genera una atmósfera opresiva y angustiosa que convierte su mensaje (“Suelta las llaves y pon la maleta en su sitio”) no en una declaración de amor sino en un secuestro.

25. Gwendolyne, de Julio Iglesias (1970, puesto 4 de 12)
Acompañado por el “trío lalalá”, Iglesias se presentó en Eurovisión como una versión acartonada de sí mismo. Su voz melosa tenía ese calor característico suyo, que suena viril incluso en los agudos más temblorosos, y su aspecto era un estereotipo del latin lover mediterráneo, pero su actitud no estaba ahí. La canción es extrañamente plana, excepto por ese puente inmenso (“Aún recuerdo aquel ayer, etc”) que solo dura 18 segundos y que a día de hoy la mayoría de la gente cree que es el estribillo, y a la interpretación de Iglesias le falta dolor, sexo o rencor. Al terminar, el cantante camina hacia atrás y se tropieza mostrando el nerviosismo que sin duda ha castrado su actuación. No volvería a pasarle algo así nunca.

24. Su canción, de Betty Missiego (1979, puesto 2 de 19)
Hay algo muy sincero en la mirada de Betty Missiego que hace que ‘Su canción’, una de las cosas más cursis que han ocurrido en nuestra civilización, no resulte empalagosa sino que dé ganas de ser mejor persona. Hay algo puro en su mensaje, en esos niños con repipis que la acompañaban y en esa túnica que la convertía en un hada azul. Hay algo en ‘Su canción’, qué duda cabe, que conmueve a las personas: de ahí su 2º puesto, que Missiego considera una victoria. “En mi mente gané”, asegura en el libro ‘Yo tampoco gané Eurovisión’, “en 1979 no existía internet ni el televoto, estoy segura de que hubiese tenido el voto del público”. Más de cuatro décadas después de Betty sigue dándonos lecciones vitales: cuando las cosas no salgan como deseas, que no te dé reparo recurrir al autoengaño.

23. No estás solo, de Patricia Kraus (1987, puesto 19 de 22)
Kraus es una de las artistas más originales que España ha enviado al festival. Sus inflexiones vocales, claramente inspiradas por Kate Bush, chirriaron a muchos espectadores, que no estaban acostumbrados a que el pop pudiese ser también rupturista. A simple escucha ‘No estás solo’ parece una canción convencional, algo facilona, un poco ‘We Are The World’, pero si se le dan más oportunidades se aprecian cambios de ritmo, arreglos de viento muy elegantes y una clara influencia de las óperas rock de Andrew Lloyd Weber. Patricia Kraus no tuvo miedo de ser barroca de manera literal muchísimos años antes de que el barroquismo fuese tendencia en Eurovisión de manera irónica y posmoderna.

22. Dancing In The Rain, de Ruth Lorenzo (2014, puesto 10 de 26)
Una de las mejores apuestas visuales de TVE, si no la mejor. Los efectos de lluvia, la planificación dinámica y el pelo mojado de la cantante crearon una actuación muy cinematográfica. ‘Dancing In The Rain’ es una preciosa balada de fórmula que se parece mucho a ‘Halo’ de Beyoncé, pero Ruth Lorenzo, siempre a medio camino entre Paloma San Basilio y Anabel Pantoja, la trajo a su terreno. Ella es más diva y más popstar que Pastora Soler y sabe que a Eurovisión no se puede ir con un moño. Hay que dar pelo y ella no dejó que la espuma Georgi efecto mojado la detuviese: sus golpes de cabeza demostraron que estaba dispuesta a descoyuntarse por España.

21. Estando contigo, de Conchita Bautista (1961, puesto 9 de 16)
La primera participación de España en Eurovisión apostó por una pieza folclórica, pero actualizada gracias a unos arreglos de cuerdas muy a lo Hollywood y una cantante muy chisposa. Sí, Conchita Bautista llevaba un vestido de cola de volantes, pero era tan ajustado por arriba que TVE la obligó a ponerse una mantilla para cubrirse los brazos y el escote. Ella, muy espabilada, utilizó esa mantilla para remarcar su sensualidad mientras su cara fingía que no se estaba dando cuenta. Su voz sonaba muy a tonadillera de la época, pero Bautista supo jugar con ella y pellizcarla para que resultase más moderna. En la actuación, chasqueaba los dedos con mucho garbo y sonreía a la cámara como máxima representante de esa mujer española de los 60 cuyo look hacía imposible adivinar su edad: podría tener 15 años o 45. (Tenía 24). ‘Estando contigo’, compuesta por Augusto Algueró, se hizo famosa aquel mismo año porque la interpretó Marisol en el blockbuster ‘Ha llegado un ángel’. Era una versión calcada de la de Bautista excepto por un detalle: el estribillo no arranca con la nota sostenida (“Eeeestando”), lo cual hace que suene más pop, más efervescente y, por tanto, más eurovisiva. Una de tantas paradojas de España en el festival.

