A veces el cartel de Primavera Sound hay que vivirlo para creerlo, y ha sido el caso de la primera jornada de la edición de 2023. Han tocado gigantes como Blur y New Order pero en absoluto subestimaría el acogimiento del Primavera al pop de chicas asiático: Perfume y Red Velvet dieron sendos conciertos que seguiremos recordando en el futuro, por lo que tuvieron de peculiares en este contexto.
Pasadas las 18.00 de la tarde llego al set de Black Country, New Road. Su propuesta es de las que cobran sentido en directo, pues es interesante verles en acción resolver sus laberintos sonoros, dialogando los unos con los otros, el violín con el saxofón, el teclado con la batería, en una especie de cubo de Rubik que se va haciendo y deshaciendo a medida que avanza el concierto. Los británicos cuidan tanto los silencios, los momentos en que voz y piano paran el tiempo, como los desarrollos de post-rock más alocados y desgañitados, con gritos a lo screamo y trompetas yendo a su bola. A Charlie Wayne, el batería, le cae una felicitación por su cumpleaños. Jordi Bardají
Accidentes pasan y me encuentro llegando al recinto más tarde de lo que esperaba. Mis contactos me chivan que mejor no intentarlo con Black Country, New Road en Mordor: a esa hora (las seis de la tarde), y en ese lugar, el público se está derritiendo. Así que optamos por la brisa marina y la sombrita del Dice para Built to Spill. Todo ha vuelto a la normalidad. Tras las marabuntas y padecimientos del año pasado, es un placer llegar a Built to Spill en el Dice recién empezado y acercarse sin problemas. Estamos en el Primavera de siempre.
Yo pensaba que Built to Spill eran un grupo de señores. Esa era la memoria que guardaba de ellos. Eran. Ahora a Doug Martsch líder y alma de la banda, le acompañan una bajista y una batería contundentes, Melanie Radford y Teresa Esguerra. Comienzan con ruidaco, pero enseguida pasan a la psicodelia. Lo llenan todo de alegría pop, y la brisita buena ayuda. Hay alborozo cuando tocan ‘Gonna Lose’, la que abre su último disco. Martsch se muestra como un Wayne Coyne versión sobria. Y algo escaso de voz, pero sospecho que es un efecto buscado. Delante de mí, unos tipos se quejan de su poca interacción con el público. Pero los demás no hemos venido a ver chistes: ¡lo que queremos es que toquen! Amplia celebración y palmas cuando tocan su clásico, ‘Carry the Zero’. Hemos arrancado bien la jornada. Mireia Pería
La faceta clásica (aunque ella es autodidacta) también caracteriza el proyecto de Sudan Archives. Como es sabido, Brittney Denise es violinista y en sus conciertos canta y toca el violín. Por un momento parece que ha programado el Primavera Sound el Palau de la Música de Barcelona. Claro que a Brittney no le dejarían salir en el Palau con bikini y pareo, ni hacer perreo en el suelo, ni buscar ligue para la noche, ni exclamar al público que haga “some motherucking noise”. Y claro, sus canciones no son tan clásicas al fin y al cabo: las bases apuntan al R&B y al hip-pop casi en todo momento.
