El concepto del nuevo álbum de Mac DeMarco es que, en su gestación, no había concepto, simplemente una idea: salir de su casa de Los Ángeles para recorrer Norteamérica en carretera y no volver hasta haber terminado un disco. El resultado es una colección de piezas instrumentales que el compositor canadiense ha nombrado ‘Five Easy Hot Dogs’, en honor a la película ‘Five Easy Pieces’ (cuyo título en español es ‘Mi vida es mi vida’), un retrato de la dureza de la América profunda protagonizado por Jack Nicholson. Cada canción recibe el nombre del lugar donde fueron compuestas.
El sexto disco de DeMarco -y el primero en cuatro años-, no recupera el lado más interesante de sus composiciones, aunque tampoco parece que su objetivo sea intentarlo. Si el fallido ‘Here Comes the Cowboy‘ presentaba al cantautor buscando sutilmente nuevas formas de renovar su estilo, en ‘Five Easy Hot Dogs’, pese a ser su primer álbum completamente instrumental, no encontramos nada particularmente novedoso. Algo que no es necesariamente negativo, ya que la capacidad del canadiense para crear buenas melodías está presente en gran parte de las canciones que lo conforman. ‘Five Easy Hot Dogs’ suena exactamente como esperarías que un disco de Mac DeMarco sonara, solo que sin una voz que acompañe.
Lo que sí logra es la sensación de estar haciendo un viaje por carretera, de conducir con las ventanas bajadas y el viento en la cara, convirtiendo al oyente en protagonista de una suerte de road movie a lo largo de sus 14 pistas. También transmite el característico sentimiento que tan frecuentemente se encuentra en ese género de películas: iniciar un viaje para buscar algo en tu interior sin saber necesariamente el qué.
En ese sentido, ‘Five Easy Hot Dogs’ define muy bien el momento artístico en el que se encuentra el artista, en lo que parece que es un tránsito a algo distinto. Detrás de su ligereza, hay una importante introspección y un ansia (y frustración) creativa que no termina de florecer.
Así, el disco fluye ágil y placentero, parando por distintos pueblos y ciudades donde DeMarco se hospedó mientras lo componía. ‘Gualala’, con la que se abre el proyecto, atrapa con sus repeticiones melódicas, así como su continuación ‘Gualala 2’ con sus dulces guitarras. A partir de ahí se hace algo complicado diferenciar una composición de otra, no porque sean parecidas, sino porque mantener la atención a los detalles se vuelve un reto.
Es un proyecto que sobre todo funciona como música agradable para tener de fondo mientras estás en el coche, lavas la ropa o friegas los platos. Lo que no quiere decir que no haya nada que valga la pena, ya que hay ciertos pasajes de guitarra o incluso algunos toques con instrumentos de viento-madera que suenan particularmente bonitos, como en ‘Portland 2’ o el cierre ‘Rockaway’. Pero sí se echa en falta más fuerza en las composiciones y un hilo conductor más sólido. Al fin y al cabo, es un álbum conceptual sin concepto. Y se nota.