20. La fiesta terminó, de Paloma San Basilio (1985, puesto 14 de 19)
Tres años después de arrasar con ‘Juntos’, San Basilio era la máxima diva de la canción española gracias al éxito de ‘Evita’ en Madrid. Pero en aquella época el concepto estaba desfasado: Barbra estaba retirada, Whitney había debutado unas semanas antes y Celine y Mariah no habían llegado todavía. Cualquiera de ellas, por cierto, habría matado por tener ‘La fiesta terminó’ en su repertorio. Paloma San Basilio es de esas artistas que siempre ha sido hortera y nunca se ha planteado siquiera qué es ser hortera. Jamás le ha importado no ser moderna porque ella opera en otro nivel. Su actuación es de lo mejor que ha llevado España al festival, a ratos minimalista y a ratos sobreactuada. Atención a los dos momentos que dice “Perdón por lo de amor”: ¿Cómo se puede ser ochentera con una manera de colocar las manos?

19. La chica que yo quiero, de La década prodigiosa (1988, puesto 11 de 21)
La actuación abrazó los tópicos españoles que siempre salían en los vídeos de introducción de nuestros representantes (ellos llevan corte de torero, ellas van de flamencas y sacan abanicos) pero les daba una pátina irónica, posmoderna y casi cartoon, con esos colores eléctricos y esas actitudes sexys. ‘La chica que yo quiero’ es la canción más pop que hemos llevado a Eurovisión. Y ningún representante español se lo ha pasado tan bien sobre el escenario como La década prodigiosa. De hecho ese buen rollo es lo que les catapultó al festival: Pilar Miró, entonces directora de RTVE, los descubrió en una fiesta y se la pasó bailando como una loca. Había rumores, cuenta Carmelo Martínez en ‘Yo tampoco gané Eurovisión’, de que ‘La chica que yo quiero’ era la favorita de la reina de Inglaterra. No nos extraña.

18. Eaea, de Blanca Paloma (2023)
Vamoh allá la Blanca Paloma. España ha tenido una relación difícil con su folclore en Eurovisión. Por un lado, es algo que solo sabemos hacer nosotros y a priori debería beneficiarnos; por otro, el complejo nacional llevó a la Generación X y a muchos millennials a sentir cierta vergüenza por el folclore y los cero puntos de Remedios Amaya en 1982 parecían confirmar ese sentimiento de inferioridad. Pero este año es distinto. Este año, tras el triunfo de Chanel, España viaja a Liverpool con el pecho lleno de orgullo. ‘Eaea’ combina palmas flamencas con cánticos que salen desde las entrañas y sintetizadores psicodélicos. La puesta en escena es, con diferencia, la más ambiciosa de nuestras 62 participaciones: una parálisis del sueño protagonizada por seis amazonas poseídas que evoca a David Lynch, Jean Cocteau y Carlos Saura. Blanca Paloma, además de una folclórica con patillas, parece una criatura mágica, como si un centauro tuviera una hija con una corista de Robert Palmer en ‘Simply Irresistible’. En un momento dado, ella parece coger humo en la palma de su mano. Esto parece imposible, pero no tanto como España aterrizando en Eurovisión con la cabeza tan alta como lo va a hacer esta noche.

17. Quédate conmigo, de Pastora Soler (2012, puesto 10 de 26)
Parece una balada pop de fórmula (porque es lo que es), pero hay algo más. Empieza misteriosa, no se sabe hacia dónde va y se va revelando muy poco a poco. El final, por el contrario, recurre a todos los clichés posibles de la balada pop: notas estratosféricas, unas chispas que parecía que las había creado Pastora con su voz y un ventilador a plena potencia, aunque deslucido por ese moño que, además de hacerle cara de villana, impidió el momento melena al viento que el estribillo desquiciado pedía literalmente a gritos. A pesar de la escala del clímax, Soler no gritó en ningún momento y tenía claro cuál era su personaje en esta canción: una mujer desesperada que se siente culpable porque, por encima de todo, se odia a sí misma y no le queda ninguna autoestima. Una canción sencilla en la forma, pero con un dramatismo psicológico enorme en el fondo.

