Como cada mes de febrero, Berlín se llenó de cinéfilos ansiosos por sus nuevas dosis del cine de autor. Tras dos ediciones complicadas por culpa de la pandemia, este año la Berlinale regresó en su máximo esplendor, plenamente presencial y rebosante de gente.
La relevancia del certamen alemán cada vez queda, desgraciadamente, más eclipsada por gigantes como Cannes y Venecia, quienes roban todo el foco en cuanto a nombres y alfombras rojas, pero el prestigioso Oso de Oro sigue siendo uno de los máximos reconocimientos del séptimo arte. La identidad del festival siempre se ha basado en un importante compromiso sociopolítico. Este año estuvo quizá algo más camuflado que en otras ocasiones, pero, aun así, no ha impedido que ‘Sur L’Adamant’, de Nicolas Philibert, un documental sobre un centro de día que utiliza el arte como terapia para enfermos mentales, se haya alzado con el máximo galardón.
Algo que deja un amargo sabor de boca, ya que estaba lejos de ser la mejor de las opciones, y su triunfo parece deberse más a su temática que a motivos cinematográficos. La mirada de Philibert es empática y aboga por la importancia de la sanidad pública, pero la película se torna repetitiva y sin demasiado que aportar demasiado pronto. En cualquier caso y premios aparte, la sección oficial ofreció un buen nivel medio, donde prácticamente todas las películas justificaban su presencia. Como siempre, en otras secciones paralelas también se descubrieron joyas que merece la pena comentar. A continuación, en orden alfabético, comentamos las 10 películas que merece la pena ver de esta edición.
‘20.000 especies de Abejas’, de Estibaliz Urresola Solaguren – Sección Oficial
La única película española que compitió por el Oso de Oro fue el prometedor debut de la cineasta vasca Estibaliz Urresola Solaguren. En ella se retrata el verano de autodescubrimiento de una niña trans de 8 años, pero también cómo este proceso de aceptación afecta a todo su entorno familiar. La directora imprime una notoria sensibilidad a la hora de abordar el tema y conseguir que el espectador comprenda una situación como esta. A veces peca de ser de abrir demasiados frentes narrativos, pero es precisamente en esa ambición donde se encuentra lo más interesante de una película que se esfuerza con empeño por retratar el conflicto personal de la protagonista con empatía y ternura. Como sociedad, aún nos queda mucho para estar a la altura de las circunstancias, incluso en ambientes progresistas, como queda reflejado en la cinta. Urresola Solaguren extrae lo mejor de las interpretaciones de su reparto a través de un naturalismo expresivo que otorga un gran realismo al relato. Sofía Otero -flamante ganadora del premio a la mejor interpretación, la más joven de la historia del festival-, realiza un trabajo sutil pero extraordinariamente preciso, en el que su poderosa mirada carga con todos los sentimientos de su personaje. También destaca el matizado retrato de una espléndida Patricia López Arnaiz como su madre, una escultora con problemas monetarios y en trámites de separación. ’20.000 especies de abejas’ es otro añadido de calidad a la nueva hornada de películas de directoras españolas.
‘Arturo a los 30’, de Martín Shanly – Forum
La maravillosa segunda película del argentino Martin Shanly sigue a Arturo -excelentemente interpretado por él mismo-, un treintañero en un momento vital en el que se encuentra estancado. En su entorno todo el mundo comienza a comportarse como un adulto: sus amigas se casan, tienen buenos trabajos, hacen proyectos artísticos… mientras que él, simplemente, no está preparado para asumir esas responsabilidades. La película, que se compone a partir de distintos episodios en la vida del protagonista a lo largo de varios años, termina en la pandemia. Un aspecto que no puede entenderse como casual, ya que para muchos, cuando el mundo se paró fue una oportunidad para reflexionar e intentar encauzar nuestros objetivos vitales. ‘Arturo a los 30’ cumple con la complicada labor de ser una comedia divertidísima, un preciso retrato generacional y un estudio profundo sobre cómo las heridas del pasado nos impiden avanzar. Todo esto desde una total falta de pretensiones y con un reparto en estado de gracia. Una auténtica revelación, humilde, entrañable y valiosa.