Porque la de Sudan Archives es una propuesta más atípica de lo que parece: ella sale medio en bolas al escenario, cargada con su violín al hombro y, como si fuera Robin Hood, te asesina con su arco (cuando lo saca de su funda, se oye el efecto de una espada siendo desenfundada). A veces, Brittney agarra el violín como si fuera una metralleta y nos apunta con él como si estuviera a punto de aniquilarnos. Pero sobre todo es ella quien clava la mirada en el público desafiante: no va a permitir que salgamos de allí indiferentes. Y con esta energía se van sucediendo las canciones de su excelente último disco, hasta el punto de que no es una opción irse sin ver el final, por lo que pueda pasar. Sudan Archives baila, perrea, aúlla, toca una canción tradicional irlandesa. El público responde encantado. Jordi Bardají
De leyenda noventera, a leyenda noventera. Al final me salto la misa pagana de Ghost para llegar justita a Come en el Auditori. Un concierto que hubiera pegado más sin duda en el Dice. Porque su letanía de rock alternativo maldito nos dolería aún más en un escenario, de pie, dándonos de cabezazos. Pero no hay queja, suenan tan bien como siempre. Thalia Zedek sigue con su voz fiera y doliente, levemente rasposa. Ella es la gran responsable de la tormenta que se nos viene encima. Cae ‘Let’s Get Lost’. Navegan entre la calma crispada, que rompen con furia. Nos dejamos mecer por los espacios calmos que revientan luego. Y cuando Thalia se queda sola con su punteo de guitarra en ‘Saints Around my Neck’ se nos pone los vellos de punta. Y qué crescendo. Cómo también nos elevas y nos entierran con la traca final: ‘Submerge’, en la que cabalgan furiosos, y la stoogiana ‘Car’. Tremendos. Mireia Pería
Las primeras filas se abarrotan para ver a Red Velvet en acción. Atrás, más bien curiosos del k-pop tratan de comprender el fenómeno. El cuarteto surcoreano realiza un set típico del k-pop, centrado en unas complicadas coreografías que no cesan, pues las chicas solo paran de bailar para hablar y dirigirse a su público, faltas de aliento. De vez en cuando un ejército de bailarinas emerge en el escenario para bailar con ellas y nadie pone en duda que Red Velvet pueda componerse de 10 integrantes, aunque no sea el caso. Una de ellas reconoce que pensaba nadie vendría a verlas: estaba equivocada. Las voces en directo a veces dan en la diana y otras salen disparadas hacia otra dirección, las canciones pueden ser una puta locura en sus mil cambios de ritmo y sonido y solo el remix de SOPHIE nos indica que estamos en el presente, pero, quizá por su peculiaridad, tengo el show de Red Velvet clavado en la retina. Y todavía no han salido Perfume… Jordi Bardají
Moverse de una punta a otra del recinto es una señora excursión, y lleva tiempo. Pillo a Pusha T en el Cupra algo empezado. Me recibe una marea de brazos. Él va con el atuendo casi oficial de los raperos: sencilla camiseta blanca holgada y tejanos, acompañado de un DJ-vocalista que, diríase, pretende robarle el protagonismo. Me decido a bajar y sumergirme mientras suena ‘Santeria’. El público es muy joven y principalmente extranjero. El público grita ¡Pusha! como si fuera un jugador de fútbol. Él se deja querer, nos interpela con chulería, nos busca, no rehuye al público. Nos habla de su familia, nos muestra vídeos y fotos de la suya. En ‘Dreamin’ of The Past’ la gente agita brazos y él consigue conectar, establecer la alegría entre todos. Mireia Pería
Tengo serias reservas sobre el set de PinkPantheress, que ya en su corta carrera se está enfrentando a públicos bastante difíciles que critican su falta de entusiasmo sobre las tablas. Cuando ha ido a verla, claro. Hace poco se viralizó un vídeo de Vicky Beverly Walker tocando en Coachella para cuatro gatos, en plena tarde, y ella contestó aludiendo a una posible retirada de los escenarios: “todas mis actuaciones se suben a internet, creo que me dedicaré a escribir mis cancioncillas cortas, que es para lo que he venido”.
