Televisión

Más «realities» como ‘Traitors’, por favor

España es uno de los países que más ediciones de Gran Hermano ha emitido, 18 en su formato «normal», si es que alguno lo fue. Llegamos a liderar tabla de tan dudoso gusto hasta que Telecinco tiró la toalla en 2017, optando sin éxito por mantener el formato VIP. Ahora nos ha dado por Masterchef. RTVE ha emitido 10 ediciones, a las que hay sumar una cantidad realmente pornográfica de subediciones Junior, VIP, Senior… y quién sabe cuántas queden por imaginar, mientras la audiencia siga diciendo «sí» a acostarse un lunes a las 2 y media de la madrugada.

Entre «Islas» y «Voces», tras este nivel de saturación, y con la diversificación de plataformas televisivas, de Netflix a Filmin pasando por Disney+, cada una con una oferta abrumadora de series y películas, no parece de sentido común recomendar un reality. Hace tiempo que es imposible que un programa de este tipo vuelva a paralizar un país como el día de la expulsión de María José Galera. Pero una vez vendido todo el pescado del faranduleo y el corazón, con Telecinco en una crisis histórica de audiencia, imagen y credibilidad, de la que no va a salir en ningún momento cercano, parece estar emergiendo otra manera de hacer este tipo de TV a través bien del humor o bien de la estrategia.

Por la vía del humor nos conquistó el año pasado el extinto ‘Bake Off España‘ que de todas formas no iba a a volver brillar sin un cásting en el que no compartieran plano Esty Quesada «Soy Una Pringada» y Esperanza Aguirre -sobre todo la primera-. ‘Traitors’, primer reality de HBO Max, que opta más bien por la estrategia al modo de ‘El Topo’, sigue una línea muy similar en cuanto a cásting.

Con un elenco en el que figura otra lideresa del Partido Popular de Madrid venida a menos, Cristina Cifuentes (ya sabemos, pues, qué futuro aguarda a Ayuso en cuanto vuelva a perder unas elecciones), entre varios deportistas, periodistas y actores; ‘Traitors’ se aleja de talents gastronómicos, musicales y performativos para apostar por las cábalas. Y son varias las cosas que le funcionan. En primer lugar, la ausencia de amarillismo. En tiempos de concienciación sobre salud mental, es un auténtico descanso para nuestros ojos y oídos poder atender a un programa de estas características sin humillaciones, vejaciones ni gritos. Ni tampoco necesidad de músicas que apelen a la lágrima fácil, sin contraplanos de la familia de Sandra Escarena en que veamos a su madre lloriqueando sobre cuánto ha sufrido su hija por ser actriz; o a la de Adrián Pino dando detalles que a nadie importan sobre cuánto le costaba relacionarse en el jardín de infancia.

En segundo lugar, y en relación directa, el montaje. Aunque hay alguna teoría que no se sabe muy bien de dónde sale, quizá porque las cámaras no pudieron estar allí para grabarla, el ritmo es muy ágil. Comenzando por esos obligados cliffhangers al final de cada capítulo, a destacar ese fundido a negro con «comeback» de mano de Abril Zamora. Son en total 8 episodios de menos de una hora de duración, bien editados, incluso desde el punto de vista escenográfico y de iluminación: el rodaje en el castillo de Sigüenza es un acierto. Cuando no estamos asistiendo a una expulsión, estamos asistiendo a un asesinato, cuando no ante la deliberación que llevará a los mismos. ‘Traitors’ enfrenta a un número secreto de «traidores» con «ciudadanos de a pie», al modo del popular juego Hombres Lobo de Castronegro, «Lobos» para los amigos. Los malos luchan por matar a los buenos sin ser descubiertos. Los buenos tratan de averiguar quiénes son los villanos, mediante la deliberación colectiva, o la identificación de comportamientos erráticos.

En tercero, el cásting en sí mismo. Al margen de la popularidad de una Cristina Cifuentes, de un Rubén Ochandiano, o de aquella Anna Allen que pasó a la historia por las razones equivocadas, el equilibrio entre personas que parecen no haber roto un plato en su vida, como el inocentón Adrián Pino, y personas que son un puro cerebro con patas, como el freestyler Skone y sobre todo la boxeadora Joana Pastrana, de rostro ajeno a cualquier tipo de expresión o sentimiento, es imprescindible para el desarrollo del programa. Desde luego, es un plus contar con una «jugadora de póker» si es que esto es una profesión en absoluto, mientras nuestro colaborador Juan Sanguino aporta inesperadamente uno de los episodios más emocionantes y divertidos, el del kayak LGTB+.

Al término del programa es un divertimento analizar por qué el presentador Sergio Peris-Mencheta escogió a unos traidores y no a otros, cómo decidieron retratar a cierto guaperas como un absoluto pan sin sal… y cómo él se fue sufriendo porque lo reconocía como su talón de Aquiles. O también cómo mezclar a concursantes de edad diversa enriquecería el formato, si en este contexto sirve de algo ser actor o para nada, o qué desarrollo habríamos visto en el programa de no existir, desde hace unos años, una cosa llamada sororidad. Hay varios debates en esta auténtica chuchería para los fans de los juegos de estrategia.

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: traitors