Quedan entradas para ver a Beyoncé en el Estadi Olímpic de Barcelona. Eso sí, la más barata cuesta 312 € en pista. La misma situación la encontramos en el concierto de Madonna en el Palau Sant Jordi de este año. Quedan 2 entradas a 793 € para el 1 de noviembre, aunque la cantidad de tickets varía según el día.
Una de las noticias que dejan estos precios ha sido el fuerte encarecimiento de las entradas de pista, respecto a las de grada. Parece que la industria ha tardado 50 años en darse cuenta de que ver al artista de cerca tiene más valor. ¿Pero en qué momento el mercado se ha vuelto loco en cuanto a todos los precios? ¿Por qué, además, las entradas cambian de precio según el día? La economía vive un escenario de inflación generalizado, causado por la guerra de Ucrania y la crisis energética, que afecta a varios sectores, no solo a la música en vivo. Pero este mercado está desbocado por más razones.
Después de la pandemia, hemos comprobado cómo la avalancha de eventos ha trastocado el mercado. Muchos artistas han tenido que reubicar sus giras, con todo lo que implica a nivel logístico en cuanto a reservas de vuelos y hoteles. La subida de precios y el exceso de oferta se ha llevado por delante tours de gente de tamaño medio como Santigold, Animal Collective o Kelly Lee Owens, que veían inviable realizar una gira. Sin duda ha subido el coste del montaje, el coste de la luz, el coste de los viajes y el alojamiento.
El verano pasado había tal Cristo liado en cuanto a montaje de escenarios de festivales en España que los técnicos de espectáculos alertaron de una «oferta excesiva» que ponía «en peligro la seguridad» -como se vio en el accidente de O Son do Camiño-. Denunciaban igualmente que se habían «disparado los cachés».
Los cachés de algunos artistas se han disparado, eso seguro. El modelo de negocio ha cambiado drásticamente desde los años 80 y 90, cuando artistas como Madonna y Bruce Springsteen vendían 20 millones de copias de sus discos de éxito. Todo aquel pastizal que ingresaban por ventas de millones de copias se ha ido al garete cuando ahora las ventas de sus últimos álbumes pululan entre el medio millón y el millón de copias: en la era streaming la mayor parte de sus ingresos proceden de la música en directo.
Es también el caso de gente joven como Taylor Swift o The Weeknd, cuyos precios para ver en gira se han disparado lo mismo, y de todo el mundo en la industria con alguna excepción como Rihanna, que ha encontrado su mayor fuente de ingresos en la cosmética; o Dr. Dre, que arrasó con sus cascos Beats By Dr Dre. Pero la mayoría vive de la música en vivo.
El modelo de negocio ha cambiado drásticamente y ahora está en la música en directo
Por otro lado, hay ciertos artistas de primer nivel que no están ya dispuestos a que sus entradas se vendan en el mercado secundario a precios desorbitados. Durante años esta situación ha permanecido en el mercado sin ser regulada, pese a algún tímido intento, y todos recordamos grandes dramas al respecto. Fans de Lady Gaga que habían comprado entradas falsas a las puertas del Palacio de los Deportes de Madrid, gente llorando a las puertas de un concierto de One Direction porque los tickets adquiridos en el mercado secundario eran duplicados y no habían permitido el acceso.
La entrada PLATINUM -esa que estamos viendo a 400, 800 y más de 1.000 € en algunos casos- es la respuesta de la industria a esta situación. Un «para que otro se quede el beneficio de mi propio concierto, me lo quedo yo». Es cierto que Ticketmaster, la ticketera de los artistas gigantes, se ha introducido en el mercado secundario, pero no posee todas las plataformas, y este es su propio mecanismo de defensa ante lo que podríamos considerar la demanda del mercado. Las entradas PLATINUM presentan un precio dinámico, como el de la reserva de vuelos y hoteles, como el de Uber, ofreciendo la entrada al mejor postor, lo cual casi se lleva por delante la carrera de Bruce Springsteen, de imagen tan «obrera».