Evidentemente, PinkPantheress no se retirará de los escenarios y hay que decir que tocar por la tarde a pleno sol siempre es más desagradecido que hacerlo por la noche. Su concierto en Primavera está abarrotado y la gente acude a su escenario con muchas ganas de verla. Otra cosa es cómo se traducen las canciones al directo, pues las cápsulas pop de PinkPantheress funcionan porque duran 2 minutos: no tiene sentido extenderlas porque las melodías no son tan dinámicas ni se prestan a estirarse tanto. Esto significa que el set de PinkPantheress se ajusta a las grabaciones originales y que acaba antes de tiempo, con veinte minutos de antelación. Apenas la entrada de ‘Flowers’, el tema en el que se basa ‘Pain’, produce un momento de sorpresa. Ella pide al público que grite alto porque eso le energiza y, además, se muestra encantada de tocar en España por primera vez, concretamente, en el Parc del Fòrum, del que destaca su arquitectura y sus vistas al mar. Ilusiona escuchar en vivo ‘Just for Me’, la joya ‘Passion’ y por supuesto el hit ‘Boy’s a liar’ con Ice Spice es coreado en comunión, pero me quedo con las grabaciones. Jordi Bardají
En 2005, New Order dio un concierto tan desastroso en el Primavera Sound que, juraría, leí por algún lado que la organización los tenía vetados. Obviamente, en 2023 parece que sólo me acuerdo yo de eso. New Order es uno de los grupos de mi vida, pero las veces que me he acercado a su directo ha sido bastante decepcionante. Ahora ya no está Peter Hook para adoptar ademanes de estrellona heavy, New Order suenan como los profesionales que son y el día que Stephen Morris deje de ser un batería de 10, mejor irse retirando de la vida. Sin embargo, su show plagado de temazos (el mejor repertorio de la noche, probablemente del festival), se ve lastrado por la escasa voz de Bernard. Él le echa ganas, se le ve animado, y su guitarra sigue siendo tan fantástica como siempre. Sin embargo, a ratos me saca de las canciones, ya caigan ‘Regret’ o ‘Age of Consent’ y creo que toco fondo con ‘Subculture’. Pero el estribillo de ‘Bizarre Love Triangle’ me recupera, por la brutal conexión que se establece entre el público, que canta desgañitado ese “every time I see you falling”. ‘Plastic’ suena fantástica pero, ay, New Order nos devuelven a la sima con una versión malísima de ‘True Faith’. Nada que no pueda arreglar la mejor canción de los 80: ‘Blue Monday’. Espectacular cómo arrancamos al unísono sus primeros versos, aunque al final Bernard le robe los teclados a la jefa Gillian Gilbert, que se lo queda mirando en plan “ah, pues muy bien’. Y aquí llega la parte más emotiva, porque la introducción de ‘Temptation’ no puede molar más, porque Bernard evita el desastre de alguna manera, nos ofrece el micro para que cantemos sus “uh-uh-uh”, la canción se eleva, inmune a todo, su potencial emocionante intocado. Bernard tiene algún poblema con las guitarras antes de atacar ‘Love Will Tear Us Apart’, un tanto descafeinada, pero respetuosa. Han quedado atrás los tiempos es que la cantabancomo si fuera un himno futbolero. Y Bernard la entona con una tristeza que le parece nacer de dentro. Mireia Pería
A Alison Goldfrapp le falla el sonido en los primeros momentos de su set. La distorsión de los bajos es letal: la gente se tiene que tapar los oídos. Su voz se oye a duras penas. Poco a poco el sonido va mejorando, y también la reacción del público. La tralla de ‘Train’ ya suena bien engrasada y con ‘Strict Machine’ y la versión renovada de ‘Ooh La La’ se confirma que la faceta electroclash de Goldfrapp sigue siendo la que mejor se traduce en directo: si entonces decíamos que estaban adelantados a su tiempo, hoy lo constatamos. Las canciones suenan hoy igual de bien que ayer. Por su parte, las de ‘The Love Invention’ aún no han calado de todo entre el público y, aunque el sonido mejora especialmente en ‘So Hard So Hot’, el público lo que canta es ‘Rocket’. Por otro lado, Alison es una diva extraña, elusiva, y de ella brotan pequeños momentos de entusiasmo algo abruptos. “Barcelona!! Yesssss!!!”, exclama en un momento del show con su habitual semblante distante y serio. Jordi Bardají
