La primera jornada grande de Cruïlla -con 21.000 asistentes- fue la jornada del pop, lo alternativo y los solapes. Entre las nueve y la una de la madrugada todo coincidía en mayor o menor medida, con lo que la noche se convirtió en un buffet libre en que se hacían extraños maridajes.
Travis Birds inauguró el escenario grande a las seis de la tarde con una banda de acompañamiento bastante tradicional y unos cuantos fans talluditos de Duran Duran observando desde primera fila. Pero unos fans muy respetuosos e implicados, que siguieron el concierto con atención y daban palmas cuando se les pedía. Travis, de voz sedosa y rasposa a la vez, desarrolló su pop mestizo hispánico, y las comparaciones con Bebe se hacen inevitables. Empezó adusta, pero a medida que se iba desarrollando su show se iba mostrando cada vez más suelta, risueña y habladora. “Esta canción se la dedico a los nostálgicos que hay por aquí”, nos dice, y se convierte en un guiño involuntario a los fans de Duran Duran, antes de tocar ‘La chica del tren’. Alguien entre el público saca un cartel que reza ”Travis Birds 1 Rafa Nadal 0”, y Travis ríe. Toca ‘Soy rebelde’ a ritmo de blues moroso, que mezcla con una sentida reinterpretación de ‘Todo es mentira’ de Albert Pla que acaba con una jam bastante furiosa de la banda.
‘Senza fine’ de Gino Paoli, que debe ser la mejor canción del mundo, nos recibe antes de que arranque el concierto de Delafé y Las Flores Azules. Al reencuentro de Helena Miquel y Oscar D’Aniello se les suma una bandaza con tres vientos, y parece que estemos en 2010 otra vez. Delafé y las Flores Azules derrochan su hip hop mediterráneo en un show enérgico, pletórico de buen rollo. Tan pletórico, que Oscar deja empapado su polo Fred Perry mostaza y se tiene que acabar cambiando, mientras Helena aparentemente aguanta el tipo con su delicado vestido de color celeste. Caen hits a mansalva, claro: ‘Mar el poder del mar’, ‘Río por no llorar’, ‘1984’, ‘Espíritu Santo’… Auténtico calor veraniego.
Pero para hits, los que nos esperan en Duran Duran. Estamos llegando desde el escenario donde justo han terminado Delafé y las Flores Azules y nos recibe nada menos que ‘Wild Boys’. El grupo tiene bastante buen aspecto. Simon Le Bon lleva un look ‘Corrupción en Miami’ meets Studio 54: pantalones ajustados plateados, camiseta y chaqueta blanca de lino. Por Nick Rhodes parece que no pasa el tiempo, directamente. Casi tiene la misma pinta que gastaba en los 80, con su pelo platino y su palidez espectral tras los teclados. Los Taylors bien, gracias.
Al grupo se le suman dos coristas que se implican enormemente en el show. La banda suena potentísima. Simon está algo justo de voz, algo ronco, pero lo que no llega de garganta lo suple con carisma. El show lo sustentan ellos, básicamente. Las proyecciones de apoyo muestran portadas o imágenes que retrotraen a los momentos más representativos del grupo. Enseguida caen éxitos como ‘A View to Kill’, precedida por la fanfarria de James Bond o ‘Notorious’. Pero también tienen peso sus éxitos de los 90, como ‘Come Undone’, donde se lucen especialmente, o un tanto desafinado pero emocionante ‘Ordinary World’, que Simon dedica a los “hermanos y hermanas de Ucrania”. Pero, claro, el cierre se guarda para los mayores éxitos de los ochenta: ‘Girls on Film’, ‘Save a Prayer’ y ‘Rio’.