‘Disco Boy’, de Giacomo Abbruzzese – Sección Oficial
Giacomo Abbruzzese, con su primera película, ofreció algunos de los momentos más fascinantes de la Berlinale. Centrándose en Aleksei (siempre espléndido Franz Rogowski), un inmigrante bielorruso que se alista en la Legión Extranjera en Francia para conseguir el pasaporte francés. En una narración paralela, viajamos al delta del Níger, donde Jomo lucha por impedir que las compañías petroleras destrocen su aldea. El director conecta estos dos mundos tan opuestos, trazando una dura crítica a la actitud europea frente al continente africano. En el tratado antibelicista de Abbruzzese, la seductora fotografía de Hélène Louvart -premio a la mejor contribución artística- sume al espectador en un estado de trance. Puede que las dos narrativas con las que juga ‘Disco Boy’ a veces generen dudas, pero la película sabe cerrar con unos quince minutos finales que elevan la experiencia hacia algo realmente especial.
‘Drifter’, de Hannes Hirsch – Panorama
Moritz, un joven estudiante de música, se muda a Berlín para vivir con su novio, pero pronto este le deja sin dar demasiadas explicaciones. Solo en Berlín y con el corazón roto, no le queda más remedio que continuar con su aventura berlinesa por su cuenta. Explorando la gran escena gay de la capital alemana, se conocerá a sí mismo, e intentará buscar lo que quiere y lo que no. La película transita por lugares comunes (chico inocente que se mete en un mundo de sexo y desenfreno), pero hay algo muy sincero en el acercamiento de Hirsch a su personaje principal. A través de él y sus particularidades, define muy bien los aspectos colectivos de la experiencia gay. La soledad y las inseguridades que los personajes de ‘Drifter’ arrastran, las camuflan con sexo, drogas y una superficial confianza de puertas para fuera.
Está lejos de ser una película perfecta, pero se vislumbra el talento de un autor que sabe capturar con precisión toda la libertad y belleza de lo queer sin olvidarse de plasmar también la toxicidad que puede llegar a haber en ese ambiente.
‘Music’, de Angela Schanelec – Sección Oficial
La directora alemana adapta el mito de Edipo bajo su habitual hermetismo. La película narra la tragedia de Sófocles, llevándola al mundo contemporáneo, donde un niño vive con sus padres adoptados en una isla griega. Veinte años más tarde, comete un homicidio y es encarcelado. En la prisión, se enamora de una trabajadora y comenzarán una relación. Schanelec emplea las elipsis de una forma llamativa y brusca, creando una continua sensación de intriga, pero también de absoluto desconcierto. ‘Music’, a menudo es indescifrable, pero atrapa por su rigurosa puesta en escena y la indudable belleza simbólica de sus composiciones. La cineasta alemana tiene un control total sobre su obra, y aunque no siempre sea fácil verla, hay una rotunda lógica interna en cada decisión narrativa. Su nueva obra es el ejercicio de cine más radical y exigente que se vio en la Berlinale, una película que requiere un gran esfuerzo del espectador para comprenderla. Pero hay algo fascinante, casi inexplicable, en su obstinada opacidad.
‘Passages’, de Ira Sachs – Panorama
La última película de Ira Sachs gira alrededor de un triángulo amoroso. Dos hombres (Franz Rogowski y Ben Whishaw) llevan juntos quince años, pero su estabilidad entra en crisis cuando uno de ellos se acuesta con una mujer (Adèle Exarchopoulos). El cineasta americano disecciona las dinámicas de pareja y las relaciones interpersonales de sus imperfectos personajes con mayor precisión que nunca. Si toda su filmografía se ha centrado en retratar las complejidades de las relaciones humanas, ‘Passages’ puede verse como su tesis. En lo visual, tampoco había estado nunca tan afinado como aquí, componiendo planos que en su aparente sencillez esconden multitud de detalles importantes. El humor y el drama convergen con fluidez en su mejor película, un trabajo que saca lo peor de sus personajes, pero cuyo retrato siempre está trazado sin ningún tipo de juicio moral.
‘Past Lives’, de Celine Song – Sección Oficial
La ópera prima de Celine Song, destinada a ser una de las películas más comentadas del año, inexplicablemente se fue de vacío en esta edición de la Berlinale. Una decisión absolutamente incomprensible, pero los jurados son los jurados y los premios no dejan de ser otra cosa que premios, por lo que no conviene darle más relevancia que la que tienen.