En efecto la programación de su gira por Estados Unidos con entradas incluso a 5.000 dólares le valió titulares negativos en todo el mundo. Es el escándalo de «las entradas solo para los ricos». El de los especuladores. Su mánager Jon Landau tuvo que salir al paso en declaraciones recogidas por New York Times: «En contra de lo que se ha dicho, solo un número muy pequeño de entradas se ha vendido por 1.000 dólares o más. El verdadero precio de entrada medio es de unos 250 dólares. Creo que en el mundo de hoy, es un precio justo para ver a uno de los más grandes artistas de su generación, reconocido de manera universal». Ticketmaster situó en un 88% las entradas vendidas a precio «normal» y sólo en un 11% las entradas que se habían vendido «en formato PLATINUM». En otras palabras, se aseguran la venta del 88% de los tickets y especulan durante meses -hasta que llega el evento- con el resto.
La entrada PLATINUM es la fórmula de los artistas para quedarse lo que les estaba arrebatando el mercado secundario
También hay que recordar que la promotora se queda un pequeño porcentaje del dinero de las entradas y que la mayor parte va para los artistas y la producción del evento, que en los casos de los que hablamos, también es millonaria. Hasta el punto de que en ocasiones se pone en duda su rentabilidad. Madonna tuvo que explicar en Jimmy Fallon que su gira por teatros, con decenas y decenas de personas sobre el escenario, sí había sido rentable, pero la verdad es que no lucía muy convencida. Quizá quiera ahora redimirse con unos cuantos tickets PLATINUM a precio de oro.
En otra onda por completo, encontramos las declaraciones que acaba de realizar Robert Smith, que se ha negado a formar parte de la «porquería avariciosa de los tickets PLATINUM». El tuit del líder de The Cure no ha podido ser más claro, al pronunciarse en contra del «precio dinámico»: «Todos los artistas tienen la opción de no participar. Si ningún artista formara parte, dejaría de existir».
También ha criticado duramente los gastos de gestión de decenas de euros. «Para ser claro, el artista no tiene manera de limitarlos. He estado preguntando cómo se justifican. Si obtengo algo parecido a una respuesta coherente, os lo haré saber». En España la FACUA abrió un expediente sobre gastos de gestión tras recibir numerosas quejas. Sobre todo porque si se cancela un evento, no se devuelven.
En Estados Unidos es solo uno de los muchos puntos debatiéndose en el Congreso, entre denuncias de oligopolio -casi monopolio- tras la fusión de Ticketmaster y Live Nation, que operan el 80% de los grandes conciertos. Como apuntan en el podcast de El País, la indignación en torno a este tema ha propiciado un extraño acuerdo entre republicanos y demócratas. Pero Joe Berchtold de Live Nation se defendía en su testimonio para el Congreso asegurando que «el precio y la estrategia de las entradas la determinan los artistas y sus equipos. Respecto a los gastos de gestión, la mayoría van para el recinto del concierto, no para Ticketmaster».
Ticketmaster se defiende de las acusaciones de oligopolio; Antonoff defiende a los artistas
Parece diferir Jack Antonoff, productor de Taylor Swift, que ha pedido que se deje de criticar a los artistas, porque no son los responsables: «Ya sabéis la razón. No es «a causa de los artistas». Lo único que voy a decir con un micrófono abierto es que todo el mundo tiene que relajarse respecto a los artistas, porque ya sabemos quién es el que está haciendo las cosas imposibles». Además, pedía que los conciertos no fueran un libre mercado. «Sería realmente sucio. Cobra lo que creas que es justo, pero si para una persona 50 dólares no es nada, para otra es más de lo que pueda gastar (…) El momento en el que todo fluctúa es el momento en que esto se convierte en un libre mercado raro que es lo que no queremos».