16. Hombres, de Eva Santamaría (1993, puesto 11 de 25)
La España de los primeros 90 es un país inexplicable, surrealista y al que todo le parecía bien en pos de la diversión. Uno de sus mejores souvenirs es ‘Hombres’, una canción que hoy no suena feminista sino misándrica pero que sí representa el empoderamiento femenino de aquella época: perpetuar la guerra de sexos, asumir que ellos son de Marte y ellas son de Venus y quejarse de los hombres con resignación aunque con un algún que otro guiño coquetuelo. ¡No podemos vivir con ellos ni sin ellos! La actuación es un esperpento hipnótico. Eva Santamaría, con un moño que grita Natalia Estrada, ofrece una interpretación vocal espléndida mientras a su alrededor ocurren muchísimas cosas: tres bailarines que no saben bailar (dos de ellos con esmoquin y gorra) se mueven como si les estuvieran dando descargas eléctricas y hacen posturas de hip hop. La canción es la bomba, pero la actuación la destrozó tomándosela a cachondeo porque en los 90 solo sabíamos hacer las cosas en broma para superar la vergüenza.

15. Canta y sé feliz, de Peret (1974, puesto 9 de 17)
Una de las pocas representantes españolas que han sabido aprovechar el folclore local no solo sin avergonzarse de él sino sacando pecho. Aquellos seis cantaores convirtieron el escenario de Eurovisión en una juerga con una canción que, detrás de esa melodía histérica que parece estar en todo momento a punto de descontrolarse, esconde un humor muy mordaz: “Si al sol no puedes tumbarte y en paz tomar una copa, decir que estás en Europa no sirve de na”.

14. Nacida para amar, de Nina (1989, puesto 6 de 22)
Cuatro años después del decepcionante resultado de ‘La fiesta terminó’, Juan Carlos Calderón repitió baladón pero ahora en un panorama más fértil: Whitney Houston era una superestrella mundial y Celine Dion había ganado Eurovisión el año anterior representando a Suiza. ‘Nacida para amar’ se parece al tema de Dion, de hecho, aunque apuesta por una orquestación mucho más desnuda. También iba más desnuda Nina, con un minivestido rosa que contrastaba con su maxipeinado negro. Precisamente ‘Nacida para amar’ funciona por la tensión que generan sus contrastes: es romántica pero sexual, íntima pero grandilocuente, frágil pero contundente. Y esas sensaciones tan primarias, que tan bien se le daba provocar a Calderón, se perciben en cualquier país.

13. La, la, la, de Massiel (1968, puesto 1 de 17)
Enviar a una fuerza de la naturaleza como Raphael dos años consecutivos dejaba claro que TVE quería ganar. Eurovisión suponía un escaparate espléndido para demostrarle a Europa que sí, vale, técnicamente España no era un país democrático, pero que ni estaba atrasado ni sus habitantes eran salvajes, miserables o infelices. De ahí que se haya especulado siempre con que Franco compró la victoria de ‘La la la’. Pero aquel triunfo hizo más por España dentro de sus fronteras que fuera de ellas. Los españoles se sintieron entusiasmados ante un éxito tan épico que se ha convertido en un mito: 53 años después se sigue hablando de aquello, siguen descubriéndose anécdotas nuevas y siguen surgiendo interpretaciones socioculturales alrededor de ‘La la la’. Más allá del relato canónico (que Serrat iba a cantarla pero le prohibieron hacerlo en catalán, que Massiel llevaba un vestido de Courreges de 49000 pesetas cuando el salario mínimo interprofesional español era de 3500, que las coristas, “el trío La la la”, se compraron los suyos en Galerías Preciados), la actuación de Massiel desborda felicidad, como si ella ya se supiese ganadora. El contraste entre su voz (casi masculina) y su look y postura (que la hacían parecer una muñeca gigante) genera una intriga en las primeras estrofas que la canción, sobre el papel, no tiene: ¿De dónde ha salido esta chica? ¿Hacia dónde va esta canción? La explosión de júbilo del estribillo, con tres sílabas que se pueden entender en cualquier país del mundo, deja claro el mensaje: es una canción sobre tener motivos para cantar. Massiel los tenía, desde luego, y afronta la subida de tono final sabiendo que ese es el preciso instante que le va a dar la victoria. España, incluso bajo la opresión de una dictadura, empezaba a abrir los ojos tras varias décadas de letargo. Y ‘La la la’ puso banda sonora a aquel despertar.