Durante la segunda parte del concierto de Duran Duran cada vez se han ido viendo más huecos. Porque coincide con la puta rave de Zahara (primer solape doloroso, snif) y porque a las diez empieza Rigoberta Bandini, y son muchas las que quieren coger buen sitio. El gentío que se atisba es espectacular y aún hay riadas de público hacia su escenario. Empieza nada menos que con ‘In Spain We Called It Soledad’ y de tercera ya cae ‘Ay mamá’. Pero a mí en ese momento lo que me llama es Joe Crepúsculo desde la carpa. “Bona nit Barcelona! Voleu bacallà?”, nos grita Crepus. Y eso es lo que nos da: bakalao junto a su inseparable Aaron Rux. Entre la gente y el humo apenas los distingo, pero los bailo lo más grande. “¡Esas manos arriba!”, nos pide cada dos por tres. Dedica ‘Pisciburguer’ “a todos los que no tienen piscina”. Nos mete 170 bpm, nos canta muchas de ‘Trovador tecno’, nos pide mecheros (¡mecheros! ¡En 2022!)… El sonido es algo opaco, pero da igual, porque nos lo estamos pasando en grande. Nos toca una fantástica ‘Música para adultos’, irrumpe con un no sé si irónico “¡Viva tecnocasa!” en, claro, ‘Tecnocasa’, llega una apoteosis espectacular en la maravillosa ‘La canción de tu vida’…
La cuestión es que Joe Crepúsculo tiene un slot larguísimo: noventa minutos. Y se solapa en gran parte con nada menos que Jack White. Así que con todo el dolor de mi corazón lo abandono. Hay una cola larguísima para acceder a su concierto. Sin embargo en la carpa hemos estado bastante holgados. La organización de Cruïlla es muy escrupulosa con el aforo, lo cual genera comodidad para los de dentro… y cierto nerviosismo para los que esperan.
Jack White cada vez está más azul. A su atuendo se le suma un cabello más celeste que el vestido de Helena Miquel. Y ya nos dice a la primera lo que vamos a tener: jams y exhibiciones guitarrísticas. La inauguración le toca a su último disco, ‘Fear of the Dawn’: ‘Taking Me Back’ y la homónima ‘Fear of the Dawn’ son pura exhibición. Caerán unos cuantos clásicos de The White Stripes durante la noche… Pero yo lo que tengo ganas realmente es ver a mis dos hooligans favoritos, Sleaford Mods, así que, una vez más, tengo que volver a abandonar un concierto para acudir a otro.
El escenario donde tocan Sleaford Mods coincide con el añorado ATP del Primavera Sound. Y también es donde se desarrolla el Comedy, actuaciones de monólogos de comedia, lo que nos depara unos momentos un tanto surrealistas. No se puede acceder al escenario todavía porque los operarios están retirando las sillas con un toro. Los allí congregados metemos prisa, jaleamos, animamos y aplaudimos al conductor a gritos de “¡torero-torero!”. Mientras, en el escenario Jason Williamson y Andrew Fearn prueban sonido y deben estar viendo la escena con bastante incredulidad.
En cuanto nos dejan entrar, asaltamos la barra como buenos borrachos. Corre la cerveza… no así en el escenario. Andrew Fearn ha abandonado su habitual gesto de beber latas, y ahora se dedica solo a darle el play y bailar cual poseso. Jason Williamson lleva todo el peso del concierto, para variar. Sus mohínes, sus gestos, sus payasadas y, sobre todo, sus palabras son la base de sus shows. Sus filípicas anti-tories ‘The New Brick’ y ‘Shortcummings’ abren el setlist aunque, curiosamente, no dice ni una sola palabra sobre su “amado” Boris Johnson. Jason habla poco entre canción y canción. Solo hace chanzas acerca del calor (hace una noche realmente tropical en el Fòrum) y el mal olor (otro gran clásico veraniego del recinto). Otro clásico son los pogos, que empiezan con ‘Face to Faces’, pero a los que ni me acerco, porque hoy he traído las gafas. Sleaford Mods no tienen vergüenza ninguna. Si toda la música es grabada, también aparecen enlatadas las voces de Billy Nomates y Amy Taylor en ‘Mork n Mindy’ y ‘Nudge It’. Se pegan una divertida versión del ‘Don’t Go’ de Yazoo. Una amiga intenta arrastrarme al pogo, pero me niego otra vez. Cierran con ‘Tweet, Tweet, Tweet’. Editors ya han empezado y luego tocan Hot Chip… Pero mis piernas deciden que ya han tenido suficiente festival, así que prefieren llevarme hacia casa antes que a los próximos conciertos. Mañana, más.