La confirmación de Perfume es otro de los grandes aciertos de esta edición de Primavera Sound. Una de las girl bands de j-pop más populares desde hace años, el trío no puede ir más a su bola en el mejor de los sentidos. El show se centra totalmente en una coreografías complejas y robóticas, ni un segundo pasa sin que las chicas no se muevan, las coreos de manos (con movimientos intrincados de dedos, manos y muñecas) parecen aún más sofisticadas y ninguna canción se canta en directo. Ellas bailan extremadamente sincronizadas con el vídeo de apoyo, que simplemente proyecta sombras de ellas ejecutando las mismas coreografías, y solo utilizan el micrófono para dirigirse a su público con frases que parecen haber sido programadas por ordenador. “Muchas gracias por venir”, dice una, “esto es un sueño hecho realidad”, expresa otra. El baile no cesa y lo mejor es el contraste entre lo cuquis que son ellas y lo dura que va la música: las bases de electro-pop pueden ser tan modernas y contundentes como las de ‘Body Talk’ de Robyn, con la diferencia que Perfume hicieron antes ese sonido. Jordi Bardají
Vale la pena acercarse brevemente la show de Rema para comprobar que no es tan soso como parece. Al contrario, Rema es un todoterreno sobre el escenario, un artista totalmente entregado a su público, sobre todo a las mujeres, a las que dice «amar» (nos enseña una frase en nigeriano que significa eso mismo); a una enorme sonrisa pegado, y hace gala de un carisma arrollador. Además baila con soltura, aunque a veces deseas que se suelte más, porque su afrobeat se presta a dejarse la piel bailando. Además, lleva algo de escenografía, una tarima colocada en medio del escenario, decorada con flores rojas y un peluche blanco. Digamos que, con poco, es difícil soltar la vista de Rema. Te olvidas que todavía no ha cantado ‘Calm Down’ y que te estás perdiendo a Halsey, a la que me acerco con ganas… Jordi Bardají
… que se me desinflan rápido. Halsey es una de las cabezas de cartel de Primavera Sound, pero parece que no se lo cree del todo. Aún hay un conflicto en su cabeza entre la artista mainstream que es y la artista «alternativa» que también es, simultáneamente. Comenta que ha leído que hay gente (dos personas) que no entiende que actúe en el Primavera porque ella es una «cantante de pop comercial», mientras estoy bastante seguro de que a la gente todo eso le da igual a estas alturas. ¿Sabe que Dua Lipa actuó el año pasado? ¿Sabe que es 2023? El final de su show, metalero, con ‘Closer’ renovada en este estilo, evidentemente no es el que esperas de una «cantante de pop comercial», pero es que Halsey no es la típica «pop act»: su último disco lo ha producido con Nine Inch Nails y es brutal. Su conflicto se hace evidente cuando expone que su repertorio se divide entre sus «hits para la radio» (que no parecen gustarle nada) y los «deep cuts» experimentales y artísticos que sus fans adoran. Por alguna razón tiene que comentarlo, tiene que hacernos saber que ella merece tocar en el Primavera «a pesar de» ser quién es. Pero cuanto más lo comenta, más insegura parece y menos nos interesa lo que tenga que decir sobre su propio lugar en el festival. Halsey se eclipsa a sí misma para mal, pues resulta que como performer es estupenda y se come el escenario. Desde luego se le da mejor actuar que ejercer de teórica cultural: el público del Primavera y el festival mismo parecen más adelantados que ella en la asimilación de que el pop de masas ya tiene cabida -desde hace rato- aquí. Jordi Bardají
