Cine

‘Despidiendo a Yang’: una poética joya de ciencia ficción

En un futuro cercano, los androides conviven con los humanos. Forman parte de la vida cotidiana, ayudan a cuidar a los niños y a hacer las tareas de la casa. Las inteligencias artificiales y los clones se camuflan con la humanidad, incluso tienen sentimientos avanzados que hacen que a primera vista sea imposible diferenciarlos. Estos technosapiens son una parte fundamental en el universo que plantea ‘Despidiendo a Yang’, la poética segunda película de Kogonada.

En ella disecciona el drama de una familia cuando su robot Yang se estropea sin remedio. Jake (un excelente Colin Farrell) y Kyra (Jodie Turner-Smith) lo compraron para que Mika, su hija adoptiva, no perdiese el contacto con su ascendencia china. La inminente pérdida de Yang, no solo dejará un vacío doloroso, sino que a raíz de ella la película propone una búsqueda sobre la identidad y lo que significa estar vivo.

Mientras a Yang están intentando repararlo, su ausencia desajusta por completo la cotidianidad. No solo era el hermano mayor de Mika y quien más cosas le enseñaba, Jake y Kyra también se apoyaban en él para educar a su hija, quizá demasiado. Esta alteración hace que la pareja se dé cuenta de sus responsabilidades como padres, y también de que reemplazarlo no tendría sentido, porque Yang, aun siendo un robot, era un miembro más de la familia.

Basada en un relato de Alexander Weinstein, Kogonada otorga a ‘Despidiendo a Yang’ un tono apesadumbrado y profundamente melancólico. Este no es el único aspecto que comparte con ‘Columbus’, su ópera prima, aquí también hay una voluntad notoria de representar los espacios físicos como pilares fundamentales para entender el mundo que rodea a sus personajes. La decoración ultramoderna, ordenada y cuadriculada crea una sensación tan acogedora como sumamente artificial. Es un mundo en el que la tecnología y el medioambiente parecen haber llegado a un punto de co-existencia pacífica, de igual forma que los humanos con los robots.

Kogonada explora con enorme sensibilidad la pérdida de un ser querido y la formación de la identidad cultural a través de un viaje por los recovecos de la memoria. Los recuerdos se almacenan en un enorme banco de datos al que privilegiadamente se nos da acceso. ¿Qué nos hace humanos? ¿Qué significa ser humano? Yang siente emociones que se asemejan a lo que podemos sentir, pero también es incapaz de comprender otras. “Ojalá el té chino no fueran solamente datos curiosos para mí” le reconoce a Jake, quien regenta una tienda de té artesanal, tras una conversación sobre la fascinación que le provoca dicha bebida. Yang nunca llegará a compartir o entender ese entusiasmo, pero sí es capaz de amar, de observar, de cuestionarse cosas.

Hay algo profundamente conmovedor en ‘Despidiendo a Yang’, y es la forma en la que nos acerca a estas cuestiones sin respuesta, cómo deja que el espectador reflexione por su cuenta sin necesidad de subrayar nada. La puesta en escena, sobria en ocasiones y a la vez repleta de hallazgos luminosos, nos guía –junto a la bellísima música de Aska Matsumiya- hacia un precioso y emocionante final. Una joya humanista.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Fernando García