12. En un mundo nuevo, de Karina (1971, puesto 2 de 18)
Sonaba a las it-girls de la época como Petula Clark o François Hardy y su melodía evocaba esa nostalgia por la infancia tan hermosa que provoca tristeza, pero la actuación de Karina no estuvo a la altura de la canción. Empezó mal, porque no cantó el primer verso y se enganchó a la melodía en el segundo, y además su interpretación casi en trance místico chocaba con la alegría de la canción. Aun así, quedó segunda porque es una canción maravillosa: esas palmas, esos arreglos de viento elegantísimos de Waldo de los Ríos y ese falso final con una coda de marcha militar añaden capas y atrapan la atención de quien la escucha.

11. Él, de Lucía (1982, puesto 10 de 18)
Es ya un cliché decir que fue una mala idea enviar un tango a Eurovisión en plena guerra de Reino Unido contra Argentina por las Malvinas, pero 40 años después ‘Él’ sigue siendo de lo más audaz que se ha escuchado en el festival. TVE dijo que Lucía tenía 18 años, pero en realidad tenía 17, y cantaba sin tabúes sobre serle infiel a su novio con otro hombre. Las referencias sexuales eran obvias, lo cual demuestra que la imagen de la mujer en la cultura popular empezaba a transformarse tras la segunda ola feminista de los 70. El desparpajo de Lucía, el protagonismo de las castañuelas y frases como “Ven, tengo libre de ocho a diez, luego tengo que estudiar y pensar quién me interesa” aportan algo que siempre le ha faltado a España en Eurovisión: sentido del humor. ‘Él’ fue una canción atrevida, guasona y con una puesta en escena que rompía con el vocalista estático de casi todas nuestras representantes previas. Él es un puntazo.

10. Vuelve conmigo, de Anabel Conde (1995, puesto 2 de 23)
A mediados de los 90 Whitney, Mariah y Celine vendían más discos que nadie en toda la historia exclusivamente gracias a sus baladas con baterías con eco. TVE acertó al subirse a la moda enviando a una chica de 19 años con una voz prodigiosa (tanto, que todo el mundo pasó por alto que apenas interpretase la canción) y unos arreglos de cuerdas tan intensos que parecían de película de terror. Conde contó que cuando empezó a escalar posiciones, llegando a estar primera por momentos, la delegación de TVE se puso a hacer llamadas muy nerviosa, lo cual desencadenó teorías de que la cadena no quiere ganar. Eso explicaría muchísimas candidatas.

9. Dile que la quiero, de David Civera (2001, puesto 6 de 23)
Esta canción es perfecta. Mima la melodía en las estrofas, apuesta por un lamento muy pegadizo en el estribillo y estalla en una percusión casi tribal en el puente que hacía que la gente perdiera la cabeza en las discotecas hace 20 años. Civera estaba como un niño el Día de Reyes y en todo momento se puso al servicio de la canción, no de su lucimiento personal. En 2001 Ricky Martin, Enrique Iglesias y Shakira arrasaban en todo el mundo. Una rumba con trompetas latinas y guitarra española es el tipo de canción que en Europa solo sabemos hacer bien los españoles pero, por alguna razón, TVE no ha aprovechado esa baza casi nunca. Aquí sí lo hizo y de qué manera: ‘Dile que la quiero’ sigue dando ganas de comer salchipapas, la sonrisa de Civera sigue iluminando el escenario entero y ahora emociona como un souvenir del pasado. Esa camisa negra, esa gomina, esas bailarinas delgadísimas. Y esa Vale Music, organizadora de la preselección (también estuvieron Raúl o Sonia y Selena), que provocaría un terremoto en el ecosistema de la música comercial española: en un par de años todo pasó de ser pop-rock a latino.