Los escenarios Amazon y Ron Brugal van con 25 minutos de retraso por los problemas técnicos que han tenido las japonesas Perfume. Logro escuchar la parte final de Alison Goldfrapp mientras espero a que salga la diosa Kathleen Hanna. El año pasado no pudo venir con Bikini Kill, pero este nos trae su proyecto electroclash Le Tigre, junto a Johanna Fateman y JD Samson. Parece que no hayan pasado prácticamente 20 años desde que sacaron su último disco, ‘This Island’. Un show multicolor, divertido, reivindicativo, con las pantallas llenas de proyecciones fosforitos y con las letras, para que podamos cantar. No pueden molar más, aunque parece que hay algún problema técnico con las voces, la de Kathleen no nos acaba de llegar todo lo fuerte que quisiéramos. Desgranan discursos e himnos feministas como ‘FYR’ o ‘My My Metrocard’. Se reparten las tareas al canto, JD Samson hace de maestre de ceremonias. Hay que recordar que se adelantaron 20 años con su reivindicación de los derechos LGTBI y las personas no binarias. Por eso siguen tan vigentes temas como ‘Lesbian Visibility’, la carga crítica de sus muy bailables canciones. En ‘On Guard’ Kathleen nos advierte contra esa publicidad que te dice qué tipo de mujer has de ser. La gente se va a pillar sitio a Blur, cada vez estamos más holgados, pero los que quedamos somos muy fans. Kathleen nos explica que ella y su hermana fueron las primeras de su familia en ir a la universidad, y que tenemos que compartir los conocimientos adquiridos, antes de cantar uno de sus clásicos, ‘Hot Topic’, homenaje a las que abrieron camino. “Gracias a la gente trans, a todas las mujeres”, nos dice Hanna. “Hay racismo, es un tiempo horrible, también aquí. Nos necesitamos los unos a los otros”, nos recuerda antes de que cierren con el karaoke y locura colectiva que provoca el fabuloso ‘Deceptacon’ y Kathleen acaba saltando a la comba. Punkismo, himnos sincopados, actitud, alegría y lucha. Maravillosas. Mireia Pería
Salir más de veinte minutos tarde sobre el horario previsto hace que nos perdamos media hora de Blur. En 2013 tuve que huir de su concierto porque había demasiada gente y ellos no parecían muy contentos. En 2023 los veo de lujo (a lo que ayuda una magnífica realización en pantallas) y a Blur se les nota felices. No logramos ubicarnos hasta que Graham Coxon está entonando ‘Coffe and TV’. Lo que nos espera es una andanada de hits, a pesar de que leo que han abierto con canción nueva, ‘St. Charles Square’. Pero esta noche es una celebración. Damon sigue teniendo el mismo aspecto de chiquillo travieso, un tanto pasota. Cuando cae ‘End of century’ Blur demuestran que siguen sonando tersos, Damon se entrega al público y yo me olvido de que me duelen los pies. Damon se canta una tonada tradicional antes de arrancar ‘Country House’. Blur sí que consiguen elevar los ánimos. Cantamos, bailamos, Damon está muy gracioso de frontman como de vuelta de todo pero en que en verdad sí que le importamos. ‘Parklife’ es un despiporre. Ellos se divierten, nosotros nos divertimos. Encima ahora tocan ‘To The End’, que es su mejor canción, pero, ay, de golpe se oye fatal, como si melodía y base rítmica se hubiera descuadrado de repente. No da tiempo a preocuparse: empieza ‘Girls & Boys’ y con ella, la locura. Damon se calza su icónica chaqueta noventera y hace conato de enseñar cacho. “¡Se está cambiando más de ropa que Neil Tennant!”, me espeta mi amiga. ‘Song 2’ tampoco se oye bien, pero estamos tan enchufados que nos da igual. Damon pesenta al resto de la banda cantando, se pone al piano a hacer una copilla que se convierte en ‘This Is a Low’ y enloquecen todos los Blur. Para cerrar, los hits bajoneros: ‘Tender’, otra canción nueva, ‘The Narcissist’ y como punto final, la maravillosa ‘The Universal’. Los Blur se despiden muy formalitos y… espera. ¿Damon está llorando? Damon está llorando. Mireia Pería