“No hay riqueza inocente”, decía Rafael Chirbes en ‘En la orilla’. “Toda fortuna procede de una injusticia originaria, cuando no de un crimen, que es lo más probable”. Esa injusticia tiene muchas caras: esclavismo, colonialismo, explotación laboral, especulación financiera, corrupción política, patriarcado… Y para legitimizar social y moralmente esa riqueza, así como las estructuras que las mantienen, hay que construir relatos, narraciones épicas de señores “hechos a sí mismos”, discursos narcisistas de superhéroes del capitalismo.
Sobre el poder de estas narrativas, sobre cómo “torcer la realidad para alinearla según mis intereses” –como dice el protagonista de la novela-, escribe Hernán Díaz en su monumental ‘Fortuna’ (Anagrama). Argentino criado en Suecia y residente en Nueva York, Díaz ha confirmado las expectativas que había creado con su debut, el (neo)western ‘A lo lejos’ (Impedimenta, 2020). Su nueva novela, galardonada con el Premio Pulitzer, es un impresionante rascacielos metaliterario levantado por medio de un exuberante dispositivo narrativo que combina varias voces y estilos.
El libro se compone de cuatro partes. La primera es una novela dentro de la novela. La historia de un magnate de las finanzas de los años 20, su mujer y su fortuna, escrita por un novelista ficticio a la manera de Edith Wharton o Henry James. La segunda es la autobiografía anotada e inconclusa del magnate al que alude la novela anterior escrita por su secretaria y escritora fantasma. Una hagiografía que pretende refutar ese texto anterior. La tercera y la cuarta… mejor no desvelarlas. Solo decir que están articuladas por medio de una serie de deslumbrantes piruetas narrativas que añaden más y más capas de significado al relato original.
El resultado de esta superposición de relatos es un fascinante puzle literario armado a través de una prosa cautivadora, desbordante de ideas, riqueza formal y sorprendentes giros dramáticos. ‘Fortuna’ es una exploración de las entrañas del capitalismo, del funcionamiento del mundo de las finanzas del que dependemos todos. Pero también un viaje estilístico de la novela de finales del siglo XIX hacia la modernista, de la mencionada Wharton a Virginia Woolf. Y, por último, un combate de voces narrativas: de la más estentórea, la que tiene todos los altavoces a su disposición, a la más imperceptible, la que ha sido amordazada pero termina encontrando su modesta vía de escape. Novelón.