8. Bailar pegados, de Sergio Dalma (1991, puesto 4 de 22)
Llevar una balada italianísima el año que el festival se celebraba en los estudios Cinecittà de Roma es una idea magnífica. Que esa canción fuese ‘Bailar pegados’ es lo mejor que ha hecho TVE desde que contrató a Chicho Ibáñez-Serrador. Es una canción tan arrebatada, tan melodramática y tan cinematográfica que su dimensión casi no cabía en los Cinecittà. Y es imposible escuchar lo de “abrazadísimos los dos” y no sentir ganas de casarse con alguien en una finca de Toledo. El público parece haber olvidado que Sergio Dalma tenía la mejor sonrisa de España en 1991 y el clasicismo de su canción choca con su voz rota de rockero a lo Rod Stewart igual que las olas chocan contra las rocas. O igual que baila el mar con los delfines.

7. ¿Quién maneja mi barca?, de Remedios Amaya (1982, puesto 20 de 20)
No fue la única en recibir cero puntos, pero sí la más infame. La vergüenza nacional, la actitud del comentarista de TVE (“No lloren, señores”) y la ridiculización que sufrió Amaya, la primera artista gitana en participar en Eurovisión, trascendían el mal resultado: perder con una canción de flamenco cantada por una gitana descalza desempolvó viejos complejos de inferioridad españoles. Mientras las ciudades se llenaban de modernos y La Movida iba despertando, este fracaso parecía querer recordarnos que éramos la aldea de Europa. Que nunca dejaríamos de ser Paco Martínez Soria cargando con las gallinas. Hasta TVE movió el festival a la segunda cadena, donde permaneció varios años. Lo paradójico es que, visto con carácter retroactivo, ‘¿Quién maneja mi barca?’ es lo más moderno que ha enviado España a Eurovisión jamás. Suena a tradición pero también al rock andaluz de Triana o Medina Azahara que causaba furor en las barriadas de clases populares y que la crítica y parte del público despreciaban con un elitismo virulento. Y suena al flamenco psicodélico con el que Las Grecas, Veneno o Camarón arrasaban. Ya lo decía Lola Flores, una de las pocas defensoras en público de Remedios Amaya: “Si a Remedios le hubieran puesto cuatro guitarras y unos palmeros hubiese dejado a toda Europa con la boca abierta”.

6. Lady, Lady, de Bravo (1984, puesto 3 de 19)
Tras el descalabro de ‘¿Quién maneja mi barca?’, TVE apostó por una canción sencilla, limpia e irresistible. El compositor e integrante de Bravo Miguel Blasco asegura en ‘Yo tampoco gané Eurovisión’ que pretendían sonar como The Mama’s And The Papa’s, pero lo cierto es que ‘Lady Lady’ es la canción más ABBA que ABBA no ha grabado jamás. Al igual que los mejores clásicos del grupo sueco, Lady Lady evoca una melancolía en la que confluyen la alegría y la amargura y, además, iba acorde con la letra: es una de las pocas canciones españolas en Eurovisión que cuenta una historia. En el escenario Amaya Saizar, peinada precisamente como Agnetha de ABBA, la interpretó como una cuentacuentos con una voz luminosa que mejoró la grabación de estudio. Más allá de Eurovisión, ‘Lady Lady’ es una de las canciones más bonitas que se han hecho en España.

5. Dime, de Beth (2003, puesto 8 de 26)
Beth no había sido la ganadora de OT, pero en el programa de preselección ‘Dime’ fue la elegida aproximadamente a los siete segundos de empezar: el público estalló en un rugido de júbilo en cuanto entró la base dance. ‘Dime’ representa el pop comercial de aquel momento. Era dance, era latino y un poco flamenco. Era todo lo que Beth odiaba. “No me hizo especial ilusión”, recuerda la cantante en ‘Yo tampoco gané Eurovisión’. “Dime no es una canción que me represente para nada ni como persona ni como artista. Para nada quería enfocar mi carrera hacia esto”. ¿Hacia dónde, Beth? ¿Hacia los temazos alucinantes? ‘Dime’ es una canción que atraviesa a la gente en la pista de baile no tanto gracias a su base como a un sentido del drama muy humano. A lo largo de los tres minutos, la desesperación de la canción va aumentando de manera orgánica: es una rendición de la dignidad que empieza con un mar en calma y acaba suplicando a gritos. Por desgracia, Beth sencillamente no quería estar ahí. No supo ni quiso vender una canción que tenía madera de ganadora. Si logró un 8º puesto con esa actuación imaginaos dónde habría llegado con un poco de ganas.