Song, dramaturga coreano-canadiense, debuta en el cine con una historia autobiográfica sobre un amor imposible. La película comienza con uno de los planos finales, donde una voz en off pregunta “¿Quiénes son estas tres personas y qué relación tienen entre ellas?, a lo que otra contesta “No lo sé”. Inmediatamente después, viajamos veinticuatro años antes, donde dos niños, Nora y Hae-jung, en Corea del Sur vuelven a casa del colegio. Son inseparables y su conexión entre ellos va más allá de la simple amistad, pero ella pronto emigra con su familia a Toronto, por lo que pierden el contacto. Doce años más tarde se encuentran por Facebook y vuelven a entablar su relación, Nora desde Nueva York, Hae-jung desde Seúl.
La distancia y las circunstancias complican todo, y su romance platónico se va perdiendo en la inmensidad del tiempo y las posibilidades. Song plasma con madurez, sensibilidad y, sobre todo, con tremenda sabiduría, el inevitable trascurrir del tiempo, en su crueldad y en su belleza. No somos las mismas personas a lo largo de nuestra vida, y nunca volveremos a ser quien ya fuimos. ‘Past Lives’ orbita sobre la idea de “In-Yeon”, un concepto coreano asociado a la reencarnación, que cree que la razón por la que hay personas que forman parte de tu vida es porque os conocisteis en una vida pasada.
Los paisajes urbanos de Nueva York y Seúl, las expresivas miradas de Greta Lee y Teo Yoo y la delicadeza de la puesta en escena de Song consiguen crear uno de los romances más memorables de los últimos tiempos. Una obra mayor: íntima y, a su vez, inmensa.
Samsara, de Lois Patiño – Encounters
‘Samsara’ es una de esas películas que destrozan la barrera que separa el documental y la ficción, también una de esas que nos hace cuestionarnos lo que es el propio cine. Con esa voluntad de expandir el séptimo arte a nuevos territorios, Lois Patiño confecciona un cuento budista que comienza en los templos de Laos, donde estudian unos monjes tibetanos, a la recogida de algas de las mujeres de una comunidad de Zanzíbar. La conexión entre ambas historias está contada con uno de los recursos formales más brillantes, arrebatadores y radicales imaginables. Son aproximadamente quince minutos de un sensorial viaje transitorio, donde el espectador debe cerrar los ojos para ver. Tal cual. Patiño consigue convertir esta arriesgadísima transición en mucho más que una curiosidad. Su meticulosa y calmada observación de modelos de vidas alejados de las convenciones occidentales es igualmente valioso.
‘Samsara’ es una película que se ve con los ojos cerrados y se siente con todo el cuerpo, cuya experiencia no tiene sentido fuera de una sala de cine.
The Shadowless Tower, de Zhang Lu – Sección Oficial
La nueva película del chino Zhang Lu es una ambiciosa reflexión sobre la vida y las relaciones familiares contada a través de un crítico culinario. Está atravesando una crisis de mediana edad, recién divorciado y con una hija pequeña que vive con su hermana y el marido de esta ya que él no puede hacerse cargo de ella, aunque va a visitarla casi diariamente. Un día se entera de que su padre, al que hace años que no ve debido a un incidente que destrozó su familia, va a verle secretamente a Pekín desde el pueblo costero donde reside, a 300 kilómetros. Esto hace que se replantee su relación con él, ahora bajo la perspectiva de la paternidad, y si debe perdonar y sanar heridas del pasado para afrontar mejor su presente. A su vez, comienza una relación platónica con su nueva compañera de trabajo, una fotógrafa más joven que él, también con problemas familiares.
La ambición temática de la película de Zhang no le impide tener claro su foco. La sensibilidad y humanidad con la que se trazan los grandes temas que trata la película son siempre conmovedores sin epatar. Los pequeños detalles como las sombras o caminar hacia atrás adquieren un significado poderoso en esta reflexiva y emotiva cinta.
Tótem, de Lila Avilés – Sección Oficial
La mexicana Lila Avilés presenta con su segunda película un drama familiar donde el dolor siempre se muestra desde dentro. Los preparativos de una fiesta de cumpleaños y la perspectiva de una niña son el punto de partida de un filme que sorprende por su habilidad para tratar un tema muy doloroso sin caer en representaciones lastimosas.
Su elegancia formal es equiparable a la narrativa, que siempre encuentra equilibrio entre la soterrada tragedia y ciertas dosis de humor negro. Avilés refleja con mucho realismo la cotidianidad y la profundidad de lo mundano. Poco a poco, ‘Tótem’ va mostrando sus cartas hasta llegar a un final que remueve por dentro. Sin aspavientos, sin grandes gestos, casi sin quererlo, compone uno de los retratos más impactantes y originales sobre la pérdida que se han visto en los últimos años.