Música

A la felicidad absoluta con Pet Shop Boys en la Sala Apolo

Si habíamos tenido un buen Primavera Sound en el recinto del Fòrum, el cierre que vivimos en las dos salas del Apolo, dentro del Primavera a la Ciutat, fue apoteósico. Quizás repitamos mucho este adjetivo. Pero es que el bolo de Pet Shop Boys en la sala principal fue histórico. Y, para rematar, después vimos a Maggie Rogers comerse el mundo en La 2.

Si el concierto del miércoles de Pet Shop Boys en el Fòrum fue el mejor inicio posible, el cierre el domingo en la sala Apolo fue pluscuamperfecto. Pet Shop Boys nos ofrecieron prácticamente el mismo repertorio de la jornada inaugural. Pero sin producción. “Producción… ¿quién la necesita?”, bromeaba un exultante Neil Tennant. Efectivamente: no la necesitan. En las distancias cortas, sin pantallas, sin iluminación especial ni cambios de vestuario, ellos dos, sus tres jovencísimos músicos y su repertorio imbatible, se crecieron. Prácticamente tiraron abajo la Sala Apolo. Parte esencial: un público de fans fatales coreando hasta la última coma. Y los que no eran fan fatales, lo acabaron siendo.

Ya en la cola para entrar, ya esperando dentro de la sala, la atmósfera era de expectación e ilusión totales. Se establecieron una complicidad y conexión absolutas desde el primer segundo. He asistido a centenares de conciertos en la sala, y juro que nunca había visto nada igual. Neil Tennant sin parapetos fue aún mejor frontman: expresivo, comunicativo, divertido. Y qué bien cantó. Para echarse a llorar en ‘Rent’ o ‘Love Comes Quickly’. O cuando se calzó la guitarra y tocaron, casi en acústico, una favorita particular de servidora, que es ‘You Only Tell Me You Love Me when You’re Drunk’.

Chris Lowe protagonizó el único momento raro de la noche cuando le tocó cantar ‘Paninaro’: se inventó media letra, al final se quedó en blanco y no fue capaz de continuar, mientras a Neil casi le da un ataque de risa. Como si le impusiera demasiado la sala, el tenernos tan cerca, el ambiente tan absolutamente maravilloso. Él también estaba feliz, porque bailó detrás de su teclado aún más que el miércoles. Por momentos era abrumadora la sensación de tener a tu grupo favorito en tu sala favorita como si los tuvieras en el salón de tu casa.

Hubo muchos, muchísimos, momentos para el recuerdo, pero destaco dos: la gente subiendo el volumen para cantar el verso “because you dance to disco and you don’t like rock” en ‘Can You Forgive Her?’. El segundo, fue el delirio con ‘It’s a Sin’. Cuando antes he escrito que prácticamente tiraron la sala Apolo, lo he dicho en un sentido casi literal. Porque en ‘It’s a Sin’, entre el público botando, cantando a voz en grito y la música sonando a volumen ensordecedor, sentías el suelo temblando bajo tus pies y todas las paredes vibrando. El cierre con ‘Wet End Girls’ y ‘Being Boring’, fue el perfecto broche melancólico a una hora y media de felicidad absoluta.

Con todo el subidón de serotonina, flotando en la nube de Pet Shop Boys, bajamos corriendo a ver a Maggie Rogers en la 2 de Apolo. Aun así, nos perdimos quince minutos. Cualquier otro concierto hubiera desmerecido a lo vivido minutos antes. Pero toparte de morros con el ciclón Maggie nos propulsó al infinito. Sonaba tan fresca, tan vital, tan descarada que nos enamoramos perdidamente de ella. Maggie tiene un dominio total del escenario, un carisma de estrella juvenil de los 80, una voz y una interpretación portentosa. Y por supuesto, unas canciones que beben mucho del pop comercial de los 90, un tanto grandilocuentes pero maravillosas.

Empezó a cantar ‘I Wanna Dance with Somebody’ de Whitney Houston en ‘Retrograde’. Sacó a su amigo Denny, del que explica “que estuvo en primera fila durante todo el concierto de ayer” y se tiraron cinco minutos decidiendo qué canción van a cantar a dúo, hasta que se decantan por ‘Say It’, con una energía muy ‘Dirty Dancing’. Abre ‘Alaska’ casi a capella y luego lo convierte en algo avasallador. Nos hace agacharnos y levantarnos (yo no mucho, que tras tantos días de festival mi cuerpo no está para muchos trotes) en ‘Light On’ y nos hace cantar con el cierre, que no puede ser otra que ‘That’s Where I Am’. Como dijo un amigo cuando acabó el concierto: “ahora podría caer el meteorito, y moriríamos felices”. Pues eso.

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Publicado por
Mireia Pería