4. SloMo, de Chanel (2022, puesto 3 de 26)
Llego la mami. Este puesto tan alto, claro, no se debe a la canción. Chanel no necesitaba ‘SloMo’ para, como dicen los jóvenes de hoy en día, servir coño como lo hizo. Podía haberse movido al ritmo de una pandereta y la performance sería igual de electrizante. Me vais a permitir una confesión personal: nada me hace sentir como esta actuación. Hay cosas en la vida que me importan más, que me hacen más feliz y que me dan más placer, pero ver este vídeo me revoluciona el sistema nervioso como ninguna otra cosa. No sé lo que es. Quizá sean la cantidad de instantes de euforia que se concentran en solo tres minutos: la trompetilla española inicial acompañada de los tacones caminando a lo Beyoncé; la primera figura con Chanel levantando la pierna al cielo por detrás; los gritos del público ante la caída de luces del primer estribillo; el levantamiento en plan vedette que demuestra que Beyoncé es un referente pero Norma Duval también; el ardor con el que ella hace lo de “ra-pa-pa-pa-pa”, tan rabioso que ni siquiera el espantoso tiro de cámara puede eclipsarlo; el clímax del último estribillo en el que Chanel desafía las leyes de la gravedad y levita sobre sus propios tacones; el abanico de chula; y, por supuesto, el grito triunfal de “¡Agua!”. Esa palabra nunca había expresado tanta alegría desde que Moisés llegó a la Tierra Prometida tras cuarenta años atravesando el desierto. La letra no significa nada, la actuación lo significa todo. La precisión de las luces. La sonrisa de Pol, el bailarín principal. El diseño torero de Palomo Spain, tan kitsch bien entendido. La gente que no ve Eurovisión cree que todas las canciones consisten en tres minutos de histerismo, pero la gente que quiere ganar Eurovisión (es decir, todas y cada una de las personas involucradas en ‘SloMo’) sabe que el secreto está en modular: la actuación de Chanel está constantemente subiendo y bajando, apretando y soltando, tensando y relajando. En el segundo pre-estribillo, por ejemplo, no ocurre nada, porque a esas alturas el show se lo puede permitir. Aquello ni siquiera parecía una coreografía, era como si Chanel irradiase energía y cada uno de sus movimientos provocase un campo magnético entre los bailarines. ‘SloMo’, en cierto modo, condensa la complicada relación entre los maricas y sus divas: ella va a tener que darles todo, pero a cambio ellos la elevarán hasta un lugar que ningún hetero podría elevarlas. La votación arrancó con tres países consecutivos dándonos 12 puntos y todos los maricas de España, de repente, lo entendieron todo: por qué los heteros se emocionan con el fútbol, por qué los patriotas defienden tanto su bandera y qué se siente al estar, durante unos minutos, en la cima del mundo. Fue como si toda una vida siendo maricón hubiera conducido a ese momento. Ese tercer puesto que todos celebramos como una victoria supuso el apogeo de un fenómeno que lleva una década creciendo: la mariconización de la cultura (yasssificación, lo llaman algunos) que está canibalizando el mainstream y que, por primera vez, no tiene en cuenta los códigos la cultura heterosexual. La cultura gay ya no se forja en contraposición a la heterosexual. Ahora hace como si no existiera. Un año después, ‘SloMo’ es la actuación de aquella noche más vista en YouTube. Chanel no ha tenido la carrera que cabría esperar, pero al fin y al cabo no hay nada tan español como no saber qué hacer ante el éxito, porque este es un país que tradicionalmente se ha sentido más cómodo con el fracaso. Un acierto de Chanel ha sido no cantar la canción en platós iluminados como un supermercado. Ella sabe que fueron las particularidades técnicas y visuales de la performance lo que nos hizo volar hace un año y al no intentar recrearlo aquella actuación ha quedado grabada en nuestra memoria como un mito. Difícil de explicar, fácil de entender.