La entrada de los fondos de inversión en festivales, como en España se ha visto en Primavera Sound, Sónar o FIB, para competir precisamente con Ticketmaster y Live Nation, ha sido otro punto determinante en la deriva del mercado. Y recientemente Alfonso Lanza de Primavera Sound defendía en una entrevista el precio de sus abonos -a 325 euros- asegurando que fueron mucho más baratos para sus primeros compradores -el público fiel del festival-; que el Primavera es un gigante a la altura de Glastonbury y Coachella y que es más barato que ambos; y que las entradas para ver solo a Depeche Mode ya pueden costar 400 dólares para un concierto de su gira en Estados Unidos, mientras que en este festival puedes verlos junto a otras decenas de bandas, en su día correspondiente, ahora mismo por 125 euros.
En otros puntos de vista, también hay que escuchar la opinión de aquellos artistas que están viendo cómo no les resulta rentable hacer según qué giras. De manera marciana, la gira europea de Yeah Yeah Yeahs -de regreso tras una década- tiene solo 4 fechas. Y es peor para los británicos desde el Brexit. El grupo Easy Life, que algunos recordaréis por su hit ‘skeleton’, explicaba hace poco que tenían que cancelar una gira americana porque iban a perder con ella 30.000 libras, incluso aunque con algunos conciertos habían hecho «sold out». «Hemos intentado todo lo que hemos podido hacerlo funcionar, reducir costes y tratar de justificar costes insanos, pero no somos capaces de recuperar la inversión. Girar es lo que más nos apetece hacer, pero el mundo cuesta 10 veces más de lo que solía».
Algunos artistas están cancelando sus giras por el incremento de los costes y el exceso de oferta
El NME reportaba que algunos visados han pasado de costar 460 dólares a 1.615 dólares, casi cuatro veces más. También es interesante un detalle dado por Easy Life: su compañía les habría dado esas 30.000 libras que iban a perder en otros tiempos de la industria, cuando se vendían discos. O se los habrían dado «para hacer vídeos en TikTok». ¿Pero para hacer una gira que no les iba a reportar ingresos? Olvídate de eso.
En este nuevo escenario de artistas incapaces de salir de gira y otros enriqueciéndose más que nunca, es preciso hablar de la subida de la desigualdad tras la pandemia, también entre los usuarios. La inflación ahoga a las clases más desfavorecidas, que no pueden comprar un litro de aceite de oliva a 7 €. Pero los más favorecidos han salido fortalecidos porque no han tenido en qué gastar su dinero durante 2 años en los que no se podía viajar ni hacer gran cosa.
El mensaje agorero económico constante desplegado en los medios de comunicación deja la idea de que «la economía va mal» al 70% de los españoles. Sin embargo, el 59% reconoce que su situación económica es «buena». El 4% dice de hecho que su situación personal es «muy buena». Lo cual confirma la buena evolución del empleo. Si al 63% de la gente en un país como España le van las cosas entre bien y muy bien, eso explica por qué hay tantas personas gastándose 200 € en ver a The Weeknd. O comprando entradas de Madonna masivamente en lo que parecía su peor momento de popularidad. Al menos hasta que la burbuja explote. Algo que nadie sabe cuándo o si sucederá, pues llevamos unos 4 años esperando que llegue tal lobo.
Algunas voces llaman a la huelga de macroconciertos, como la de Fernando Navarro. Pitchfork pide que apoyemos al artista pequeño, a las ticketeras pequeñas y habla de la rentabilidad de Bandcamp. Pero el fenómeno parece incontenible para los mayores artistas del mercado. Solo hay una Madonna. Solo hay un Bruce Springsteen. Solo hay una Beyoncé. Solo hay un The Weeknd. Y algunos de ellos nos visitan por primera vez en 7 años. En los próximos tiempos es el público quien habrá de decidir hasta dónde es capaz de aguantar con esto: si está dispuesto a que este macroconcierto de pop-rock sea «la nueva ópera» o «el nuevo Madrid-Barça», o el asunto cae por su propio peso.