3. Yo soy aquel, de Raphael (1966, puesto 7 de 18)
Raphael cantaba ‘Yo soy aquel’ con un sentido trágico y urgente, casi obsesivo. No es romántica, es enfermiza. Y ya se presentaba, a los 25 años, como una fuerza de la naturaleza. Sonaba como si tuviera lágrimas en la voz y nunca dejaba de mirar a la cámara, a la que parecía controlar en cada cambio de plano, como si la cámara cambiase porque él quiere y no al revés. Si abría los brazos el plano se abría con él, si cerraba los ojos la cámara se acercaba a su cara intrigada. Y esas cuerdas finales, que volverían locos a los Arcade Fire, revelan de repente que todo el rato había una orquesta ahí al lado pero se nos había olvidado porque Raphael conseguía que pareciera que estábamos a solas con él. Su 7º puesto supo a derrota y, al aterrizar en Madrid, Rapha inauguró la cantinela de “nosotros contra ellos”: “Mientras no nos dejen cantar en francés” se quejó, “no podremos ganar”.

2. Eres tú, de Mocedades (1973, puesto 2 de 17)
Juan Carlos Calderón compuso una de las canciones españolas más famosas del mundo. ‘Eres tú’ acabaría alcanzado el puesto 9 en las listas estadounidenses y a menudo aparece entre las mejores canciones de la historia de Eurovisión, lo cual hace que ese segundo puesto resulte algo amargo. Aunque los números sean un baremo impersonal, la ganadora de aquel año ‘Tu te reconnaitres’ de Anne Marie David acumula unos 5 millones de reproducciones en YouTube mientras que Eres tú bordea los 100 millones. Uno de los ámbitos en los que más ha triunfado es en las iglesias de Estados Unidos, donde se interpretan versiones gospel, y tiene sentido: ‘Eres tú’ es una canción sobre el amor en términos que se elevan de lo mundano. Parece una canción que existe desde hace cientos de años. Se trata de un poema en el que se suceden imágenes que evocan calma y que conectan al ser humano con una existencia superior al individuo, porque esas imágenes estaban ahí antes que nosotros y seguirán ahí después de que nos vayamos: el agua de la fuente, el fuego de la hoguera, el trigo de mi pan. La voz de Amaya Uranga despierta unos sentimientos en quien la escucha que, sencillamente, solo se pueden sentir escuchando a Amaya Uranga. Por todo eso, Eres tú ha adquirido con los años la textura de himno con la capacidad de unir a todos los seres humanos. ¿No te lo crees? Prueba a escucharla acompañado de gente. A a la llegada del segundo estribillo, sentirás un amor inédito hacia todos los que te rodean.

1. Bandido, de Azúcar Moreno (1990, puesto 5 de 22)
Aquellas dos “gitanas Armani”, como las bautizó el comentarista de la BBC, salieron al escenario de Zagreb con la intención de prenderle fuego. Su actuación abría la gala y el mítico fallo de sonido inicial funcionó como carta de presentación: lejos de quedarse ahí a intentar salvar el desaguisado como habría hecho cualquier otra pánfila, Toñi le hace una señal a su hermana en plan “vámonos, Encarna” y ambas se largan del escenario. Habían demostrado su temperamento y todavía no habían empezado a actuar. Pero es que luego empieza la canción. ‘Bandido’ es una catedral electro-flamenco-pop con unas cuerdas que levantarían a Wagner de su tumba. Las hermanas Salazar no cantan hasta el segundo 43 y lo hacen como dos panteras en celo: ‘Bandido’ empieza arriba y acaba aún más arriba. Es una canción salvaje, asfixiante, peligrosa. Y también divertidísima. En 2011, cuando en Gran hermano hicieron una coreografía de ‘A-Ba-Ni-Bi’ (la ganadora israelí de 1978), en el Big Brother de Israel devolvieron el guiño bailando ‘Bandido’. Desde entonces, la canción de Azúcar Moreno suena en todas las discotecas gays de Israel cada noche. Porque hay algo en ‘Bandido’ que remueve las entrañas de todo ser humano que la escuche. Y con su gitanidad visceral, Toñi y Encarna no solo le pegaron un revolcón a Europa entera sino que vengaron a Remedios Amaya. A la mierda los complejos.

La primera parte de este artículo, las 31 peores actuaciones de España en Eurovisión, aquí. Juan Sanguino es autor de 3 libros sobre cultura pop que podéis comprar en la tienda de JENESAISPOP.

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